“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

viernes, 3 de agosto de 2012

¿Solidaridad selectiva?

Continuando con el intenso debate (al menos en al red) que ha generado "Todas somos Karina" y el fondo del despido de la funcionaria, les dejo la respuesta la de Adriana Rodríguez a la ola de comentarios suscitados por su primer artículo. Como les dije ya daré mi opinión, cuando recupere el ánimo... por el momento les transcribo la opinión de Adriana.

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Les envío mi respuesta a partir de los diversos comentarios generados durante el día de hoy en la red:

¿Solidaridad selectiva? Retomo la pregunta de una mujer que como yo, que en el pleno ejercicio de su autonomía, ha manifestado abiertamente su diferencia de opinión con respecto a algunas de las reacciones generadas a partir de la situación de Karina Bolaños.  A partir del primer comentario que escribí he leído un mar de respuestas, responsable de mi palabra y totalmente abierta a la crítica, sigo clara en mi posición. En ese sentido, no quisiera dejar de plantear algunos puntos que retoman los aportes realizados por algunas compañeras, que creo enriquecen esta discusión tan necesaria dentro del feminismo(s), y a veces tan evitada.

En primer lugar mi posición en toda esta discusión no es ambigua, considero que está situada políticamente, transversada por una conciencia de clase y con independencia de criterio.  La expreso por mí y en nombre de las muchas mujeres que me han enseñado acerca de la praxis del feminismo, más allá de las teorías pre-establecidas, de los debates en auditorios académicos y de los tecnicismos de-formadores. Las ya nombradas en mi comentario anterior como mujeres de lo cotidiano, protagonistas de las vivencias que encarnan la más profunda discriminación de nuestro género. Es desde allí que reitero una vez más mi posición: a pesar de ser mujer y también conocer de cerca la opresión: no todas somos como Karina, no hemos ocupado un nombre y lugar dentro de una élite política, ni el lugar de una viceministra amiga complaciente de los Arias. Vale aclarar nuevamente que con esto no niego el prejuicio, la misoginia y el desprecio a la libertad sexual feminina. Tampoco niego que todas las mujeres, desde nuestras muchas diversidades, seamos las sujetas políticas del feminismo, ni niego nuestro derecho a una sexualidad transgresora de la norma hegemónica patriarcal. Qué más quisiéramos que todas, en sentido estricto, seamos verdaderas sujetas de este derecho. Pero este planteamiento no implica que me posicione ni me identifique con una mujer que ha sido o fue parte del núcleo central del PLN, simplemente por el hecho de que sea mujer. De ahí que abiertamente critique esa histórica y liberal tendencia universalista del feminismo que plantea que “todas somos iguales” “todas vivimos lo mismo” “todas estamos en la misma condición”, precisamente porque la condición de cada una está atravesada, ineludiblemente, por nuestras condiciones históricas y materiales de existencia. Mismas condiciones que también definen cuotas y relaciones de poder inevitables entre nosotras.

¿Qué con esto suene poco solidaria, sectaria o excluyente? Pues en principio cada quien tiene derecho a pensar como quiera; por mi parte simplemente apelo a un feminismo más politizado. Como ya lo han señalado algunas reacciones, en lo personal sigo sin lograr separar a Karina de las políticas neoliberales de los gobiernos de Arias y Chinchilla solo por el hecho de ser mujer, aunque después haya sido víctima del mismo poder al que sirvió,  y que sin el menor reparo la desechó. Es más, como algunas compañeras lo han polemizado, yo no defendería a Laura Chinchilla porque ella también sea mujer, en tanto su posición ideológica y política encarne otras estructuras de dominación (patriarcal-capitalista) que sistemáticamente subyugan a muchas de las mujeres que son la causa de la lucha feminista que muchas defendemos: las “otras”, las “nadies”, a veces olvidadas en nuestros debates académicos. Claro que también han sido discriminadas como Karina, pero claro está, son y serán muy lejanas a su realidad y contexto.

Estoy de acuerdo con que un acto de violencia no se niega, se denuncia. Pero mi intención es plantear y aportar otros elementos de discusión a la lectura feminista. Respetando las diversas posiciones, y a la luz de las últimos cuestionamientos publicados en los medios, sigo preguntándome la acción de marchar a favor de una mujer que en el ejercicio de sus siete años en la  función pública, ha gastado 23,855,830 millones de colones del presupuesto estatal por el uso de su teléfono celular, y que en uno de sus 48 viajes al exterior se le pidió regresar los viáticos por tratarse de un viaje personal, entre otras cosas que ya ustedes juzgarán por su propia opinión. Si bien su rol como viceministra no puede opacar la injusticia de la cual fue objeto, a mí sí me interesa su ejercicio y ética política y no puedo desvincularlo de mi reflexión.

Defender la solidaridad y sororidad hacia las otras no significa despojarnos de la reflexión crítica. Esto no significa que no nos movamos ante la injusticia, sino que nos detengamos a pensar otras dimensiones del asunto.  Como bien apuntó la compañera Flor Artiaga: “No creo que sea gratuito que este escándalo salga en este momento, el mismo día de la marcha de campesinos y productores y el ICE y la Caja. Claro! Un buen circo para desviar la atención. ¿Será apropiado dejar la discusión en la sexualidad femenina? Con esto no quiero restarle importancia, pero me parece que ambas situaciones tienen un mismo origen y ese ahí hacia donde debemos dirigirnos, al origen, la desigualdad de clase y género,  no quedarnos en lo fenoménico,  pero diferenciar y nombrar sus diferentes manifestaciones”

Preguntarnos desde dónde expresamos nuestra solidaridad feminista creo que es un tema fundamental. Tenemos en común la oposición contra el patriarcado y los fundamentalismos religiosos que mutilan nuestra existencia como mujeres, pero no podemos obviar que nos afectan de forma diferenciada. Defiendo abiertamente que nuestras movilizaciones, esfuerzos y energías deberían priorizar los intereses y derechos violentados de las más desprotegidas y con menos posibilidades o mecanismos para defenderse. Reitero. Ojalá acciones como “todas somos Karina”, sin caer en lo panfletario, movilizaran igual o mayor apoyo a las causas de otras mujeres más excluidas, generaran acciones politizadas que sin ser un fin en sí mismas, sean un medio para denunciar y transformar las estructuras sociales, políticas y económicas que sistemáticamente nos dominan a las mujeres. Ojalá mantengamos el debate constante sobre nuestro pensar y quehacer feminista.

Comparto las palabras de Chandra Mohanty, feminista de la India:

 “Para pasar de la crítica a la “reconstrucción” el feminismo occidental debe poder identificar los problemas acuciantes de las mujeres más marginadas en el contexto neoliberal. Propone adoptar como metodología la noción de privilegio epistémico, por medio de la cual se asume un punto de vista de abajo hacia arriba, que empieza en las comunidades más pobres y marginales del mundo de forma de poder acceder y hacer visibles los mecanismos de poder en la escala ascendente del privilegio (…) Existe en el contexto actual la necesidad y la posibilidad de una comunidad feminista transfronteriza, anticapitalista y descolonizada sostenida en la idea de “diferencias comunes” que atienda a una lucha contra los efectos nefastos de la globalización, y entable un horizonte de justicia y solidaridad universal”

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