“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

jueves, 2 de agosto de 2012

Todxs podríamos ser

Como le comenté en el anterior post se ha desatado el debate en la red, algunos comentarios han descalificado a Adriana Rodríguez por su opinión, otros comentario, por el contrario manifiestan compartir su posición. Y otras, como la de la compañera  Marisol Fournier invita al diálogo y la discusión. La reproduzca acá, la comparto en forma pracial. Como dije por la noche haré mi propio comentario.

------------------------

Publico esta nota en diálogo con la publicación de Adriana Rodríguez, titulada ¿Todas somos Karina? O ¿De qué feminismo estamos hablando?, una interesante reflexión cuya lectura recomiendo. Creo que estas son las discusiones que deberíamos estar dando desde el feminismo, aterrizadas y cotidianas, pero profundas y fundamentales. No sé de qué femininismo(s) estamos hablando. Pero estamos hablando, y esa, creo yo, es la forma en que los feminismos se deben construir.

No, claro que no todas somos Karina. Ni todos, ni todes. No pretendo borrar las diferencias de clase, de raza y de géneros. Pero ese es precisamente el punto. Coloco una x en mi foto (todxs) y lo hago conscientemente. No digo que todas somos Karina, pero digo que en algún lugar podríamos serlo, no en un sentido literal, ni siquiera en uno metafórico, ni en una especie de solidaridad escencialista y descontextualizada. Pero cuando la iglesia, la maestra, la rectoría, el jefe, el hermano, el Estado o quien sea se mete en nuestras camas, y sobre todo cuando quien se mete lo hace desde una posiciòn de poder, de control autoritario y represivo, somos todxs vulnerables, agredidxs, subyugadxs.

Que esa represión viene en sabores variados, claro! Que la enfrentamos con herramientas distintas, que depende siempre del contexto, de la historia y de nuestras condiciones de posibilidad, claro! Pero cuando la Universidad de Costa Rica, en su proceso de selección de personal, me aplica una prueba en la que se me pregunta si tengo prácticas sexuales poco comunes y si me he sentido fuertemente atraída hacia una persona de mi mismo sexo, me veo de pronto en ese horrible lugar, con mi cama expuesta al panóptico, en un lugar de vulnerabilidad. Y si yo, persona de clase media, psicóloga (que ya conocía esa terrible prueba), académica que ha tenido el privilegio de sentarse a pensar y discutir estas cosas, si yo con mi caja de herramientas me sentì en aquel momento intimidada, vulnerada, señalada, violentada, apenas podía ponerme en el lugar de las otras personas con quienes compartía esa sala, que entre risas nerviosas y miradas de desconcierto contestaban aquellas preguntas innecesarias, invasivas y ofensivas.

El punto es que lo que yo haga en la cama es asunto mio y de la(s) persona(s) con quien(es) lo haga. Nadie, sobre todo nadie en una posición de poder, debe opinar ni juzgar mis prácticas sexuales, y estas, en nada deben determinar mi contratación, mi despido o mi salario.

Si coloco una X en el todxs no es para complicar la lectura, para jugar de queersh o para ahorrarme espacio. Lo hago porque esa X la pienso como función, en el sentido matemático. Es decir, representa ese espacio en la ecuación que puede ser llenado con diversas formas, entendiéndase mujer, hombre, trans, y todos los intersticios que no caben entre esas letras. Y lo pienso como función, móvil, activa, flexible, porque es así como funciona el biopoder, la represión, el autoritarismo. La policía de nuestras sexualidades es una función que permuta, es ejecutada por distintos actores y sufrida por un abanico de diversidades. La opresión es una función que es precisamente eso: funcional al patriarcado, funcional a los fundamentalismos, funcional al neoliberalismo, funcional a la heteronormatividad, funcional a la hegemonía.
No sé qué habría pasado si hubiese sido un hombre blanco, acomodado, heterosexual quien protagonizara el video. Me inclino a pensar que no habría sido destituido. No sé qué habría pasado si fuese un hombre blanco, acomodado, gay... Quizás tampoco lo habrían echado.

Poco me importa, en realidad, lo que tenga la [ex]viceministra entre las piernas. Lo que me importa es el acto de violencia, de absoluta violación de su derecho a una sexualidad libre. Y claro que no todas somos Karina, cuya única condición de vulnerabilidad, quizás sea ser biológicamente mujer (no lo sé). Y claro que no todas somos Karina, y una mujer migrante, lesbiana, trabajadora en una planta empacadora, por poner un ejemplo, no tendría las mismas herramientas que Karina (ni que tendrìa yo, en todo caso) para defenderse y acuerparse en esta situación. No tendrá a una veintena de activistas y académicxs tomándose fotos en su nombre, ni saldrá Ignacio Santos a su defensa. Perder su trabajo implicaría literalmente una amenaza contra su vida.

Pero en el fondo, en términos de función represiva y de control, en términos de opresión ambas situaciones son repudiables y debemos denunciarlas y rechazarlas rotundamente. Porque ejercen el biopoder, porque [re]producen el patriarcado, porque sostienen la heteronormatividad y porque son profundamente violentas.
Si no rechazamos contundentemente esta situación, visible, mediática, hecha pública, dejamos la puerta abierta para que vengan a jugarnos a nosotrxs, y todas aquellas personas que no tienen herramientas que desde nuestro lugar privilegiado tenemos.
No todas somos Karina, pero todxs podríamos estar en su horrible lugar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario