“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

miércoles, 12 de agosto de 2020

43

La vida cambió, solo que de una forma que nadie podía haber previsto hace un año,  jamás imaginé (quién podría imaginarlo) que a estas alturas estaríamos en medio de una pandemia, con un panorama desolador. Y es que la pandemia ha sacado lo peor de nosotros, nuestra miseria más absoluta, nuestra estupidez, nuestro egoísmo, nuestra deshumanización. Este pudo haber sido el momento para pensar en colectivo, para intentar ser mejores. Pero dejamos escapar la oportunidad. 

Si cualquiera de nosotros hace un recuento de las tonterías que han dicho políticos, empresarios, y la gente común, no terminaría, y de seguro acabaría deprimido, ante el mar de idiotez. Nos ha tocado la pandemia con uno de los peores congresos que hayamos tenido (y eso es mucho decir, porque son pésimos, salvo honrosas excepciones), con los peores dirigentes en años, y con el micrófono amplificado para idiotas, cínicos y nihilistas. Es una tortura escuchar las noticias (los periodistas parecen ser ese tipo de personas con serios problemas en sus conexiones neuronales), o meterse a redes sociales. Lo evito. Pero el trabajo exige estar mínimamente informado, así que no queda otra que asumir la lectura de noticias como si se tratara de una rana disecada. Aunque es difícil mirar las cosas de lejos. Los medios de comunicación no la ponen fácil, se esfuerzan en ser cada vez más amarillistas y mezquinos. Y sumados a ellos, los políticos. Uno podría pensar que este no es el momento para aplicar todas esas políticas que nos venían empobreciendo, sino hacer algo diferente. Pero lo diferente parece no tener cabida, y se aprovecha el momento para aplicar la "doctrina del shock". Tienen la fuerza para hacerlo, llevan años construyendo un sentido común particular. Así nos irá. Luego, esos mismos se preguntarán - cuando las cosas se pongan mal -, cómo fue que llegamos hasta aquí, y lo único que se les ocurrirá es endurecer las medidas, hasta que todos nos cansemos. Sí, no estoy muy optimista. 

Ayer, sin mucho margen para el optimismo, cumplí 43 años. Así que tomé la decisión de desconectarme, y abrir las redes solo para comunicarme con la gente que quiso comunicarse conmigo. Fue una muy buena decisión, la pasé muy bien, aunque lejos del 99% de la gente que quiero. No me consuela que a la mayoría le haya ocurrido lo mismo este año en medio de esta extraña atmósfera pandémica. 

No sé qué se siente tener ya 43, y haber pasado (posiblemente hace rato) la mitad de mi vida. No sé si se debe sentir algo. Bueno ya dije que en estos días me siento profundamente pesimista, pero me refiero a algo más allá del momento concreto, me refiero a si se debería sentir algo tener 43 años. Tiendo a creer que no se siente nada, que uno simplemente va cumpliendo años. Que lo que sí se va sintiendo con los años, es lo que uno va dejando detrás: gente que uno quiso y que ya no está, y cada vez son más (y así será a menos de que uno pase a ser parte de la lista de los que ya no están). A veces quisiera soñar con esas personas, y hablarles, y abrazarles, y reírnos, como en los viejos tiempos de la inocencia, o como en los viejos tiempos en los que ya esa inocencia no existía. Sentir esa presencia nuevamente, aunque sea en sueños. Pero no me pasa. Es como si mi racionalidad se empeñara en imponer la dura realidad de la ausencia.

Y aunque suena a que hay un triunfo abrumador del pesimismo y la nostalgia en medio de esta maldita pandemia, no es así, celebré muy feliz mi cumpleaños 43, una celebración improvisada y diminuta con las únicas personas con las que tengo contacto, la pasamos bien, creo que nos hacía falta parar, tomarnos un vino y pensar en cualquier cosa, que para la realidad, el resto del año...