“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

lunes, 29 de diciembre de 2014

Apunte Charrúa. Montevideo.

Luego de salir de esta hermosa ciudad de Colonia del Sacramento, nos enrumbamos hacia Montevideo, dos horas y media exactas en el bus. Ya en la terminal de Tres Cruces nos dimos cuenta que Montevideo era prácticamente una ciudad fantasma, ni un alma en las calles, afortunadamente no fue difícil conseguir un taxi hasta el hostal.

Montevideo, un feriado como debe ser: TODO CERRADO la gente disfrutando del día libre.

Plaza Independencia
Ya instalados y hecha una siestecilla, agarramos calle, prácticamente solos. Bajamos por la Avenida 18 de Julio y llegamos a la Plaza Independencia en donde está el monumento a Artigas. De ahí caminamos hasta el centro histórico, y luego buscamos un sitio para comer. Nos dio tiempo de volver al hostal para lavarnos los dientes y salir de nuevo, pasamos nuevamente por la plaza y nos tiramos en el césped a simplemente no hacer nada, como quien anda de vacaciones y está en una ciudad vacía. Luego escuchamos una serie de gritos y madrazos en portugués, una chica arréandole a un chavalito, ambos venían en el mismo vehículo. Paró otro vehículo con un par de señores la discusión se tornó más violenta, ella empujaba al chico, los señores mediaban, y de pronto como trece policías (se notó que no tenían mucho que hacer), muchos mirones (claramente incluidos nosotros), vecinos desde su ventana miraban el triste espectáculo, y en la calle se armaban las apuestas: que si son novios, que si los policías estaban entendiendo lo que pasaba (parecía que no), qué quiénes eran los señores. Al final, según una de las mironas que presenció todo el suceso de muy de cerca nos explicó lo que ocurrió: una pareja brasileña de hermanos (!!!!) se estaban peleando por algo del auto, ella le pegó varias veces dentro del auto, casi chocan, ella se bajó y le voló dos izquierdazos, él le respondió con un gancho derecho, y los señores que llegaron eran los padres, los policías efectivamente no sabían de qué iba la cosa y no sabían que hacer. El padre se montó en el carro con la chica que llevaba el labio partido, y madre se llevó al chico en medio de una severa reprimenda. Muy lamentable lo ocurrido, sobretodo si es entre hermanos, habla muy de la educación recibida.

Luego de esto nos fuimos a las ramblas y desde ahí vimos un maravilloso atardecer. Les dejo acá las fotos, hablan por sí mismas.













En toda la ciudad se pueden muestras de solidaridad con el pueblo mexicano





















Ya para el 26 la ciudad volvió a su trajín cotidiano, bueno casi, decenas de miles de residentes de Montevideo habían salido hacia las playas al este de la capital, igual con más vida y pasado el feriado había más comercios abiertos.

El plan era rentar un par de bicis y salir en dirección este, a Pocitos, de ahí buscar un sitio para comer unas empanadas y luego buscar el Estadio Centenario. Íbamos muy bien, hasta que el cielo se empezó a nublar, cayeron las primeras gotas, luego las segundas, después se puso un poco violenta la cosa, y nos refugiamos en un café. Luego por la ventana vimos el aguacero, y parecía que también llovía de abajo para arriba, la gente corría como loca y los caños parecían ríos, el toldo voló. Para ese momento, las bicis, que dejamos amarradas a una mesa afuera del café, ya estaban empapadas y eran la menor de nuestras preocupaciones. Todas las personas que estaban en el café hacían cara de preocupación y asombro, y no era para menos, en Costa Rica llueve mucho, pero debo admitir que un aguacero de este tipo lo he visto pocas veces.

En la mesa de la par había una señora "de alta alcurnia" que posiblemente nació hace ochenta años, o más, y que claramente ya estaba en el ocaso de su vida (en todo sentido). La vieja venía del banco, decía que hizo un trámite y no andaba mucho dinero porque no pudo firmar los papeles, iba a su casa a llenarlos, antes pasó a tomarse un whisky y se ve que ahí ya la conocían porque dijo que solo andaba doscientos pesos y únicamente le alcanzaban dos whiskys y una boquita sin dejar propina, el salonero - todo un personaje - con mucha condescencia le dijo que no importaba. El caso es que la roquita estaba aún más preocupada, sin dinero, con ese aguacero, no sabía cómo irse, fue entonces cuando nos dijo que le diría al salonero que llamara a la policía para que la llevara a la casa, porque ella era la exesposa de Pacheco Areco (expresidente del Uruguay entre 1967 y 1972). No sé porqué la señora nos empezó a contar que estaba sola y que sus hijos ni para navidad la llamaban, que estaba sin dinero porque tenían sus cuentitas en un banco de las Islas Caimán que durante la crisis quebró y que si su exesposo hubiese estado vivo no les habría ido tan mal porque conocía el dueño del banco pero como ella estaba sola se aprovecharon. Fue así que la crisis se llevó otra parte del dinero de los uruguayos, que ya había sido saqueados por los políticos locales. Luego de tres horas de intensa tormenta, parecía que ya bajaba la lluvia, y la doñita fue a pedirle al salonero que le llamara a la policía, pero éste en vez de llamarla le dio una bolsa de basura plástica para que se hiciera un poncho. La viejilla sin perder la dignidad y el "feeling" nos pidió que le estiráramos la parte de atrás de la bolsa para no verse tan mal, y fue así como la señora (no le preguntamos el nombre, pero una búsqueda rápida en internet nos hace suponer que se trataba de María Angélica Klein o  María Cristina Gori Salvo) salió del bar, más limpia que antes tapada con una bolsa de basura y caminó las tres cuadras a su casa.

Como la lluvia no paraba, y ya habían pasado casi cuatro horas - además como que los meseros, aunque comprensivos parecía que quería que nos fuéramos - , decidimos que era hora de partir. Yo andaba mi cámara (porque según yo iba a hacer unas fotos maravillosas del Centenario y el atardecer) y no que quería que se mojara, pero lo que más me preocupaba era la gripe cabrona que andaba encima. Pedimos un par de bolsas, les hicimos los huecos y nos las pusimos, desde la barra otro mesero estaba riéndose y nos dijo "mirá que lindos quedaron..." (con un acento burlón uruguayo). Mi bicicleta no andaba bien de frenos y decidimos irnos por las ramblas, sin saber que esa zona hacía un rato casi se había fusionado en un abrazo con el Río de la Plata. Tardamos más, aunque no nos mojamos tanto gracias a los improvisados ponchos plásticos. Cuando llegamos al hostal fue la felicidad y el baño con agua caliente. Luego nos enteramos que esa lluvia fue la peor en cincuenta años y que la ciudad se había inundado.

Por la noche intentamos salir, fuimos a un bar Guaná y Pullier tocaba Charly y los desalmados, ya yo no tenía voz, me dolía la cabeza, y nos regresamos al hostal, pasé una mala noche.

A la mañana siguiente salimos a darnos una última vuelta por las calles del Montevideo viejo, nos encontramos una librería muy linda de un chico que nos dijo que con el Frente Amplio las cosas iban mejor en el Uruguay. Almorzamos en el Mercado del Puerto, nos dimos gusto comiendo cordero y unas costillas deliciosas. Mientras esperamos nuestra comida vimos el trajín del restaurante y la cantidad de gente que llega a ese lugar a comer. En las calles de Montevideo, por estas épocas, se habla portugués. Cientos de brasileños bajan a Montevideo de vacaciones.






Esa tarde del sábado 27 de diciembre, partimos nuevamente hacia Colonia del Sacramento para tomar el Buquebus hacia Buenos Aires. Lindo Montevideo, espero poder volver.

Ya en Colonia nos ha tocado sufrir el desorden del embarque y los trámites migratorios, casi una hora haciendo fila porque a un genio se le ocurrió darle preferencia a los argentinos y entonces la fila dejó de avanzar, algunas personas se quejaron en vano, y recordé a "bombita" uno de los personajes de Relatos Salvajes. El buquebús afortunadamente sólo tardó una hora en llegar y fue así como volvimos a Buenos Aires.