“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

sábado, 11 de agosto de 2012

35

Y llegué a los 35 años.

Cuando entré a la U, en aquel ya lejano 27 de febrero de 1995, solía ser el menor en todo lado, ya no. En realidad hace rato que no. Ahora debo soportar las bromas de un montón de mocosos que me pasan jodiendo por la edad, antes debía soportar todos los comentarios porque me veían muy pollito. No sé en que momento eso cambió. Para ponerlo de otra forma, no sé en qué momento pasé del 88 a Omar Khayyam.

Una amiga, evidentemente mucho más joven, me dice "tito", como si fuera su abuelito. En todo lado me dicen señor, sobre todo las cajeras del súper, que aunque uno les diga que no me digan señor lo siguen haciendo. Aunque con ellas pasa lo mismo cuando les digo "sin bolsa", no escuchan, igual me la dan, así que bueno no me lo tomo a lo personal. En otros lugares me dicen "Don", como si fuera mayor, o si como si perteneciera a la nobleza, y claramente soy un plebeyo, y lo seguiré siendo.

Los más jóvenes, que no solo pululan sino que son mayoría siempre, se la pasan muy bien riéndose de mí y de mi edad. Pero ya les tocará.

Hay algunos que se burlan cuando les cuento que tuve mi primera novia hace exactamente 30 años, cuando estaba en el kinder, El Principito se llamaba, y quedaba en San Pedro, justo al frente de donde hoy está "la muerta de hambre", y donde han habido varios restaurantes. Y bueno, no sé si decir novios sea lo mas preciso, aunque solíamos andar de la mano en los recreos, y hasta dormíamos juntos... la siesta, desde luego, luego del recreo, no se vaya a creer que era un niño precoz. Tiempos maravillosos aquellos, en los que no me preocupaba nada excepto los juegos, la plasticina, lo que mis papás traerían de México para mi cumpleaños. Correr de la mano por el kinder con Diana Fernández, lo recuerdo con toda claridad, era un gran placer, ella me gustaba mucho, y me gustaba mucho su lunar encima de la boca y su pelo negro y largo. No tengo idea qué habrá sido de ella, ni tampoco sé si ella se acordará mí. No recuerdo cuándo fue la última vez que la vi, pero seguramente debió ser antes de entrar a la escuela. En aquellas épocas tres meses de vacaciones eran muchísmo tiempo, el suficiente como para olvidar a una novia sin ningún trauma inmediato. He hecho varios intentos de encontrarla, infructuosos a la fecha. Pero lo cierto es que hace 30 años para mi cumpleaños número 5, Diana me regaló una abejita Maya de madera que aún conservo y tengo en mi cuarto. 




Pero volviendo sobre la burla de algunos, que si quieren seguir burlándose de mí edad es cosa de ellos, y de ellas. Sólo mencionaré algunas cosas que se perdieron por no haber nacido antes, y que yo sí viví.

Por ejemplo, no vieron al osito Misha, gigante, volar por los cielos de Moscú durante la clausura de los Juegos Olímpicos de 1980. Tenía tres años y recuerdo llorar cuando Misha abandonó el Estadio Olímpico.

Tampoco vieron al cometa Halley pasar por nuestros cielos, eso fue hace 25 años. Mucho de los que se burlan tampoco vieron el eclipse total del sol, un espectáculo maravilloso. No vivieron el terror del terremoto de Limón, el de Alajuela, Cóbano, ese enjambre sísmico que nos tuvo al borde.

No vieron cómo Harold Schumacher le partió la vida al francés Patrick Battiston en el Mundial de España 82, tampoco conocieron a Naranjito. Jamás vieron jugar a Maradona, el más grande de todos. Yo vi en vivo el gol de "La Mano de Dios" y el segundo golazo a los ingleses. Vi cómo Argentina alzaba la copa del 86 en México. También al Napoli con Maradona celebrando el campeonato. Ni siquiera vieron cómo Maradona salió con la enfermera gringa luego de aquel partido en el mundial del 94. Yo lo vi jugar a Maradona, lo de Paté centeno da lástima e indica que efectivamente no vieron jugar a un jugador de verdad.

Tampoco vieron a la "Sele" en Italia 90, no sintieron lo que sentimos todos cuando Cayasso metió el gol luego de taquito de Jara: ¡qué no podía ser cierto lo que estábamos viendo! Y cuando reaccionamos fue la alegría total. No vieron al Dream Team de Cruyff. Ni a la Liga de Badú, de Farinha. No vieron el gol de Rivers contra Italia.

Tampoco vieron en vivo explotar al Challenger. No sintieron miedo cuando vieron el exorcista. Tampoco pudieron ver con total asombro E.T. . Tampoco conocieron las playas de Guanacaste cuando todavía era Costa Rica y no ese país que ya no conozco. Ni saben lo que eran los inviernos de verdad. En fin, se han perdido de un montón de cosas. ¡Así que déjense de joder! (jeje)

Mi niñez fue de Atari, de máquinas de escribir, de imaginación, de guerra fría, de  mejengas en la calle, de jugar escondido hasta que cayera la noche sin ningún peligro en el barrio, de irme caminando a San José sin preocuparme por un asalto, de Chiqui Chiqui, de vivir mejor sin que tuvieran que decirnos lo que no somos: el país más feliz del mundo.

Mi adolescencia fue de grunge, de Pearl Jam, Nirvana, de los Fabulosos Cadillacs, Todos Tus muertos, Caifanes, Café Tacuba; de fútbol en la calle y en todo lado, de besos, de frustraciones, tristezas y angustias, pero también de nintendo, de un colegio en que el orden del día era la opresión del "evangelio de señor" pero a pesar de eso feliz por los excelentes amigos y lo bien que la pasé con ellos y ellas en el cole. 

Mi juventud llena de alegrías, libertad y de aprendizaje, llena de Universidad, de política, de libros y más libros, llena de victorias, pequeñas, pero al final de cuentas victorias, y grandes derrotas, de esas que lo curten a uno. Pero también una juventud llena de amor, por todos lados, de mucha gente, de los mejores amigos y amigas, de grandes maestros y maestras.

Y esa juventud, al menos, la numérica, se acaba, queda la otra, la que el maestro Benedetti, sin saberlo, me enseñó, ahí está la fuente de la eterna juventud. 

No cambio mi edad por nada, ni lo vivido tampoco, aún las cosas más tristes que me han tocado. Puedo decir que he llegado a los 35 casi entero. Que logré sobrevivir a dos gobiernos de Arias, uno de Miguel Ángel Rodríguez, otro de Figueres y antes al de Calderón y el de Monge; y aún así sigo vivo y mantengo las esperanza, que no es poca cosa. También he sobrevivido como a tres finales del mundo, y todavía me queda el de diciembre de este año. Así que me puedo considerar todo un sobreviviente.

En 35 años he conocido a muchísima gente, algunos siguen ahí después de décadas, otros y otras más lejos de lo que yo quisiera, pero así pasa. Me siento muy bien de ser lo que soy, y claro que hay cosas que hubiese querido hacer diferente, pero si hubiese sido de otra forma no sería el que soy (dilema existencial). Me ha tocado vivir muchas cosas en muchos lugares y desde muchos lugares.

Llego a mis 35, y mis papás, mis 5 hermanos, mi abuela, mis primos y tíos y tías siguen vivos, la familia se ha multiplicado y se cuentan por 5 mis sobrinos. Y creo que esto es lo más importante, que a pesar de todo ahí estamos, juntos. Me hace feliz decir que a mis 35 años la gente más importante para mí, está ahí.

A todos y todas, muchas gracias.