“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

miércoles, 11 de agosto de 2021

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No recuerdo exactamente el contexto -pero debería tener como mucho unos veintitantos años, era aún joven y hermoso, no habían caído las Torres Gemelas, todavía no existía Youtube, y tener teléfono celular era algo raro-, pero en una de esas largas y frecuentes noches de fiesta en la casa de algún amigo, por alguna extraña razón vimos una noticia en la televisión, en la que un dirigente de la juventud del Partido Comunista de Cuba realizó alguna declaración contra el Imperialismo Yanqui y contra el Bloqueo. Pero lo que en realidad nos llamó la atención no fueron tanto sus declaraciones, si no la apariencia nada juvenil del susodicho dirigente, recuerdo que comentamos entre risas que para que alguien que claramente debía superar los cuarenta fuera considerado joven había que estar rodeado de vejestorios. 

Ahora que las fiestas se han hecho menos frecuentes y las noches más cortas (no sólo por la restricción), me pregunto qué es exactamente eso de sentirse joven o viejo. Y pensaba que si sentirse viejo tiene que ver con decir en clases "en aquella época"; o por ejemplo decir "¿se acuerdan cuando en el 95 la huelga de maestros...?", o "... cuando en el Combo del ICE...", y que de repente alguien diga: "profe, yo no había nacido"; o que cuando estudiantes me preguntan la edad y me dicen "ah un par años más que mi papá"; o con acordarse perfectamente del lanzamiento de Nevermind de Nirvana o Ten de Pearl Jam; o si tendrá que ver con ya no poder hacer las mismas cosas que hacía antes en un cancha de fútbol o lesionarse en cada mejenga; no sé, se me ocurre que tal vez eso de sentirse viejo podría tener que ver con que muchos de mis amigos ya no se casan, se separan, y que sus hijos ya son adolescentes. Podría poner cientos de ejemplos de este tipo. Y la pregunta que me hago es en qué momento pasó todo eso, vuelvo a ver para atrás y es impresionante todo lo que he vivido, las cosas que he pasado, y que ha pasado mi familia. A estas alturas hay cosas que ya no puedo, ni debería, hacer, y aunque es muy probable que hace rato pasé la mitad de mi vida, me siento aún muy completo, a pesar de que me faltan pedazos (muy importantes) y estoy un poco roto. Han sido duros los últimos años, pero paradójicamente también han tenido algo de hermosos. La vida ha dado giros impensables, lindos, a pesar del dolor. 

Cada vez que ha habido un conflicto social, una disputa política, que me ubico en la disidencia, no ha faltado quien me ha dicho que madure, que me salga de la burbuja, que acepte el mundo tal cual es.  Hace un par de décadas esos mismos me dijeron que cuando tuviera cuarenta ya pensaría distinto. Pero no, sus vaticinios fallaron, y seguiré de ese lado, en la disidencia. No soy como ellos, no me convertí en ese señor conservador, no reniego de lo que creí en mi juventud, sigo pensando que son necesarios cambios radicales, lo pienso aún más que antes, sigo sosteniendo lo que pensaba, lo que he escrito en este blog a los largo de estos años, aunque tal vez ya no tenga la misma fuerza, aunque sea algo más pesimista. Creo eso es la fuente de la eterna juventud, algo que entendí leyendo a Mario Bendetti.
 
Así que nada, salud.