“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

domingo, 27 de agosto de 2017

El miedo anda en cleta

El apunte que iba a escribir temprano era éste y no lo que pasó en el clásico, solo que simplemente salió lo otro. Seguramente porque lo pensé cuando, una vez acabado el partido, agarré la bici. Bajé unos 350 metros de altura, luego los volvía subir, a buen ritmo. Mientras escuchaba en conferencia de prensa al Pato, me di cuenta que iba subiendo sin mucho esfuerzo, es una subida como de unos 6 kilómetros, por ratos bien empinada, pero súmenle que el AyA las ha dejado como para que aquello parezca realmente mountain bike, aquello es toda una aventura.





El caso es que cuando pasé al frente de la entrada de mi casa estaba aún entero, y decidí seguir. Seguí subiendo. Y subí la primera cuesta, muy larga, bastante dura, pero como seguía bastante entero, seguí, luego pasé por las lecherías. Como 200 metros más arriba, llegando a un plantel del AyA un carro azul pasó a mi lado, un Hyundai, habían al menos tres personas en ese carro. Pararon, y se me heló la sangre, "¡mierda!" pensé, "ahora sí, ya me tocó...". Reduje la velocidad (ya de por sí no iba muy rápido, es la salida de otra cuesta), e hice como a devolverme. El conductor del carro, siguió, pero sólo para dar vuelta como a diez metros. Y ahí sí me asusté, di vuelta y pensé que era imposible huir. Pensé que lo mejor era aprovechar que estaban dando la vuelta para buscar rápidamente dónde meterme sin que me vieran.


Así que me metí a una casa que tenía el portón abierto, bueno estaba como en una cochera, que como es un sitio rural era más abierto. Pero los maes alcanzaron a verme. Pararon justo al frente de la casa. Me sentí perdido, se me aceleró el corazón, y ya me disponía a entregarlo todo sólo esperando que no me hicieran nada. Sentí mucho miedo. Traté de ocultarme detrás de un carro que estaba en la cochera, pero fue inútil, me habían visto, no tenía ninguna duda. Me supe perdido.

Pude ver que se bajó un tipo, vestía de negro, vi que en el carro había una chica. El que se bajó tenía la mano derecha en su jacket, y en la mano izquierda tenía algo como un palo. Sentí frío en todo el cuerpo. Y cuando el mae se fue acercando, dijo: "¿quién anda ahí?", confundido caí en cuenta de lo que estaba pasando.

El mae vivía justamente en esa casa, y cuando se bajó del carro estaba sacando su celular y en la mano izquierda lo que llevaba era su paraguas. Me di cuenta de lo ridícula de la situación, quise reír, más por alivio que por otra cosa, pero no pude más que salir, y decir "disculpe, es que me asusté un poco, disculpe...", lo dije unas tres veces, hasta que la pareja del carro se fue, quién sabe pensando qué, y el dueño de la casa estaba en su puerta muerto de risa. Pero apuesto a que también se asustó un toque, aunque a decir verdad, lo digo tan solo por un poquito de amor propio.

O sea, que al final todo fue una película que me armé en mi cabeza. Pero lo realmente jodido es que he (hemos) llegado a esto, a andar con miedo, y eso no está bien, algo anda muy mal.




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Apunte Futbolero: El Pato

Como hoy se jugaba el clásico me quedé en casa. La salida de Floro era la única forma de salir, aunque fuera de momento, de la profunda crisis en la Liga. Es posible que pudiera ser la única opción razonable, el mercenario que preside la institución, se decantó por la llegada del Pato López, y convirtió esa decisión en una medida de tinte populista. Lo que claramente le dio un empujón anímico a los jugadores y principalmente a la afición, que desde que el Macho destruyó al equipo no levanta cabeza. Luego el empujón fue del árbitro. Y a pesar de eso, la Liga ganó bien, como también pudo ganarlo el Saprissa, que no estará en crisis gracias al árbitro precisamente, no deberían ser malagradecidos.

Después del partido, el Pato ha caído en cuenta de lo que se le viene encima si la Liga no empieza a carburar, por eso en la conferencia de prensa dijo que ahora sí estaba nervioso. Nada representa mejor el liguismo que Wílmer López. Habrá que ver si esta apuesta por el heroísmo, por el liguismo, puro da para tanto, pero lo cierto es que al Pato todo el mundo lo quiere porque es liguista. Y lo que necesita el equipo para ganar por fin la 30, es recuperar la identidad del equipo, esa que el resultadismo destruyó. Pero habrá que ver si da.

Mientras no nos olvidemos que la apuesta del presidente de la Liga, inicialmente fue ver para afuera, y sí, un español además, que no se nos olvide que Ocampo es un merdader.

Mientras, el Pato en ese eterno amor por el club, hoy le dio un gran triunfo a la afición, un golpe anímico valiosísimo. Da igual lo del árbitro. Da igual que no debió anular ese gol a los 16 segundos, para efectos de la Liga, para efectos de la afición da igual. El problema se resuelve con algo de memoria. Así es el juego, la polémica inherente al juego, y aún con la tecnología no se resolverá, si no el fútbol sería muy aburrido, tal y como se lo imaginan los que nunca han pateado un balón y lamentablemente dirigen nuestro deporte.

viernes, 11 de agosto de 2017

40

Y llegué a los cuarenta. Se dice fácil, y bueno lo es, tampoco es complicado. De hecho me gusta ser de ahora en adelante un cuarentón, siempre me ha gustado cumplir años, y cambiar de década me parece algo emocionante, aunque claro si uno se pone a pensar sobre esto, lo que hay en realidad es un eterno y efímero presente, solo que el simbolismo de la vuelta al sol lo hace especial, tal vez es nuestra manía de medir, de contar.

Contar el tiempo me parece de lo peor que hemos hecho, porque además tiene que ver en gran parte (sobre todo en nuestra sociedad) con la obsesión de la producción, y por supuesto con la obsesión por acumular. Contamos el tiempo como si fuera oro, "el tiempo es oro", "time is money", y se nos va la vida en el dinero y las cosas. Llegado a los cuarenta me gustaría parar, me gustaría que el tiempo fuera diferente (el tiempo, y los tiempos), quisiera que el ritmo de la vida fuera muy otro, incluso que la vida fuera distinta. Y ojo que me gusta la vida que he vivido, aún con los errores que he cometido, aún con la tristeza tan profunda que he sentido. En todo caso, ya saben, desde hace tiempo me obsesiona esto del tiempo: me obsesiona no tener el tiempo para la cosas importantes, o no sacar el tiempo para al cosas importantes.

Llego a los cuarenta físicamente mejor que a los treinta, me siento mucho mejor. Y quisiera pensar que llego completo, pero no. Hoy, como todos los días recuerdo a Prisci, recuerdo que me acompañó treinta cumpleaños, que cuando éramos chicos yo la invitaba a comer los 11 de agosto, que siempre estaba, y hoy no. Así que tengo una mezcla muy agridulce de sentimientos. La extraño mucho. Y eso, justamente, me hace pensar en el tiempo y lo realmente importante.