“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

jueves, 15 de diciembre de 2016

¡Usted no sabe quién soy yo!

Mucho se ha hablado estos días de la prepotencia, la arrogancia y el semblante clasista de Andrey Amador (a algunos se les olvida de dónde vienen). Se le cayeron las medallas, aunque se haya disculpado, se mostró tal cual es. Pero más allá del papelón de Amador, es común que los famosos o los poderosos se valgan de su posición para zafarse de las consecuencias de sus actos irreflexivos o prepotentes. El "¡Usted no sabe quién soy yo!" es más común de lo que pensamos o de lo que muestran las cámaras, y se da en todos los niveles. Lo más grave, y eso es lo que deja ver Amador, es que esta gente se cree impune, siente que la ley no les aplica simplemente por ser quienes son y, claro, la autoridad normalmente responde sumisa a este tipo de gente. Los ejemplos sobran. Uno muy claro y vergonzoso es el de Álvarez Desanti. Podríamos hacer una lista; pero no es el objeto de este apunte.

A nosotros en cambio, simples mortales, insignes desconocidos, nos pasa eso, y tenemos que recurrir al ¡Usted no sabe quién soy yo! de otra forma. Digamos que como defensiva frente al abuso de autoridad y el talante represivo de la policía. Nada que ver con lo de Amador. 

Resulta que en alguna de las manifestaciones contra la guerra de Irak, la policía se había puesto algo agresiva, nos llamaban terroristas, y un policía en cierta ocasión me dijo que por qué no iba a poner bombas a Irak. Otro día, cuando la policía se había cansado de que estuviéramos en la calle, y nos echó a los antimotines, uno de los tombos se abalanzó hacia mí, con cara de pitbul. Me sentí perdido y pensé que sumaría un nuevo arresto. Fue entonces cuando se me ocurrió gritarle: "¡Usted no sabe quién soy yo!"... El tombo titubeó, se quedó mirándome como preguntándose quién diablos podría ser yo... fue una fracción de segundo, pero suficiente como para salir corriendo y librarme de un arresto seguro. Es posible que el tombo haya entrado en cólera sabiéndose burlado, traicionado por su sumisión al poder, instrumentalizado... aunque es posible que no haya dado para tanto, y que simplemente se haya quedado pensando si efectivamente yo era alguien importante.

En otra ocasión, podría ser el año 2010 ó 2011 -épocas en que la policía andaba muy agresiva, estaban muy matones, y era el mal gobierno del PLN y Laura Chinchilla- estaba con unos amigos fuera de La Chicha, nada más hablando. Las cervezas las habíamos dejado adentro, la policía hizo un operativo y ordenó que entráramos, nos dijo que no podíamos estar en la acera. Preguntamos por qué y uno de los oficiales entró en cólera, nos gritó que estábamos obstruyendo la vía. Asombrado por la respuesta le pregunté a quién le obstruíamos la vía, más sorprendente fue la respuesta: "¡A mí!". Me hice a un lado y le dije "pase, nadie le obstruye el camino". Parece que el oficial se enojó un poquito, porque al rato volvió con refuerzos y me pidieron la cédula. La cosa se tornó absurda cuando dijeron que estaba arrestado, y uno de los compas preguntó por qué. La respuesta de antología, aunque típica, fue: "resistencia a la autoridad, no quiso entregar la cédula"... Este compa le hizo ver que tenía mi cédula en la mano, la respuesta del policía fue un codazo a la mandíbula. Luego de eso, mientras fui llevado a la perrera que estaba cerca del Hotel de Rey, el policía me insultó tantas veces como se puede en 150 metros. "Vamos a acabar de una vez con esto, lo vamos a barrer como la basura que son", "se les acabó la fiesta", entre otras bellezas. Contra la pared me quitaron el teléfono, me empujaron esperando que reaccionara para golpearme, me metieron a la perrera y me dieron el celular sin la batería. Estuve media hora en la perrera, cada tanto algún policía abría la puerta para insultarme. Mis amigos estuvieron fuera tratando de que me dejaran libre. Al parecer hubo muchas discusiones, que se acabaron cuando a uno de ellos se le ocurrió decir "¡Ustedes no saben a quién han arrestado! ¡Tienen a un profesor universitario!". Según me contaron, los tombos se quedaron fríos, y parece que la jugada funcionó porque me soltaron, no sin antes volverme a insultar. A empujones me devolvieron a La Chicha, y lo más lamentable fue que alguien se había tomado mi cerveza. 

Pero bueno, la anécdota es que hay muchos "Usted no sabe quién soy yo", y tienen diferentes usos (en mi caso defensivos frente a la represión). Lo único común que tienen, y de ahí su efectividad, es que la autoridad siempre (casi siempre, seamos justos) es sumisa a los que son "alguien". De ahí que reaccionen de esta forma, que se lo piensen dos veces cuando se trata de algún personaje. Así funciona este paisito...

sábado, 27 de agosto de 2016

Ten - Pearl Jam

Según veo el disco Ten de Pearl Jam cumple hoy 25 años de haber sido lanzado al mercado. Y como otras tantas veces pienso "¡cómo pasa el tiempo!". Recién había cumplido los 14 años y ya la cabeza me daba vueltas y vueltas, sin entender lo que me pasaba, y lo que pasaba a mi alrededor. Simplemente me sentía abrumado por todo lo que ocurría. Aquello por supuesto, derivó en una crisis existencial, que en gran medida explica porqué terminé estudiando psicología. Pero eso no viene al caso ahora. Lo que sí, es que por aquella época Leo Rodríguez me prestó el disco. Esto debió ser entre marzo y abril del 92, antes había visto muchas veces el video de Jeremy, cuando MTV valía la pena. La cuestión es que cuando escuché el disco completo me sentí de muchas formas. Creo que me dejé llevar por la ira y la melancolía. Es gracioso escuchar el disco hoy, después - y para tratar de ser algo más exacto - de unos 24 años y medio; recordar lo que sentía por aquella lejana etapa de mi vida. Ahora, es melancolía lo que siento. Y no sólo por recordar la primera vez que
escuché el disco, sino porque el disco me ha acompañado casi toda la vida. Así que son muchos recuerdos, demasiados momentos felices y tristes, muy tristes algunos. Recuerdo que a aquel disco de Leo, le hice una copia en un cassette Sony, que le robé a mi tío, y remplacé el delirio de algún pastor evangélico. Disfruté mucho borrando al charlatán aquel. Algún día en mi casa, o puede ser que lo andaba en un viejo Walkman, Palma vio el cassette y lo rebautizó con lapicero azul: "EL DIEZ". El cassette sonó miles de veces, no podría calcular exactamente cuántas. Y fue hasta el 2001 que en Quebec, en una tienda de segunda, pero en perfecto estado, que al fin pude comprarlo (extiendo mi agradecimiento a la Unión de Trabajadores Canadienses, fue con los viáticos que me dieron para la Segunda Cumbre de los Pueblos de América, que pude comprarlo, ah, y también un Discman). Fue un viaje modernizante aquel. También recuerdo que en Quebec huyendo de la policía en medio de las protestas contra el ALCA, terminé sentado en el portal de un edificio, descansando un poco mientras la policía tiraba gases lacrimógenos desde un puente, los vecinos del 1A, salieron, me preguntaron de dónde era y me invitaron a pasar y cenar, eran tres maes y una chavala, me parecieron mayores (una tontería porque seguramente tenían menos de 40). Mientras, me bebía el vino que me dieron, revisé su música - una mala costumbre que aún persiste, ampliada a los libros -, vi Ten de Pearl Jam, hice cara de asombro, ellos rieron y lo escuchamos. Desde la ventana vimos caer la última bomba de gas, y a los manifestantes correr tras la última carga policial mientras sonaba Porch, fue muy raro, hacía apenas media hora yo estaba ahí abajo, ahora era un espectador. Me dijeron que era mejor que no me fuera hasta más tarde porque de seguro la policía estaría persiguiendo y arrestando gente durante algún rato. Como era otro tiempo, no tenía forma de comunicarme con los compañeros, de seguro pensaron que me habían arrestado en alguna de las escaramuzas con la policía, no volví al hotel sino hasta el día siguiente. En aquella gigantesca manifestación fue la primera vez que vi una bomba molotov; desde que la prendieron, hasta que estalló en los escudos policiales, al menos cinco, hasta que la policía se hartó y dieron la orden de llevarse por delante a todo aquel que se les interpusiera. Hoy recuerdo muchas otras cosas, eso es lo que pasa con la música, que está asociada a momentos importantes de la vida. Y a mí me pasa que recuerdo cosas porque están asociadas a la música, recuerdo lo que ocurría alrededor, el año que era y lo que sentía, porque la música está completamente pegada a mi memoria emocional. Y lo obvio, que este disco lo he escuchado por tanto tiempo que tiene un carga sentimental altísima. Además, es un discazo.




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sábado, 20 de agosto de 2016

Momento Olímpico

Hablando de lo estrictamente deportivo estos Juegos Olímpicos de Río han estado muy buenos, muy emocionantes, con momentos memorables. Algunas de las competencias las he visto por el simple placer de ver deporte de élite, dejándome asombrar y llevar por las emociones por quienes ganaban o perdían. Otras competencias queriendo que algún atleta o equipo particular ganara, digamos que por momentos sufría. Pero emociones al por mayor. Me han gustado estos juegos.

Y la verdad es que desde siempre me han gustado. Creo que ya he contado que uno de mis primeros recuerdos infantiles tiene que ver con los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980, estaba por cumplir los 3 años, por supuesto que no recuerdo ninguna de las competencias. Lo que recuerdo es la clausura, 3 de agosto, y lo recuerdo porque un Oso Misha lloraba en un enorme mosaico en la grada del Estadio Central Lenin, yo también lloraba, o eso recuerdo. Y luego de eso cada una de las olimpiadas siguientes me ha emocionado, de diferentes maneras.

Supongo además que con la edad he ido valorando y apreciando cada vez más el esfuerzo de los deportistas, aún cuando muchos sean profesionales, no es fácil llegar a unos Juegos Olímpicos. Se aprecia por supuesto porque en algún momento hice deporte, no de alto rendimiento, pero al fin de cuentas hacía deporte, y es un gran esfuerzo. A mí hubiese gustado ser atleta (tantas cosas me habría gustado ser), pero la verdad yo soy de las personas más indisciplinadas que conozco, nunca pude centrarme lo necesario para poder competir en esos niveles, y ahora a los casi cuarenta, a lo único que aspiro deportivamente es a entrar en el equipo de veteranos y no hacer el ridículo. Por eso es que hoy me resulta mucho más sencillo valorar el esfuerzo que hacen estos deportistas.

Esfuerzo que por cierto en muchos países hacen sin el más mínimo apoyo de los gobiernos, ni siquiera de los dirigentes. Muchas veces los atletas van a los Juegos a pesar de sus propios países, a pesar de los oportunistas y muy bien acomodados dirigentes, a pesar de la mezquindad de quienes sólo financian un sólo deporte, y de la mediocridad de tantísimos periodistas que envenenan día con día a la gente con su infinita ignorancia.

Hoy veía una pequeña entrevista en ESPN (versión mexicana) a Lupita González, marchista que ganó la medalla de plata tras 20 kilómetros de competencia, - y quien sabe cuantas horas de entrenamiento-. El periodista (un espécimen prototípico), le pregunta por el fracaso de los deportistas mexicanos (pocas medallas), y ella con absoluta dignidad le responde que no lo llamaría fracaso, y agrega, que no sabe cómo pueden llamar fracaso a competir en Juegos Olímpicos, si ella misma ha visto a los deportistas cómo entrenan, que no es un día ni dos, es mucho tiempo de preparación, así que no puede llamarle fracaso. El periodista, cambia su tono y su opinión - se acomoda en realidad-, y el muy hipócrita dice ahora estar de acuerdo, pero más adelantes insiste en la idea del fracaso. Ella le indica que lo dio todo a pesar de estar enferma y que el clima no les ha ayudado, que luego de la competencia tuvo ir a la enfermería por una gripe y tos que aún tiene. No se sabe de dónde el periodista sacó que le habían inyectado suero, y ella inmediatamente lo corrige y le dice que se trató sólo de tos y gripe, en tono de no se ponga amarillista tampoco, le mira con desprecio con cara de sos un imbécil amarillista. El periodista vuelve a la carga y le pregunta: ¿qué soñó anoche? y ella le contesta son un simple "¡nada!, estaba muy cansada por el esfuerzo. Aún tengo las consecuencias físicas". Y agradece a quienes le han apoyado, incluida la Universidad (y no creo que nuestras autoridades universitarias se hayan sonrojado siquiera, pero ese es un enano de otro cuento). El periodista se despide y ella lo mira con cara de asco, fuerza la sonrisa, luego parece acordarse de su triunfo, y con desprecio vuelve a mirar al periodista, que no se enteró del ridículo. Muy digna Lupita.

A mucha gente que habla tantas tonterías, sin siquiera ponerse a pensar en el esfuerzo que hace un atleta, y condenan a muchos sólo porque no le ganaron a los mejores de mundo - ¡qué varas!, habría que decirles: "andá, ¡primero bajá esa panza! después hablamos."
Una lástima, se acaban estos Juegos emocionantes.

jueves, 11 de agosto de 2016

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Me gusta esto de cumplir años. Me gusta sumarle un palito más a la cuenta. Me gustan mi canas aunque me recuerdan que ya no soy capaz de tomar la pelota y desbordar por izquierda para luego hacer el quiebre y poner un buen centro o pase mortal con la pierna derecha, ya no me da la velocidad, ya no tengo esa habilidad (ni muchas otras), claramente es la edad, el físico simplemente no da, aunque uno quiera. Así pasa, hay que aceptarlo y punto, y tratar de hacer una buena jugada la otra semana, “hay que seguir trabajando”, como diría cualquier jugador de fútbol con un micrófono al frente. Lo bueno es que todavía se puede seguir mejengueando y dolerse por el gol de último minuto que nos clavan de contragolpe tras una pérdida de balón en el mediocampo. Eso está bien, esas mejengas, que son sólo eso, mejengas, son importantes para sentirse joven un rato, y desconectarse un rato. Hay quienes no lo entienden, y no voy a tratar de explicarles, me da pereza, solo les voy a es simplemente divertido, y ya.

Me gusta cumplir años, y mirar hacia atrás, me gusta acordarme de cosas que pensaba cuando era niño, de cosas que sentía hace como treinta años. Me gusta acordarme de la vez que lloré amargamente cuando aquella carajilla me terminó, hoy me río mucho de ello y extraño aquella inocencia, aquella timidez extrema que me impidió seguir hablándole cuando me respondió sí a aquel papelito que le dejé en su pupitre (algunos atrás del mío) en el que le preguntaba si quería ser mi novia. Suena hoy ridículo – y en aquel momento más, porque mis amigos se burlaron mucho de mí –, pero en realidad es trágico, porque me gustaba mucho, y todavía hoy me pregunto que habrá sido de ella, cómo será, quién será. Porque salvo algunos pocos, no sé en realidad quiénes son hoy aquellos con los que compartí infancia y parte de la adolescencia.

Me gusta pensar en esas cosas cuando cumplo años, cuando me doy cuenta que pasa el tiempo… me gusta la nostalgia, pero sin abandonarme a ella y perderme. Me gusta recordar, me esfuerzo por hacerlo. Me gusta a veces leer algunos de estos apuntes y recordar qué pensaba, y preguntarme si sigo pensando lo mismo, me gusta ver cómo me sentía en un momento determinado, aún cuando estos apuntes no le revele a quien lo lee muchas cosas, porque hay muchas cosas que no sabría cómo decir, o porque simplemente creo que serían absolutamente irrelevantes. Pero cuando leo apuntes de tiempo atrás, sí recuerdo por qué escribía algo en particular, qué estaba sintiendo. Me gusta hacer eso, por todo eso es que me encantan los anuarios y los resúmenes de fin de año, por ejemplo el anuario del diario argentino Página 12 me parece formidable.

Creo que esta será la quinta vez que escribo un apunte cumpleañero. Leí los otros cuatro hace un rato y me divertí un poco la verdad. Tras leer los apuntes de los últimos dos cumpleaños me alegra mucho haber superado todo eso que estaba sintiendo. Me alegro haber terminado los cursos de la maestría porque vuelvo poco a poco a sentirme dueño de mi vida, o sea de mi tiempo, suena exagerado yo sé, pero me estaba consumiendo ese ritmo, una locura.

Desde hace un tiempo para acá estoy algo obsesionado con el tiempo, con esto de pensar que nuestro ritmo de vida es el ritmo de la producción. Que el trabajo nos condiciona y nos consume, y me da mucha tristeza que tanta gente desperdicie su vida trabajando en la forma en la que lo hace, porque es jodido, es lo terrible, que se nos vaya la vida produciendo para que Otro goce del fruto de nuestro esfuerzo.

Puede ser algo tonto, pero desde hace años decidí no trabajar el día de mi cumpleaños, me reservo siempre vacaciones para disfrutar este día, y lo hago para sentirme dueño de mi tiempo, para no tener horarios, para parar, para hacer lo que me dé la gana, para leer, comer rico, para ser dueño de mi vida aunque sea un día, lo hago para celebrar que estoy vivo, para recordarlo. Quiero pensar que puedo recuperar el tiempo, mi tiempo, no se trata de pensar remendar cosas, sino de sentir que el tiempo es mío, romper que con estos horarios deprimentes de ocho diarias de trabajo. Hablo de tener otro ritmo. Y desearía poder tenerlo y dedicarme a cosas que me parezcan más interesantes y estimulantes y sensatas, pero bueno así es por el momento la cosa, tampoco es que me va mal tampoco. Supero el pesimismo y la pesadez de hace un año y ahora me rodea un paisaje verde, deliciosamente frío, y buena compañía, así que lo que queda es hacer una buena tesis, que sí es algo que me terminará de liberar para hacer otras cosas.

Llegué a los treintas y todos, y ahora sí, me acerco peligrosamente a los cuarenta. Es raro eso de llegar a los cuarenta, porque me siento joven y no es cómo me lo imaginaba, es mejor. Recuerdo que hace unos 15 años nos burlábamos de la juventud del Partido Comunista cubano y su dirigencia cuarentona, y bueno estamos aún jóvenes, enteros que llaman.

Así que pos nada, y como dijo Guima “¡A celebrar Carajo!”

Salú!!!

Pd. Les dejo a Paul McCartney, una de esas canciones que por estos días me dan vueltas y vueltas en la cabeza. Me gusta esa voz de viejo en esta canción.





Y esta otra de Cerati, que también nació un 11 de agosto…




martes, 9 de agosto de 2016

¿Taxis o UBER? Lo que hay que hacer es mejorar el servicio público

¿Alguien se acuerda cuál fue parte del premio a los futbolistas que superaron la primera ronda en el Mundial de Italia 90? ¡Una placa de Taxi! Es posible incluso encontrarse en Heredia a Germán Chavarría taxiando.  Es una charlatanería la forma en que el Estado costarricense ha manejado este servicio público. Las placas de taxi han sido durante décadas botín político, recuérdese que los diputados tenían una cantidad de placas para repartir a sus “pegabanderas” como premio a su leal colaboración electoral. Es posible que políticos haya utilizado de pantalla a alguna persona para usufructuar la placa, o puede pasar que al tiempo alguno de estos políticos haya “comprado esa placa”. O sea, que esto de las placas de taxi ha estado a  la libre desde hace mucho tiempo, desde antes que yo naciera, así que si pensara de forma simplista podría llegar a la conclusión de que es el orden natural de las cosas. Parte también del problema es la multipropiedad de placas, los choferes trabajan para alguien (eso proletariza el servicio de una forma espantosa), y cuando es despedido, habrá otro dueño que necesita poner en circulación alguno de sus 40 carros. Así que con esta forma de hacer las cosas no debería extrañarnos que tengamos estos resultados.

Todos, absolutamente todos, tenemos una mala experiencia con algún impresentable que conduce un taxi. A mí una vez me reventó la cara un taxista, otro quiso cobrarme 7 mil colones de San José a Vargas Araya, otro no quiso llevarme porque la vuelta era de mil colones, otro una vez me sacó un cuchillo, que seguro era el que usaba Rambo, y además andaba todo tipo de armas (un exmilitar panameño). Y así deben de haber miles de historias, mis amigas tienen otro compendio que van de asaltos hasta acoso sexual. Hay demasiados impresentables detrás del volante. Como también hay mucha gente decente taxiando, y hay muchos impresentables de usuarios. UBER ha puesto en la discusión pública todo esto que ya sabíamos, y ha puesto en jaque a la “fuerza roja”, porque las quejas contra los taxistas son más que válidas, insisto todos hemos tenido nuestras malas, pésimas, experiencias con taxistas. 

Desde mi punto de vista UBER es ilegal, y competencia desleal. Luis Guillermo Solís en cadena nacional se refirió a la protesta diciendo: “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”, ¿¿¿¡¡¡ah
sí!!!???, pues que se aplique la ley, se está ofreciendo un servicio público de forma ilegal. Como también deberían serlo los porteadores. Llevan la razón en esto los taxistas. El problema es que también llevan la razón los usuarios. Y “Luisgui” de forma irresponsable se monta en el carro de la represión y condena la protesta para mostrarse como “hombre fuerte”, desde temprano se dispuso “al mando de la situación” vestido como si fuera a cazar elefantes junto al exRey Juan Carlos. Para peores, mediante un tuit en su cuenta oficial, el Ministerio de Seguridad acusa de terroristas a los dirigentes de los taxistas. Esto no ayuda para nada a una solución a este tema complejo, esa carta de criminalización y de nombrar terroristas a quienes protestan no debería ser jugada, es peligrosa.

Creo además, que la dirigencia de los taxistas está equivocándose en sus estrategia, los usuarios no somos los enemigos, tampoco los choferes de UBER, que al igual que los taxistas legales, los porteadores y los piratas, andan buscando como ganarse la vida. El enemigo es la transnacional, el enemigo son los dueños de las placas y se enriquecen con un servicio público y su trabajo, el enemigo es esa clase política que ha hecho fiesta con el negocio de las placas. Ahí está el enemigo, y deberían hacer más por enfocarse contra ese enemigo y ganarse a un poderoso aliado: los usuarios, o sea, nosotros. Pero parece que los asesora la misma persona que asesora a los médicos, o sea, un inútil.

Como dije desde mi punto de vista UBER es ilegal (y ese es mi punto de vista, aclarando que es el de un lego en la materia), y lo es también en muchas urbes, en todo el mundo hay protestas contra esta transnacional. Insisto que hablamos de un servicio público que debe ser regulado y tratado de con absoluta seriedad, no me voy a meter con lo que implica UBER en términos de la visión neoliberal del mundo, para no hacer más largo este apunte, ya que me importa más pensar que en lugar de legalizar UBER, deberíamos proponer arreglar el desastre que nos ha legado el clientelismo como política de Estado. Hay que pensar además en una política integral de empleo, cosa que los gobiernos neoliberales ha renunciado a hacer, porque esta es la base que alimenta a UBER y su sistema de explotación. Luego podemos entrarle a este asunto en otro apunte, y también al patético y servil papel de los medios privados de comunicación . 

Me parece que hay que hacer varias cosas para ordenar este desastre, si yo fuera el Ministro de Transportes me echaría el pulso con esta propuesta, claramente no duraría ni cinco minutos en el puesto, pero lo intentaría:

Lo primero que hay que hacer es  acabar con la multipropiedad de placas de taxi, nadie absolutamente debería tener 40 placas, ni 2 siquiera. Una placa de taxi debería ser considerada una concesión que se otorga a una persona física durante un tiempo determinado y bajo una serie de criterios objetivos. O sea, nadie es dueño de la placa, no puede ser transferida ni vendida de forma individual (privada), ni tampoco heredadas.  Se trataría entonces de una concesión por un tiempo limitado y que podría ser revocada antes de tiempo si no se cumplen una serie de criterios. La revocatoria debes ser una prerrogativa del Estado. Tampoco podría “alquilarse” esa concesión que estaría ligada directamente con un número de cédula y por tanto con una licencia de taxista. 

Entonces, si a alguien se le otorga una concesión debería tener la posibilidad de pensionarse a la edad que establece la CCSS y una vez que se cumplan con las cuotas – he aquí un primer criterio para una revocatoria de la concesión, cuotas al día con la CCSS –, podría incluso crearse un régimen especial, que sea justo con las complejidades de ese servicio. Un segundo criterio: seguros al día, revisión técnica al día. Pero volviendo al tema de la CCSS y la obligación de cotizar, una vez que una persona se jubile esa placa se “libera” y queda disponible para otra persona que esté inscrita en una lista pública, que cualquiera puede revisar en línea, todo transparente, nadie puede saltarse ese orden de la “lista” salvo que la persona renuncie por escrito a obtener la concesión. 

Para inscribirse en esa “lista” habría que cumplir con una serie de requisitos mínimos, claramente tener una licencia de conducir al día (con todo lo que ello implica), que debería incluir capacitaciones en el manejo de relaciones interpersonales, algún idioma como segunda lengua, conocimiento de sitios de interés cultural, y por supuesto un proceso de sensibilización en temas de género (para prevenir situaciones de acoso y violencia sexual), o cualquier otra cosa que sea de utilidad para tener un taxi y dar un buen servicio. Pero esto  debería ser el mínimo. Recordemos que estamos hablando de un servicio público, y que la experiencia nos dice que hay aquí fallas serias en este momento.

Le correspondería al Estado establecer un sistema de puntos para esas licencias de taxi, de tal forma que los incumplimientos tengan consecuencias reales. Paralelo debería existir un sistema y criterios (que se puede traducir en una aplicación, ahí como la que tiene UBER o Easy Taxi pueden servir como modelos), para calificar el servicio. Y lo importante es que esa calificación tenga consecuencias, porque hoy día parte del problema es la sensación de impunidad frente a los múltiples abusos que hemos sufrido. Por ejemplo, un taxímetro alterado debería acarrear una dura sanción, hay tecnología disponible que podría hacer fácilmente medible una ruta y su costo, por ejemplo con Easy Taxi se envía un recibo al correo electrónico un minuto después de bajarse del taxi, o sea, que ya es posible este tipo de cosas. Con estas pequeñas propuestas, bien llevadas a la práctica, UBER no tendría razón de ser en un país como este, adiós negocio neoliberal. 

Así que si el gobierno estuviera realmente interesado en solucionar este asunto debería ir al origen del problema. Es la solución más compleja, es posiblemente la vía larga, porque claramente los dueños de las placas (muchos políticos, exjugadores de fútbol, entre otros) ejercerán toda la presión para no perder el negocio, pero es la vía a una solución a este desmadre y enfrentamiento que estamos viviendo, las matonadas de Luisgui no agregan nada, además nadie le cree. 

Pero sin duda, lo más jodido de todo es que nadie, o casi nadie, pensará en nosotros, los usuarios, y más patético, ni siquiera los mismos usuarios, encandilados con UBER, y con pereza de ponerse a pensar. Así está la cosa, y seguramente pronto (o tal vez no) la Sala IV vaya a decir quién sabe qué güevada, una de esas a las que ya nos tiene acostumbrados, porque es un órgano que interpreta políticamente la Constitución, que también es Política. 

domingo, 15 de mayo de 2016

La calculadora

Es lamentable pensar con la calculadora en la mano, sobre todo cuando se ejercen puestos de poder, porque no hay forma de que los números cuadren. Cuando los dirigentes sacan las calculadoras ya todo se jodió, porque eso quiere decir que están dispuestos a torcer sus propios principios, y claro también las voluntades de otros. La calculadora implica el chantaje, ceder también a chantajes, es venderse, perder autonomía, entregarse a los caprichos de grupos de poder (no siempre con agendas transparentes, a veces hasta corruptos); y lo que pasa es que quien saca la calculadora cree que así le van a cerrar las cuentas. Y la cosa es que aún así no cierran.

Claramente una cosa es tener que negociar y tener la capacidad (y la fuerza para hacerlo), y otra es esta mecánica perversa de tomar decisiones con la calculadora en mano. No es fácil gobernar un país, no es fácil dirigir instituciones complejas, como la UCR, por ejemplo. Es más difícil aún cuando el proyecto no es tan claro, o cuando el proyecto se construye alrededor de agendas que se contraponen, y se hacen promesas tratando de quedar bien con todos, menos aún cuando se asume un discurso de cambio con viejas prácticas. Es ahí cuando la calculadora sale, y empiezan las maniobras, y el pragmatismo se hace regla. Eso no me extraña, es típico de quienes buscan mantenerse en el poder a toda costa y perdieron el horizonte hace tiempo, bueno sí es que lo tuvieron.

Pongamos como ejemplo lo que hacemos en la Vicerrectoría de Acción Social, concretamente desde Trabajo Comunal Universitario (TCU). Nuestro trabajo consiste en promover procesos pedagógicos con estudiantes y docentes que tengan impactos en comunidades, o sea, procuramos que los estudiantes aprendan haciendo, pero no desde cualquier lugar ni desde cualquier hacer, porque la cosa no es hacer por hacer. Cuando el TCU fue creado en nuestra Universidad no fue pensado como un voluntariado o como mano de obra barata para empresas o instituciones, tampoco fue pensado desde el mesianismo. Fue pensado como proceso de construcción de conocimiento y de transformación social. Sé que hay algunos académicos que consideran que no estamos para transformaciones sino para generar capacidades ("no dar la caña sino enseñar a pescar" en el lenguaje neoliberal de moda), se resignaron, envejecieron, sacaron la calculadora.

A lo que voy es que nuestro trabajo más allá de los cálculos políticos de las autoridades de turno, nuestra misión es velar porque no se tuerzan algunos principios, porque no se pervierta ese proceso pedagógico que es el TCU. Lamentablemente en nuestra Universidad se torció, por falta de supervisión, por desidia, por facilismo, por razones ideológicas; y en algunas Unidades Académicas, además, se desprecia ese hacer. Ha ocurrido también, que las universidades privadas creen que el TCU es hacer cualquier cosa, literalmente lo que sea.

Nosotros no estamos para hacer cualquier cosa, porque podemos aportar mucho, hacer cualquier cosa es desperdiciar recursos muy valiosos, es desaprovechar una valiosa oportunidad para aprender y enseñar. El TCU debe, necesariamente, generar aportes transdisciplinarios, a partir de la construcción dialógica de conocimientos, comportamientos y prácticas que promuevan procesos colectivos orientados a la incidencia directa en el entorno socioambiental. Y en ese proceso esperamos que el aprendizaje sea en doble vía, o sea, la Universidad también debe aprender.

En cierta ocasión un docente de agronomía me espetó que yo no sabía cómo se hacía un injerto de maíz, y no sé qué cosas, y claro que tenía razón, no lo sabía y aún no lo sé. Yo le respondí que yo no tenía porqué saber eso, y que de todas formas la discusión no estaba ahí, si no en el cómo se interactuaba con la comunidad, desde qué lugar se hacía, y que desde ahí sí que teníamos mucho que decir, y que precisamente para eso estábamos, para colaborar en la orientación del trabajo comunitario, que no era nuestra política ubicarnos en el lugar de los expertos, sino en la de generar procesos de aprendizaje con estudiantes y comunidades, potenciar autonomía, construir sujetos sociales. Eso no gustó al profesor que se imaginaba el TCU como una práctica profesional. Nuestra postura tampoco ha gustado a otras Escuelas y Facultades, acostumbrados (en algunos casos) a hacer cualquier cosa, a creer el TCU como la práctica académica que no tienen, o "llevar la luz" a esas comunidades atrasadas, visión muy desarrollista por cierto. Esto es lo que hemos venido poniendo en cuestión, teniendo claro que en algunos sectores no se prepara a los estudiantes para el trabajo en comunidad, y bueno, para eso es que está la formación humanista de la U, esa es nuestra razón de ser como TCU, ese es nuestro aporte a la formación de profesionales.

Al parecer algunas Escuelas o Facultades se han molestado un poquito porque hacemos nuestro trabajo, pero eso es normal, y hasta esperable, ojalá expresaran su malestar públicamente, los invitaríamos a discutir, no nos da miedo el debate, lo estamos deseando. Pero sucede esos académicos no discuten, sino que se quejan arriba, donde se toman decisiones con la calculadora y donde se tuercen los procesos académicos. Pero también eso es normal, y lo esperamos de las autoridades. Lo realmente jodido es cuando la calculadora se instala en el cerebro de otras personas, y justifican ese cálculo, por ejemplo culpándonos por hacer nuestro trabajo. Lo lamentable es que no son pocos, y que a ellos no les cierran las cuentas, porque, claro, no son sus cuentas.

jueves, 11 de febrero de 2016

El TEU, el Semanario y las formas

Y vamos de vuelta con las elecciones universitarias. Hoy inició el periodo de inscripción de candidatos a Rector de nuestra Universidad. 

El Semanario Universidad - venido a menos desde hace ya unos años -  publica una entrevista a Carmen Cubero, Presidenta del Tribunal Electoral Universitario (TEU). La entrevista no da para mucho, fundamentalmente por dos razones: las preguntas de la periodista (Monserrat Cordero Parra); y las respuestas de Cubero. 

Si el objetivo era solamente comunicar las formalidades de la elección bastaba con ver un comunicado del TEU o revisar su página web, y hacer un pequeño artículo informativo, simple. Desde mi punto de vista, ésta es una entrevista perdida, las preguntas debieron ser otras. Ahora, es posible también que la entrevistada no diera para mucho, pero eso no lo sabemos por el tipo de preguntas que le hicieron.

De lo poco que se puede comentar de esta entrevista (digamos una página perdida en esta edición del Semanario), sobresale la pregunta con que se abre la entrevista de marras. Y es que, es de resaltar la pobre visión que tiene la Presidenta del TEU en torno a la elección del Rector. Cuando la periodista le pregunta cuál es la importancia de esta elección, Cubero contesta con una simpleza que me asombra: "El rector es el funcionario de más alta jerarquía ejecutiva y forma parte del Consejo Universitario. Es importante porque en estas elecciones se elige al representante legal de la Universidad."

Para Cubero la importancia de la elección radica en lo formal, no en lo político. Se elige un representante legal, no una autoridad, que le da su impronta a la Institución. Su respuesta omite olímpicamente que se trata de la conducción de la principal Casa de Enseñanza Superior del país, y posiblemente de Centroamérica, se trata de la dirección de los recursos a unos y otros proyectos e inciativas de la Universidad. Se trata de si llevar a la Universidad hacia un rumbo tecnocrático o dirigirlo a las necesidades del país, de si nos conectamos con la sociedad o seguimos ciegamente el dictado de los mercados, de si las tendencias de mercado terminarán de imponerse; de si desconoce o no a los trabajadores como interlocutores, o se sigue negando la negociación como vía de resolución de conflictos; se trata de si, por fin, los interinos tendremos algún tipo de solución. Y tantos otros temas.

Dirán algunos académicos (sobre los propietarios, o sea los que votan) que exagero, pero no. Estamos hablando de que quien gobierna, controla el presupuesto, o al menos tiene la iniciativa presupuestaria, y eso no es poca cosa, porque la dirección de los recursos marca una visión de Universidad, o sea, que en la administración pública las intenciones, por más buenas que sean, si no se traducen presupuestariamente, son meras declaraciones de principios que sirven de poco. Y esto no es un reduccionismo, sin cacao no hay chocolate, y quienes trabajamos en Acción Social lo sabemos de sobra, si no hay plata no hay proyecto que resista. 

Como todas las preguntas de esta entrevista están centradas en lo formal, Cubero se queda en su zona de confort, ni hay ni una pregunta que pueda incomodar a la Presidenta del TEU. Por ejemplo se le pudo preguntar si estaba de acuerdo con el mecanismo de elección, o cuál era su opinión que un grupo tan reducido de personas fueran las que eligen al Rector. Esas preguntas hubiesen sido dignas de un verdadero periodismo, pero ya sabemos que el Semanario ahora no es "militante" y se dedica al "periodismo objetivo". Lástima, cada vez más Nación.

Hace un año hice un apunte sobre el TEU y su 40 aniversario, en él comentaba que durante el VII Congreso Universitario el TEU presentó una ponencia que fue repudiada y votada ampliamente en contra (una paliza digamos, con regañada incluida por parte de los congresistas) por su carácter reduccionista y antidemocrático. Me parecía - y me sigue pareciendo -, que luego se semejante despropósito el TEU en pleno debió renunciar, una cuestión de dignidad digamos. Pero nadie renunció. Hoy ese mismo Tribunal apegado a las formas, y con esas tendencias antidemocráticas se apresta a conducir un nuevo proceso electoral, en el que la mayoría de los universitarios estamos excluidos. Pero para el Semanario esto no es un tema, para el TEU menos, como tampoco lo fue para el Rector Jensen durante sus ya casi cuatro años de gestión. Ya veremos si los ciudadanos universitarios (es decir los que sí votan) tiene algo que decir al respecto, hasta el momento algunos creen que somos una Universidad más democrática que en países como México, vaya consuelo.

Después de todo si se le podía sacar alguito a la entrevista.

jueves, 14 de enero de 2016

Apunte Che: Fito Páez.

Tras dos años de intermitencia en el Blog, regreso. Espero este año escribir bastante más seguido, de la maestría solo me falta la tesis, que no es poca cosa, pero ya no tendré la presión de la responsabilidad de hacer entregas para los cursos y las lecturas que día a día tenía que hacer. Debo decir que me resulta maravilloso que mi rutina haya cambiado de esta forma, no tener que asistir a cursos casi todas las noches es un respiro de aire puro, casi tan fantástico como el que se respira en mi nueva casa. Pero bueno, este apunte no trata en lo absoluto de esto, si no del concierto de Fito Páez.

Buenos Aires, Argentina. Diciembre de 2015.

El pasado 20 de diciembre nos pusimos de acuerdo entre varios amigos que estábamos de vacaciones por el sur, para ir a ver a Fito Páez al Teatro Gran Rex. Nunca he sido fanático de Fito, de hecho hasta podría decir que no soportaba escuchar un disco suyo completo, esto a pesar de que hay canciones de Páez que realmente considero joyas, y que además tengo un par de sus discos (Circo Beat y El Amor después del Amor). Lo que pasa es que me aburría, me parecía - y esto es solo una opinión -, que su tono de voz era monótono, además siempre me pareció bastante pedante y su gesticulación no me gustaba, y tampoco me sigue gustando mucho.




La primera vez que lo vi en vivo, fue en un concierto en el Melico Salazar, y fui no muy convencido, en esa ocasión me estrené como fotógrafo de Radio U. El resultado fueron unas 20 fotos medianamente aceptables, nada mal para un primer trabajo fotográfico con una cámara prehistórica y la inseguridad que me dejó un curso corto que hice en la U. Aquel concierto me gustó, aunque no me fascinó. Y a pesar de ello, ese concierto representó un giro en mi vida, pero ese es un enano de otro cuento.

Esta vez el concierto tuvo una connotación completamente distinta, empezando por ser en tierras argentas - concretamente en el majestuoso Teatro Gran Rex -  y porque se trataba de los 30 años de la publicación de Giros, pero sobre todo porque la Argentina atraviesa un momento complicado, un giro lamentable a la derecha. El ambiente anda crispado, y desgraciadamente lo seguirá estando.

Desde antes de iniciar el concierto ya se escucharon algunas manifestaciones políticas cuando apareción Martín Sabbatella en el teatro, nosotros no nos enteramos que era él hasta que revisamos en Twitter. Pero una amplia mayoría de los presentes empezó a corear "vamos a volver" (consigna Kirschnerista tras la derrota electoral).

Pues bien, inició el concierto con Giros, y en el mismo orden del disco sonaron las otras ocho canciones que contiene ese álbum: Taquicardia; Alguna Vez Voy a Ser Libre; 11 y 6; Yo Vengo a Ofrecer Mi Corazón; Narciso y Quasimodo; Cable a Tierra; Decisiones; y, D.L.G. Ver a Fito Páez en un teatro como el Gran Rex es otra cosa, seguramente es una polada lo que estoy diciendo, pero lo que me parece es que el ambiente es bastante distinto, mucho más sentido, mucho más fiesta, mucho más de todo, que el concierto que viví en el Melico. No sé si fue porque había más de tres mil personas, no sé si era el ambiente, si fue porque era diciembre, si porque estaba en Argentina y cuando uno está en otro país todo cobre otro sentido. Puede ser eso, como que de repente Fito Páez tuvo sentido, no se me hizo tan ajeno, como que el escuchar el coro en "argento" fue distinto. No sé, pero me ha pasado con el tango, con el folklore argentino, me pasó también con la música banda en Guatemala, y el duranguense en México. 






El concierto fue creciendo en emoción conforme avanzaba, y para colmo apareció Fabiana Cantilo, que le puso un matiz muy lindo al concierto. Luego de haber tocado todo el Giros, siguió con Del 63; Tres agujas; Canción sobre canción; Nunca podrás sacarme mi amor; y de Spinetta Folis Verghet; siguió con una de Charly García: Fanky; Instantáneas; y otra de Spinetta Hay otra canción. Hubo varias referencias al momento que vive Argentina y una burla a los milicos.







Así pasaron otras nueve canciones más, con el público en la bolsa y extasiado, Fito nos llevó hasta Y dale alegría a mi corazón, y si ya el concierto estaba emotivo, esto fue el éxtasis (bueno uno de ellos) y el cierre del concierto. Cantó, cantamos... y luego nos invitó a seguir cantando, y así lo hicimos durante más de cinco minutos, y Fito pidiendo más, las manos se agitaban (a lo argentino, como en el estadio), y cada vez más fuerte coreamos... "y yaaaaaa verás, las sombras que aquí estuvieron no estarán, y yaaaaa verás que no necesitaremos nada más... y dale alegría, alegría a mi corazón...", y la alegría era tanta que que se nos hacía un nudo en la garganta, y la emoción era tanta que no necesitábamos nada más... e iba de nuevo, y cada vez más fuerte. Un hermoso momento, de lo mejor que he vivido en la vida. Hice el video, que se queda corto, pero al verlo se me eriza la piel.


Esa era la invitación a que Fito tocara otra, así estaba previsto, lo que no sabíamos era que al reabrirse el telón sonaría Yendo de la cama al living, pero con Charly García. Y ese fue el éxtasis (el otro). Confieso que nunca había visto a Charly en vivo, y sin ninguna duda será la última vez, Charly está en las últimas, en silla de ruedas, y puede apenas sostener la guitarra, su voz se escucha bien, pero es claro que él no lo está. Así que este otro fue un gran momento. Tres canciones más tocaron juntos: Necesito tu amor; Ciudad de pobres corazones; y Brillantes sobre el mic. ¿Qué más se podía pedir?










Y el cierre fue de lujo: A rodar mi vida. Todos cantamos "...y a rodar, y a rodar mi vida, yo sé dónde va, pero tampoco creo que sepás vos...". Y cuando pensé que se acababa, llegó la fuerza de la Mariposa Teknicolor.



La fuerza con que cerró el concierto nos dejó eléctricos. Pero ahí no se terminó la cosa. Nos esperaba en el lobby del teatro la multitud, cantando "oooooh vamos a volver, a volver, vamos a volver...", con la misma fuerza, con el eco del lugar, cientos de personas abrazadas a Sabbatella, Cecilia Roth, y otros personajes cantando, aquello se volvió en una especie de mitín y durante más de diez minutos la gente estuvo cantando, imposible no contagiarse. La cosa se extendió a la calle, y de pronto la Avenida Corrientes se llenó de gente.











Dije al inicio de este apunte que no era "fan" de Fito Páez, pero debo decir que este concierto lo ha cambiado todo, es sencillamente imposible salir inmune de una experiencia de este tipo.