“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

miércoles, 7 de marzo de 2007

Un par de ideas sobre el trabajo en tiempos de la contrarreforma neoliberal

La profundización del proceso de globalización neoliberal ha tenido como consecuencia, sobretodo en los países subdesarrollados, un grave retroceso en la calidad de vida. Esto a pesar de que contamos con la tecnología suficiente como para eliminar la miseria y el hambre, reducir considerablemente la jornada laboral y llegar al pleno empleo.

Acceder a una fuente de empleo digna, implica, básicamente - para una amplia mayoría - todo un “milagro” y hasta una “bendición”, a pesar de que lo consideren como una desgracia necesaria. Y es que efectivamente es una paradoja: los trabajadores se sienten “felices” de ser explotados, aunque pueda parecer una afirmación temeraria, no lo es. Hoy debemos sentirnos agradecidos de ser explotados, porque las fuentes de trabajo escasean, hay que cuidar el puesto de trabajo a como dé lugar. Por supuesto que también existe todo un aparato que pone en funcionamiento todo esta nueva dimensión de la explotación: las técnicas de “motivación” y de identificación con los patronos, vía gratificaciones económicas y afectivas (cuidadosamente planificadas y ejecutadas por los operadores de la salud mental, como se les suele llamar hoy día). Estas técnicas en las empresas han evolucionado a tal punto que efectivamente, el trabajador no sólo es más explotado, tanto por el patrono como por el conjunto del sistema, sino que además es más pobre material y espiritualmente, y lo peor es que casi se siente orgulloso de ello.
Sin embargo, a pesar del “alivio” de tener trabajo, este trabajo no deja de ser una fuente de estrés, cansancio y una terrible angustia por la sobrevivencia gracias a la competitividad constante a la que nos vemos sometidos, es, en fin, toda una carga. Esta es precisamente la paradoja; parece que somos felices de ser explotados. Esto empeora cuando el trabajador o la trabajadora son conscientes de su condición de explotados, ya que el sistema les dice que no hay alternativa, pero no sólo lo dice, sino que lo impone como única realidad posible, cualquier otra cosa es la locura, es irracional, subversivo, demoníaco (Chaves, Fidel, según Bush y otros súbditos suyos como Arias).

El ser explotados sin que nos cuestionemos el proceso por el cual estamos siendo explotados, nos permite entrar en el mundo del consumo irracional de cualquier objeto que se pueda consumir (y hoy todo ha sido reducido a objetos de consumo), y por lo tanto existir en el mundo: consumo luego existo. Ser sujeto inmerso en el trabajo, quiere decir que se es sujeto de crédito, o lo que es mismo, se es un sujeto apto para endeudarse para el consumo. Hoy las tarjetas de crédito casi son regaladas a los trabajadores, con promesas de premios y “bajos intereses” incluido, nos ruegan para que rengamos una. Es un ciclo, donde el trabajar es condenarse a consumir objetos inservibles y con una caducidad casi inmediata, o lo que es lo mismo, es consumirse en el consumo, es suicidarse, ya que este consumo voraz consume el espíritu y la naturaleza. Nos convertimos en víctimas culpables de la destrucción del medio ambiente, y de la especie humana como consecuencia.

Justamente (mejor dicho, injustamente) el paso de la universidad al trabajo (mercado laboral) implica la aceptación de esta realidad y el acomodamiento a las “leyes” que impone el mercado mediante sus aparatos tanto sociales como ideológicos. Pocos son los privilegiados que hoy día logran pasar del trabajo a laborar, es decir, de la exigencia de sobrevivir con su fuerza de trabajo a la labor creativa, satisfactoria y liberadora, de hecho esos pueden considerarse una excepción, la mayoría estamos marcados por el trabajo que nos “incluye felizmente” en el ciclo del consumo pero que nos excluye del reparto equitativo de la riqueza que producimos.
Nada de lo anteriormente dicho suena novedoso, ya desde hace muchos años la Escuela de Frankfurt se ocupaba de estos temas,Herbert Marcuse, desde 1953 hacía una crítica bastante pesada y profunda sobre la sociedad industrial estadounidense, y de cómo ésta alienaba a los obreros.

A lo largo de la teoría de Marcuse se pueden identificar diferentes tópicos muy importantes, tales como la sexualidad, la crítica a la sociedad industrial y su unidimensionalidad, la cultura, el arte, la agresividad y la violencia, la liberación, la tolerancia represiva, la economía, entre otros; sin embargo, Marcuse solo dedica un texto directamente a la cuestión del trabajo (Acerca de los fundamentos filosóficos del concepto científico-económico del trabajo[1]) y en otros ensayos, en los que menciona el trabajo de forma indirecta y generalmente en relación con el proceso de producción u otros temas. Esto no quiere decir que el tema del trabajo no fuera importante para Marcuse, sino que hay que leer el concepto de trabajo entre líneas y en relación con la totalidad de la obra de Marcuse.
Aunado a lo anterior, vale decir que para Marcuse la promesa de liberación de la alienación y la constitución de una sociedad no represiva no se ha realizado, por el contrario, los procesos de dominación y alienación se profundizan, para Marcuse “la intensificación del progreso parece estar ligada con la intensificación de la falta de libertad”. Ya desde 1953, en Eros y Civilización, Marcuse señalaba que la dominación y la explotación aumentaban en dimensión y eficacia, y que esto no se debía a un accidente del sistema capitalista, éstas (la explotación y la dominación) son inherentes al sistema, es la “utilización irreprimida de los logros de la ciencia moderna, la técnica y la dominación. Y la más efectiva subyugación y destrucción del hombre por el hombre se desarrolla en la cumbre de la civilización, cuando los logros materiales e intelectuales de la humanidad parecen permitir la creación de un mundo verdaderamente libre.” (Marcuse, 2001, p. 18).
En el trabajo los individuos se identifican con la existencia que les es impuesta y en la cual encuentran su propio desarrollo y satisfacción. Esta identificación no es una ilusión, sino realidad […que] constituye un estado más avanzado de la alienación. Ésta se ha vuelto enteramente objetiva; el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada (...) la “falsa conciencia” de su racionalidad se convierte en la verdadera conciencia” (Marcuse, 1995, p. 41).

La sociedad industrial al hacer suya la tecnología y la ciencia, organiza cada vez con mayor efectividad el dominio, “la racionalidad tecnológica revela el carácter político a medida en que se convierte en el gran vehículo de una dominación más acabada...” (op. Cit., p.48), la industrialización, la alta productividad y el avance de la tecnología, lejos de producir la reducción del trabajo y el desarrollo y satisfacción de las necesidades se utiliza para “la perpetuación del trabajo, la industrialización más efectiva puede servir para la restricción y la manipulación de las necesidades” (op. Cit., p. 48).

Desde la perspectiva de Marcuse la única posibilidad de liberación es la ruptura con el sistema, el avanzar hacia formas no conocidas de liberación hasta el momento. Para él no hay negociaciones posibles con el capitalismo, la única opción posible es la destrucción del sistema capitalista, lo cual a la fecha, es una tarea inconclusa. La sociedad capitalista pese a sus contradicciones internas mantiene su carácter unidimensional y ha tenido la habilidad de integrar todas sus fuerzas hostiles en un continuo unificado, por lo que las proposiciones de Marcuse siguen tan vigentes como hace ya varias décadas.

A lo largo de toda la obra de Marcuse hay Múltiples referencias a Marx y a Freud, en quien encuentra la base psicológica que serviría de apoyo y complemento al marxismo. Marcuse logra ver en El Malestar en la Cultura, precisamente la base para la crítica de la sociedad excesivamente represiva, pero sobre todo, para sus planteamientos de una sociedad libre. En dicho texto Freud analizaba el peso de lo cultural sobre el accionar humano, en la imposibilidad de alcanzar la felicidad, y mencionaba tres fuentes de dónde proviene nuestro penar: “la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en la familia, el Estado y la sociedad” (1999, p. 85). Posteriormente Freud agrega: “se descubrió que el ser humano se vuelve neurótico porque no puede soportar la medida de frustración que la sociedad le impone en aras de sus ideales culturales, y de ahí se concluyó que suprimir esas exigencias o disminuirlas en mucho significaría un regreso a las posibilidades de dicha”, es decir, ya Freud estaba señalando la imposición de lo social (podríamos decir también imposición del principio de realidad) sobre las posibilidades de la felicidad del ser humano, esto a pesar del desarrollo técnico y los progresos de la ciencia de la época de Freud.
Pero Freud va más allá y señala la contradicción entre la libido y la cultura: “el amor se contrapone a los intereses de la cultura (...) la cultura amenaza al amor con sensibles limitaciones” (op. Cit., p. 100), Freud explica también que la estructura macroeconómica tiene su fuerte influencia en la economía sexual del ser humano, y agrega: “el reclamo de una vida sexual uniforme para todos, que se traduce en estas prohibiciones, prescinde de las desigualdades en la constitución sexual innata y adquirida de los seres humanos, segrega a un buen número de ellos del goce sexual y de tal modo que se convierte en fuente de grave injusticia” (op. Cit., p. 102). Para Freud, la represión es impuesta por la lucha por la existencia, y ésta lucha tiene un origen económico, al haber “escasez” de los medios de subsistencia la sociedad se ve obligada a limitar la reproducción de la especie y a dirigir la libido hacia el trabajo, a este proceso lo llamará sublimación. Freud señala no solo lo represivo de la Vienna de principios del siglo pasado en el plano sexual, sino también que esta economía de la sexualidad está muy relacionada con el modo de producción.Este análisis realizado por Freud fue uno de los puntos de partida de Marcuse en una de sus obras más conocidas: Eros y Civilización que se convirtió en toda una reinterpretación de la teoría psicoanalítica ligándola a la filosofía marxista con una clara intención sociopolítica desde la cual Marcuse plantearía que en Freud hay una base revolucionaria para una sociedad libre. Los planteamientos freudianos no dejan de ser un análisis de la Europa Central de principios de siglo pasado, pero no por ello menos actuales máxime cuando el modelo de producción capitalista ha logrado llevar hasta puntos inimaginables la represión en nombre de la libertad, y poner en el lugar de mercancía a la naturaleza y al ser humano mismo, pero a la vez nos ha llevado a niveles de desarrollo técnico y científico, y con ello la comodidad y a una alta expectativa de vida a sectores amplios, pero tal y como se preguntaba Freud: “en definitiva, ¿de qué nos vale una larga vida, si ella es fatigosa, huera de alegrías y tan afligente que no podemos sino saludar a la muerte como redentora?” (op. Cit., p. 87).
[1] Publicado en Ética de la revolución.
BIBLIOGRAFÍA
  • Freud, Sigmund; El Malestar en la Cultura, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1999.
  • Marcuse, Herbert; Eros y civilización. Editorial Ariel, Barcelona, 2001. (título original: Eros and civilization, a philosophical inquirí into freud, Bacon Press, Boston, 1953. Traducción de Juan García Ponce).
  • Marcuse, Herbert; El hombre unidimensional. Editorial Planeta-De Agostini, Barcelona, 1995. (título original: one-dimensional man, Bacon Press, Boston, 1954. Traducción de Antonio Elorza).
  • Marcuse, Herbert; Ética de la revolución. Editorial Taurus, Madrid, 1970.
  • Marcuse, Herbert; Libertad y Agresión en la Sociedad Tecnológica, en: La Sociedad Industrial Contemporánea, Editorial Siglo XXI, México, 1990.

Las caricaturas como pretexto

Nunca terminan de asombrarme los comentarios que escribe el “demócrata” de Carlos Alberto Montaner y que suelen ser publicados en las páginas de opinión de La Nación S.A. Y es que el último artículo suyo publicado por ese medio (13 de febrero) me llamó la atención por la forma en que este tipo sustenta sus ideas, dando una falsa discusión sobre la publicación de unas caricaturas de Mahoma, pero que en realidad se trata de “sostener” su posición ante Irán, lo que le interesa realmente es justificar una eventual guerra preventiva y posterior ocupación de ese país, y supuesto el saqueo.
El asunto de las caricaturas, si se desea discutir seriamente, plantea discusiones bastante complejas, pero todas ellas no son tocadas de forma seria por Montaner, que, como dije poco le interesan las caricaturas, tampoco le interesan las protestas, le interesa hacer un ligue entre fundamentalismo e Irán.
Antes de comentar el artículo de Montaner para ubicarnos en lo que le sirve de pretexto hago un breve resumen. Es conocido por todos que un diario danés publicó doce caricaturas, en una de ellas el Profeta Mahoma (o más bien, un dibujo que se suponía era una caricatura de Mahoma) aparecía con un turbante en forma de granada, haciendo claramente una equiparación entre islamismo y terrorismo, pero además cometiendo una ofensa gravísima a quienes profesan el Islam (según entiendo algunos teólogos islamistas rigurosos consideran una idolatría blasfema la reproducción una efigie de Mahoma). Posteriormente las caricaturas fueron publicadas en Francia y España por periódicos de línea conservadora. Quienes justifican la publicación han argumentado que tienen “derecho a caricaturizar a Dios” (también, según entiendo, Mahoma es un profeta y no Dios, ¿ignorancia o cinismo?), también alegan la libertad de expresión como derecho fundamental en occidente, “derecho irrenunciable”. Esta serie de hechos, como también sabemos, provocó una gran cantidad de manifestaciones en todo el mundo musulmán y en muchas ciudades de occidente, algunas de estas manifestaciones fueron violentas (la mayoría no, pero de eso no informó la prensa, que seguía defendiendo la libertad de expresión). Lo contradictorio es que quienes defienden la libertad de prensa no hablan de la censura que hay en EE.UU., representante del mundo libre, pongo un ejemplo, la ceremonia de entrega de los Óscar que se transmitió en diferido para evitar manifestaciones políticas, esos medios no hicieron una defensa a ultranza de la libertad de expresión como sí lo hicieron con el asunto de las caricaturas.
Volviendo al artículo, me parece detestable que La Nación S.A. publique este tipo de comentarios todos los días (o casi todos), y que no haga una reflexión seria sobre lo que realmente pasó con las mal famosas caricaturas, con lo que pasa con Irán, sobre los límites de la libertad de expresión (allá y aquí) y el derecho a una información equilibrada. La Nación S.A. no lo hace, en vez de ello publica al columnista estrella de la derecha cubana más reaccionaria de Miami, quien empieza la “discusión” con una simpleza impresionante. Para llegar al punto que le interesa divide su artículo en tres “observaciones”.
En la primera, se manifiesta sorprendido por la “serena actitud de la comunidad islamista en USA” ante las caricaturas de Mahoma, nos explica la “clave del éxito”, textualmente dice: “es posible que la clave esté en una característica de la cultura norteamericana que acaso ha teñido las actitudes de las comunidades mahometanas estadounidenses: han aprendido a convivir con aquello que detestan” (¡!). Creo que se le olvidó mencionar la constante “amenaza terrorista” que se cierne sobre los EE.UU. un día sí y otro también, imagino que el aparato represivo tendrá muy en cuenta a la comunidad islámica de EE.UU., o sea, bien vigilada, pero esto para Montaner podría ser en el mejor de los casos, o una anécdota o una falsedad propia de los enemigos de la libertad. Mejor sigamos adelante y no especulemos con “teorías conspirativas” poco alejadas de la realidad estadounidense.
Por otro lado, espero que el llamar “mahometanos” a quienes profesan el Islam sea pura ignorancia, y no el afán de llamarlos de una forma despectiva, porque insito, desde mi ignorancia, que el Dios del Islam no es Mahoma, sino Alá.
Siguiendo con su brillante línea argumentativa, nos instruye y nos explica en qué consiste la tolerancia (valor cultural gringo): en simplemente “tragar en seco o protestar pacíficamente” ante todos aquellos ataques o insultos étnicos (chistes racistas de mal gusto, supongo que para él existirán algunos chistes racistas de “buen gusto”), o ataques a las creencias religiosas, porque “ese es el precio que se paga por vivir en una sociedad libre”. ¡Brillante! Para este tipo, la sociedad libre se basa en la libertad de insultar al otro, y que el otro “lo tolere” (o sea, no diga “ni pío”), bonita definición de sociedad libre. El insulto y la ridiculización del otro como derecho. No se plantea en ningún lugar del artículo la necesidad asumir una actitud de respeto a los otros diferentes. No. Tampoco, ni por asomo, hay un intento de ubicarse en la lógica del otro, es decir entenderlo, menos aún hay disposición de diálogo, ni siquiera se le ocurrió a Montaner plantear el intercambio cultural de todo tipo. Su lógica absolutamente limitada y conservadora únicamente llama, desde una posición de poder, a “tolerar”, y por supuesto (bajo esta definición de “tolerancia”) quienes deben tolerar son “los otros”, las minorías, los diferentes, los excluidos, las mujeres. Las élites y mayorías blanquitas, simplemente ejercerán su derecho de expresión (o sea de burla y humillación) teniendo como instrumento legal la famosa Primera Enmienda de la Constitución Política de EE.UU., sostenedora, según Montaner, “de este espíritu envidiable de tolerancia”, ¡vaya envidia que me da!
La segunda y todavía “más brillante” observación, no es nada original, ya se la había escuchado a Bush (¡que casualidad!), pero va un poco más allá y es el punto de enlace hacia el tema de Irán: “A los fanáticos violentos no es posible convencerlos. Hay que vencerlos. Frente a un energúmeno dispuesto a matar por un supuesto agravio moral como el de las inocentes caricaturas danesas, solo es posible atarlo, sedarlo, juzgarlo y condenarlo a una pena grave”. Como dije Montaner es todo un “demócrata”, y sobretodo, un defensor de los derechos humanos, la integridad de las personas es lo primero, pero claro estamos ante los otros, los no-personas, animales en el mejor de los casos. Por eso hay sedarlos y amarrarlos, podrían ahorrarse el juicio y todo eso, de por sí la suerte está echada. Las “inocentes caricaturas” como vimos no lo son tanto, puesto que fueron una ofensa muy grave, y así se percibió, y no una “supuesta ofensa”, es más, debo confesar que me sentí indignado ante la equiparación musulmán-terrorista. Por supuesto además de eso se agrega lo de Mahoma en el mundo islámico, con lo que lo de “supuesta ofensa” se las trae. Pero eso lo que hace es demostrar, una vez más, lo reducido del pensamiento derechoso de Montaner.
Por otro lado, sin afán de justificar actos terroristas, es claro que éstos no tienen su origen en caricaturas sino en situaciones mucho más complejas, como fanatismo religioso, desesperación, indignación, explotación extrema de una élite político-económica, dominación cultural, etc., a veces se mezclan todos estos factores. Por eso resulta inadmisible la argumentación que hace Montaner, porque denota incomprensión de la realidad del medio oriente, y del mundo árabe en general, muestra que no tiene disposición de dialogar y entender, menos de buscar una salida de coexistencia en un marco de respeto, no entiende un mundo pluricultural. No, dice que ¡a los fanáticos hay que acabarlos, vencerlos, destruirlos! Por supuesto los fanáticos son los otros, él es un “demócrata”, un “amante de la libertad”. La fórmula que se propone entonces es el peso de la ley, la misma que debe atar, sedar, juzgar y condenar severamente a los fundamentalistas (que dicho de paso ya fueron condenados de antemano), y por supuesto, no pueden faltar los buenos negocios, libertad de empresa para todo el mundo (entiéndase las corporaciones), ¡viva la acumulación de capital!
La tercera “observación” de Montaner, aunque no lo crean es todavía más limitada, la expresa en una fórmula matemática (¡¡¡!!!), en la que hace una relación directa entre fanatismo, capacidad de destrucción y la “pasión que los domina” en su afán de destruir. El uso de esta fórmula tiene que ver con lo que realmente le preocupa a Montaner: Irán. Desde su punto de vista nadie ataca a Irán, por eso es absurdo que se plantee que Irán desarrolle energía nuclear de “forma defensiva” (sic.). Pero hasta donde sé los Estados Unidos tienen un “ligero” interés geopolítico en la zona, que llevó a la invasión de Irak, también entiendo que hay algunos yacimientos de petróleo y de gas en Irán, pero como eso no interesa a los gringos, debe ser que los iraníes son muy paranoicos. Pero de seguro se trata de eso, porque Montaner asegura que EE.UU. ayudó a Irán invadiendo Irak, ya que eliminó a un gran enemigo iraní, “nunca en las últimas décadas Irán había estado más seguro y protegido”. Eso último es textual aunque no lo crean. No voy a comentar semejante disparate, porque mi memoria es pésima y no recuerdo bien cuáles, según Buhs, eran los países que componían el “eje de mal”. El artículo de Montaner finaliza diciendo que Ahmadineyad (presidente de Irán) está dispuesto a borrar a Israel del mapa (un párrafo antes para explicar su formidable fórmula matemática mencionaba a Hitler, ya más o menos se ve por donde va la cosa), lo llama fanático y terrorista. Ignora la historia, no le interesa. Que quede claro que no justifico las declaraciones hechas por Ahmadineyad, pero sí creo que se les saca de contexto histórico con claras intenciones ideológicas, además el tema de la ocupación israelí y el genocidio al pueblo palestino, ni siquiera es mencionado por el cubano de Miami. Pero esto da para una amplia discusión que no desarrollaré ahora.
Lo que me interesa, como mencioné al inicio, es demostrar (como creo que ha quedado claro) que a Montaner le importa un carajo el asunto de las caricaturas, no le interesa comprender si hubo agravio contra el mundo árabe o no, es más no le interesa el mundo árabe, ni la diferencia cultural, solo utiliza el tema para justificar que los musulmanes son fanáticos y que deben tolerar los insultos y desagravios, “calladitos más bonitos”, de lo contrario si se indignan, serán tratados como lo que son: no-humanos, y justamente de eso está plagado el estado agresor de Irán, a quien los EE.UU. protege desinteresadamente. El asunto es claro, ese tipo que se dice presidente de Irán es un fanático, hay que desarmarlo, sedarlo, atarlo, juzgarlo y condenarlo, antes de que se inmole, y nos mande al sétimo piso del infierno.¡Guerra preventiva ya! ¡Muerte! ¡Dinero! ¡Acumulación de recursos! ¡Poder! ¿porqué diablos no lo dice así de una maldita vez? Porque necesitan que tengamos miedo, necesitan que estemos asustados, para eso sirven las alertas en los EE.UU. para tener a la gente con los nervios de punta y que con su miedo a cuestas apoyen y justifiquen el saqueo y los buenos negocios. Montaner trabaja en eso, en crear miedo, en hacer argumentaciones llenas de mentiras, vive confundir a la gente, es un parásito que vive de la intriga.
Para terminar, y hablando de fanatismos, y justificaciones sin sentido para una guerra, recordemos los orígenes religiosos de Bush, y que éste en nombre de Dios ha declarado guerras y ya invadió países, de hecho ha insinuado que actúa de tal manera porque es el mismo Dios quien le anima. En otras palabras, el Dios de los occidentales (de los cristianos para entendernos mejor) al parecer sigue invocado (e invocando según Bush) para matar – como en las Cruzadas –, solo que peor, porque las muertes son más masivas. ¿quién es el fanático entonces? ¿quién es el loco?
Cualquiera que lea esto puede preguntarse, ¿porqué Josué entonces lee a Montaner si está casi enfermo de leerlo? La respuesta es simple: no sé, pero tal vez sea por puro masoquismo.
4 de marzo, 2006