“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

domingo, 16 de junio de 2013

El papel tapiz...

Le decíamos la casa de Herman Munster, era una casa de quien sabe cuántos años. La recuerdo como una casa enorme, muy oscura, algo tenebrosa. Ubicada en la calle 20, mas o menos por donde hoy esta la ANEP.

Recuerdo que era muy grande, pero puede que sea solo eso, el recuerdo. Porque también recuerdo el kinder enorme. El kinder estaba en San Pedro frente a lo que hoy es la "muerta de hambre"... Ahí estaba El Principito. Con los años hubo ahí varios restaurantes, ya no. Botaron la casa, y ahora se puede ver todo el terreno, que hace treinta años se me hacia enorme. Al fondo había un árbol, aun esta ahí, y creo había como una casita cerca del árbol. Ahí se metía "el lobo" y nosotros cantábamos aquello de: "juguemos en el bosque mientras el lobo no está... ¿Lobo estás?", y alguien respondía desde dentro: "me estoy bañando... ", y así hasta que se decidía a salir, y todos corríamos. En ese patio también había en “bocho”, uno grande y ahí jugábamos. Recuerdo que solía correr por todo ese patio con Diana Fernández... Una época dorada e inocente. Miro ahora el terreno y resulta que no era tan grande como lo recordaba.

Posiblemente eso mismo es lo que sucede con aquella casa que recuerdo enorme, debo decir además, que en aquella casa viví antes de entrar al kinder, o sea que podría tener unos cuatro o cinco años, mi hermano Rubén ya había nacido hacia rato, y creo que también mi hermana Ester. Eso podría se el año 81... No tengo los recuerdos tan frescos pero entre lo que recuerdo es que ahí mi papá tenía "el taller", estaba como en el patio. Tampoco recuerdo muy bien la fachada, ni los colores, solo recuerdo que al entrar, a la izquierda estaba la sala.

Los sábados era frecuente que mi papá estuviera viendo los partidos del fútbol alemán, narrados por Andrés Salcido. Yo no entendía un carajo de fútbol, y llegaba con mis juguetes, y sentaba en sus piernas y le preguntaba cuáles eran los malos, y dependiendo del equipo que le gustara así me respondía...

Esa sala tenía un olor que me gustaba mucho, era como de humedad, seguro porque todas las paredes tenían papel tapiz ya muy viejo. Esas paredes habían tenido muchos porque yo quitaba uno, y abajo había otro, y luego otro, y otro, era muy entretenido. Recuerdo perfectamente la textura de ese papel tapiz, es maravillosa la memoria táctil.

La primera vez que estuve en un hospital – que en realidad debía ser como mínimo era la segunda, la primera fue cuando nací – fue aquella vez que en el cuarto de mis papás veía televisión, imposible recordar que veía, sí sé estaba con mi hermano Rubén, que podía tener como año y medio, o sea que eso pude ser mas o menos en agosto de 1981. De repente la puerta se cayó sobre nosotros. Se trataba se una especie de ventanal, algunas ventanillas desde hacía tiempo estaban quebradas. Precisamente esa fue la parte que le cayó a mi hermano encima, y a mí la parte que sí tenía vidrio. El Hospital de Niños quedaba muy cerca, como a doscientos metros, así que llegamos muy rápido.

No sé si el cuarto de mis papás estaba oscuro, porque era oscuro de por sí o porque era de noche. Solo recuerdo que me salía mucha sangre de la cabeza, y una vez en el Hospital de Niños oí que decían que debían hacerme como 4 ó 5 puntos, no recuerdo si lloraba, seguro que sí. También recuerdo que me pusieron anestesia, aún puedo sentir algo frío en mi cabeza cuando me estaban cociendo. La cicatriz obviamente, ahí la tengo.

Todo esto viene a cuenta no sé si es porque me estoy leyendo La misteriosa llama de la Reina Loana, de Umberto Eco, la novela trata de un tipo que pierde la memoria y solo tiene memoria semántica, recuerda cosas a través de la cultura, es un viaje a través de la historia, sumamente entretenido, como todas las novelas de Eco. Claramente el libro me ha hecho pensar en mi niñez y en otras muchas cosas que recuerdo.

Y llegado a este punto, de verdad no sé, si escribo todo esto por esa novela o por que estoy sentado en este cómodo sillón de este bar, y mientras espero a esta amiga con la que he quedado, veo la pared, me levanto y la toco, y puedo sentir el papel tapiz, mi memoria táctil se activa, y entonces recuerdo la sala de aquella casa y el papel tapiz suave, húmedo y que yo arrancaba cuatro tenía como cuatro años.