“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

jueves, 11 de agosto de 2016

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Me gusta esto de cumplir años. Me gusta sumarle un palito más a la cuenta. Me gustan mi canas aunque me recuerdan que ya no soy capaz de tomar la pelota y desbordar por izquierda para luego hacer el quiebre y poner un buen centro o pase mortal con la pierna derecha, ya no me da la velocidad, ya no tengo esa habilidad (ni muchas otras), claramente es la edad, el físico simplemente no da, aunque uno quiera. Así pasa, hay que aceptarlo y punto, y tratar de hacer una buena jugada la otra semana, “hay que seguir trabajando”, como diría cualquier jugador de fútbol con un micrófono al frente. Lo bueno es que todavía se puede seguir mejengueando y dolerse por el gol de último minuto que nos clavan de contragolpe tras una pérdida de balón en el mediocampo. Eso está bien, esas mejengas, que son sólo eso, mejengas, son importantes para sentirse joven un rato, y desconectarse un rato. Hay quienes no lo entienden, y no voy a tratar de explicarles, me da pereza, solo les voy a es simplemente divertido, y ya.

Me gusta cumplir años, y mirar hacia atrás, me gusta acordarme de cosas que pensaba cuando era niño, de cosas que sentía hace como treinta años. Me gusta acordarme de la vez que lloré amargamente cuando aquella carajilla me terminó, hoy me río mucho de ello y extraño aquella inocencia, aquella timidez extrema que me impidió seguir hablándole cuando me respondió sí a aquel papelito que le dejé en su pupitre (algunos atrás del mío) en el que le preguntaba si quería ser mi novia. Suena hoy ridículo – y en aquel momento más, porque mis amigos se burlaron mucho de mí –, pero en realidad es trágico, porque me gustaba mucho, y todavía hoy me pregunto que habrá sido de ella, cómo será, quién será. Porque salvo algunos pocos, no sé en realidad quiénes son hoy aquellos con los que compartí infancia y parte de la adolescencia.

Me gusta pensar en esas cosas cuando cumplo años, cuando me doy cuenta que pasa el tiempo… me gusta la nostalgia, pero sin abandonarme a ella y perderme. Me gusta recordar, me esfuerzo por hacerlo. Me gusta a veces leer algunos de estos apuntes y recordar qué pensaba, y preguntarme si sigo pensando lo mismo, me gusta ver cómo me sentía en un momento determinado, aún cuando estos apuntes no le revele a quien lo lee muchas cosas, porque hay muchas cosas que no sabría cómo decir, o porque simplemente creo que serían absolutamente irrelevantes. Pero cuando leo apuntes de tiempo atrás, sí recuerdo por qué escribía algo en particular, qué estaba sintiendo. Me gusta hacer eso, por todo eso es que me encantan los anuarios y los resúmenes de fin de año, por ejemplo el anuario del diario argentino Página 12 me parece formidable.

Creo que esta será la quinta vez que escribo un apunte cumpleañero. Leí los otros cuatro hace un rato y me divertí un poco la verdad. Tras leer los apuntes de los últimos dos cumpleaños me alegra mucho haber superado todo eso que estaba sintiendo. Me alegro haber terminado los cursos de la maestría porque vuelvo poco a poco a sentirme dueño de mi vida, o sea de mi tiempo, suena exagerado yo sé, pero me estaba consumiendo ese ritmo, una locura.

Desde hace un tiempo para acá estoy algo obsesionado con el tiempo, con esto de pensar que nuestro ritmo de vida es el ritmo de la producción. Que el trabajo nos condiciona y nos consume, y me da mucha tristeza que tanta gente desperdicie su vida trabajando en la forma en la que lo hace, porque es jodido, es lo terrible, que se nos vaya la vida produciendo para que Otro goce del fruto de nuestro esfuerzo.

Puede ser algo tonto, pero desde hace años decidí no trabajar el día de mi cumpleaños, me reservo siempre vacaciones para disfrutar este día, y lo hago para sentirme dueño de mi tiempo, para no tener horarios, para parar, para hacer lo que me dé la gana, para leer, comer rico, para ser dueño de mi vida aunque sea un día, lo hago para celebrar que estoy vivo, para recordarlo. Quiero pensar que puedo recuperar el tiempo, mi tiempo, no se trata de pensar remendar cosas, sino de sentir que el tiempo es mío, romper que con estos horarios deprimentes de ocho diarias de trabajo. Hablo de tener otro ritmo. Y desearía poder tenerlo y dedicarme a cosas que me parezcan más interesantes y estimulantes y sensatas, pero bueno así es por el momento la cosa, tampoco es que me va mal tampoco. Supero el pesimismo y la pesadez de hace un año y ahora me rodea un paisaje verde, deliciosamente frío, y buena compañía, así que lo que queda es hacer una buena tesis, que sí es algo que me terminará de liberar para hacer otras cosas.

Llegué a los treintas y todos, y ahora sí, me acerco peligrosamente a los cuarenta. Es raro eso de llegar a los cuarenta, porque me siento joven y no es cómo me lo imaginaba, es mejor. Recuerdo que hace unos 15 años nos burlábamos de la juventud del Partido Comunista cubano y su dirigencia cuarentona, y bueno estamos aún jóvenes, enteros que llaman.

Así que pos nada, y como dijo Guima “¡A celebrar Carajo!”

Salú!!!

Pd. Les dejo a Paul McCartney, una de esas canciones que por estos días me dan vueltas y vueltas en la cabeza. Me gusta esa voz de viejo en esta canción.





Y esta otra de Cerati, que también nació un 11 de agosto…