“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

jueves, 29 de agosto de 2013

Apunte Mendocino... Las JEC

Mendoza, Argentina

Iniciaron las Jornadas de Economía Crítica en Mendoza. Al día de hoy según comentaron  los compañeros del grupo organizador, asistieron cerca de 800 personas, son varias las mesas y simposios que se realizan al miso tiempo y hay que escoger a qué ir, eso está muy bien, pero hay cosas muy tuanis que uno se perderá necesariamente, así pasa. Muchas cosas, muchos temas, muy interesante y buenas discusiones, mucha apertura a la discusión.

La carrera de economía en la Universidad de Cuyo, al parecer es tan conservadora y neoclásica como la UCR, y las Jornadas rompen con la monotonía de los que creen que la economía es una ciencia en sí misma, y exacta. Eso se me hace conocido.

Hoy por cierto pasó algo que me asombró. Como hubo una descoordinación con lo del aula en la que estábamos, eso pasa. Pero lo que no pasa es que un tipo, flaco, alto, con faja llena de lentejuelas, aretes brillantes en ambas orejas, llegue a decirnos que tenemos que pasarnos al aula de la par porque un profesor quiere su aula. Interrumpe la exposición buenísima de un tal Ariel Slipak, un connotado economista economista bonaerense, que se cabreó (con toda la razón), una brasileña lo reputeó y le dijo que era una falta de respeto, que ella venía desde muy lejos, la gente empezó a decirle cosas, y a Daniel Cerdas y a mí casi se nos sale el Centroamericano. Pero estábamos asombrados de semejante exabrupto, además el tipo parecía disfrutarlo. Finalmente se fue y nos quedamos en el aula.

Luego me fui a una exposición sobre el proceso venezolano, que resultó ser un decálogo del discurso oficial del gobierno venezolano, poco crítico la verdad, esperaba más, aunquAñadir leyendae los chicos que expusieron era apenas unos "pendejos" o "pibes" como dicen por acá. El cierre de hoy fue mucho más interesante. Se trataba de una discusión sobre la Megaminería, que acá es todo un tema. En torno al gobierno hay posiciones más que encontradas, el país está realmente dividido, y hay en las comunidades resistencia a los grandes proyectos. No entiendo cómo el gobierno argentino se come la bronca por lo de YPF y le cede a la Chevron contratos secretos para una cosa que llaman "fracking" que es explotación de hidrocarburos a mucha profundidad rompiendo las rocas bases, lo hacen con agua a presión y con químicos, mientras en algunas regiones falta el agua, los daños ambientales puede ser mayúsculos. Además el nivel de incoherencia es monumental sobretodo si se considera que Chevron acaba de ser condenada por la justicia ecuatoriana por severos daños socioambientales. La exposición entonces contenía muchísimos datos y una profunda reflexión en torno a la sociedad de consumo. Interesantísimo.

Al final de la noche me fui con la gente a un hostal donde venden pizza con una tarifa básica, o sea, un paga 30 pesos y se come toda la pizza que pueda, claro éramos un montón así que la pizza llegaba con espacios de tiempo considerables. Como siempre salió el fútbol como tema, y un chico mendocino que la va a River se puso fanático y otro que le va a Boca también, la discusión era demasiado chistosa por lo irracional.

Y para cerrar la noche. Me trajeron donde la Betty, que noestaba andaba en un fiesta, pero que me había dejado sus llaves. Unas llaves bien extrañas, sólo acá las he visto, lindas las llaves de verdad. El Caso es que cuando intento abrir una de las tres cerraduras no puedo abrir. Y al cabo de unos quince minutos de no poder abrir ya me empiezo a desesperar y cabrear, oigo que sube alguien como al sexto piso (estoy en le quinto) y no, era en el sétimo. Me acerco a las chavalas para pedirles ayuda, y la chica cuando me ve pega un grito y se esconde tras las puerta (no era para menos, yo con esta pinta) al cabo de un rato logro tranquilizarle y explicarle mi precaria situación. Accede a ayudarme, y ella tampoco podía abrir la puerta, lo que hizo que me sintiera menos inútil y tercer mundista, hasta que por fin logró abrir. Un huevo abrir la puerta aquí, yo ya me imaginaba durmiendo tirado en la entrada del aparta muriéndome de frío, porque hace frío aquí, sobretodo de noche.

Lindas las pinches llaves, pero no pude abrir la puerta.


Mendoza es un lugar muy seco, nada que ver con nuestra humedad tropical, y ese sequedad me está pasando la factura, me siento todo el día deshidratado, la nariz absolutamente seca y duele un poco. No tenía idea de que se sentía así, y no es por la altura porque Mendoza no está muy alto.

Estoy agotado, es alucinante este lugar, les contaré algo de la ciudad apenas pueda verla, jeje, he estado hoy muy metido en las Jornadas. Pero lo que he visto de este lugar es muy lindo, un lugar muy tranquilo...

miércoles, 28 de agosto de 2013

Apunte Mendocino... (y medio Andino)

Mendoza, Argentina.

Me levanto hoy temprano, con el susto de quedarme dormido y perder el bus hacia Mendoza. En hora tica, que es la que ando en la cabeza, me levanté a las 4 de la mañana. Salgo con tiempo y tomo un taxi. No sé si mencioné que el tipo de cambio es exactamente igual al de Costa Rica. Bien, tomo un taxi y le digo al señor que me lleve a la estación y le doy las señas que tengo que son casi nulas. El roco me empieza a hablar y no le entiendo ni media palabra de lo que me dice. Me decía algo del "tobú", y yo le hacía cara de me está usté hablando en chino. Y así durante varios minutos, no entendí ni media palabra, hasta que me llevó a la estación... que no era!! El viejo pelotudo no sólo me habló como en chino sino que además se equivocó. Tomé otro taxi, y el tipo también me hablaba en chino, muy rápido y con todo tipo de regionalismos. El caso es que este taxista sí me llevó a la estación correcta.

Ya en la estación me di cuenta que me estafaron con el tiquete, porque originalmente me iba en un bus de esos muy cómodos... pero como que no se llenó, y nos mandaron en una micro. NO había a quien reclamarle. Y bueno, una por otra, llegué dos horas antes de lo previsto, y el viaje fue en realidad cómodo, espectacular y un "pequeño industrial" de Córdoba me armó la conversa y me ubicó con el tipo de cambio, me dio algunos consejos y entablamos una larga conversación.

El camino por Los Andes es realmente espectacular, nunca había visto algo así, uno se siente pequeñísimo en medio de las enormes montañas blancas. Un tramo es llamado Caracol, son una serie de curvas cerradas para subir, y es linda la vista. Todo el camino es hermoso. Hubiera querido tomar más fotos y mejores, pero creo que será a la vuelta. Les dejo las fotos que logré tomar, hablan mejor de lo que podría contar yo.








Y a la salida del Túnel... Argentina... 





Llegando a Mendoza, tomo un taxi para llegar, y el taxista me pregunta que vengo a hacer a Mendoza, le digo que vengo a un congreso de economía, el tipo me mira con cara de vos no tenés pinta de economista y me pregunta si soy contador, le digo que no, que soy psicólogo, y entonces me dice que le han dicho que necesita un psicólogo... eso pasa en todo lado, y me cuenta que tiene un cáncer de próstata y lo que le alcanza de contar en el trayecto corto. Muy duro. Y vuelvo a pensar en la necesidad universal que tiene la gente de ser escuchada.

Ya instalado en el aparta de Betty, y tras una conversación super interesante con ella y su amiga Vicky, con un mate y el café que traje, finalizo este apunte para repasar mi presentación y quedar listo para el inicio de las Jornadas de Economía Crítica. Viene gente de toda Argentina, de Chile, Brasil, y otros países... la delegación tica la componemos 5 carajos, yo el único no economista. Este evento promete el programa esta tremendamente interesante. Al rato les cuento más. Salú.


Pd. Me corrije Daniel Cerdas, y dice enfáticamente que él tampoco es economista... bien, pos entonces la delegación tica es multidisciplinaria...

Apunte desde el fin del mundo...

Santiago de Chile.

Debo confesar que a veces parezco un niño, todo me asombra. Realmente me parece impresionante la organización social, aún la capitalista, porque muestra la capacidad que tenemos para crear y para destruirnos.


Esto viene a cuenta porque veo por la ventanilla del avión y puedo mirar ese bello paisaje, mar y tierra, sobrevolando Panamá, luego veo la hermosa Cordillera de Los Andes, sencillamente espectacular. Llegando a Panamá City, atravesamos un nube y parecía que era algodón. También me pareció que a la nube no le gustó mucho que la atravesáramos, porque el avión se movió, como cuando uno maneja por las calles de San José, más o menos esa fue la sensación.

Pero mientras voy en el avión pienso que hace apenas cien años un ser humano no habría tenido la oportunidad de ver lo que he visto desde el aire, hoy y en otros viajes que he hecho. Y miro para abajo, y se ven los barcos, y parecen más los barquitos que flotaban en la pila de la casa de mi abuela hace treinta años. Y me asombro de nuevo. A lo lejos un barco, debe ser mediano, va muy rápido, detrás otro, debe ser policía, debe ser una persecución. Y pienso que todo me asombra.


Foto desde la ventanilla del avión, atardecer sobre la Cordillera de Los Andes, sencillamente espectacular.


Ya en el aeropuerto de Panamá, me vuelvo a asombrar, gente de todo el mundo, acentos de todo tipo, gente de todo tipo. Pero también me cabreo con la hipocresía de la seguridad. No se pueden llevar botellas y otros objetos que podrían se considerados armas durante el vuelo, y bueno se puede, si se compra en "dutty free". Lo de la seguridad es cuento. Aprovechando la población "cautiva" en el aeropuerto se induce a la gente a consumir. No estoy descubriendo el agua tibia, es sólo que me da algo de cólera, podría haber algunas otras cosas. Pero bueno, los aeropuertos son lugares complejos, miles de viajeros diarios de todos los lugares que uno se pueda imaginar. Todo tipo de cosas deben pasar.

Siempre hay imágenes de despedidas, algunas absolutamente tristes, separaciones, otras llenas de alegría e ilusión. Pero es un sitio lleno de emociones, extremas además.

Una vez a borde del avión hacia Santiago, y no sé cómo llamarlo, tal vez odio de clase... veo a la gente de clase preferencial... Ahí tan acomodada, con sus privilegios, producto de su dinero y lo más seguro producto del trabajo de otros, y me entra una cierta rabia, con sus caras de burguesitos insufribles, viendo pasar a la plebe con cara de asco, tanto asco como a mí meda verlos. En fin.

Cuento todo esto, porque en realidad estoy divagando para no decir que me da miedo volar en avión, no es pánico, simplemente me pone nervioso, y aunque es seguro, me da miedo. No se trata del típico miedo a al muerte, sino del no querer morir de esa forma tan sin gracia, en un accidente aéreo. Hay otras formas de morir más "estéticas". Pero la vara es que no me morí, y el viaje fue muy tranquilo, por fortuna. 


Ya una vez en Santiago noto algo, que es una mera percepción, la gente no saluda, todo es muy impersonal. La gente nos e despide, casi que me siento un bicho raro saludando a la gente. Suelo quejarme de lo impersonal que es la gente en Costa Rica, pero aquí es en serio. Las cosas son igual de caras que en Costa Rica, y hasta el tipo de cambio es el mismo. Lo poco que he podido ver de Santiago (y de noche) me ha gustado, una gran ciudad. 


Pero además de llegar sano y salvo (jejeje) y ser recibido por Paty en su casa (y de Cata que no está), fue que llamé a Paloma, luego de casi 20 años de no vernos, y no conversar, sólo a través de feisbuc. Y resultó estar a unas 7 cuadras de donde yo estaba buscando un sitio para comer. Y claro que nos vimos, y nos dimos un abrazo como aquel del 94 en el campamento del cole. Lindo encontrarse con gente después de tanto tiempo y poder conversar de lo que ha sido la vida en todos estos años, de enterarnos de cosas luego de todo este tiempo. Bonito encuentro. Buena forma de comenzar el viaje. Me sentí feliz de estar acá y poder conversar con Paloma, mucho cariño guardado durante tanto tiempo. Lindo, lindo.


Mañana salgo a Mendoza a las VI Jornadas de Economía Crítica, atravesaré los Andes por tierra, el viaje me han dicho es espectacular, prometo fotos y espero poder transmitir sensaciones. Lo dejo por acá, que estoy agotado, salí desde las 5 am de mi casa, y el viaje empieza mañana temprano. Salú... desde el Fin del Mundo...



Vista desde piso 11 del edificio en el que estoy en al Comuna Providencia en Santiago

lunes, 19 de agosto de 2013

La culpa...

Un día de estos alguien me preguntó si soy ateo, le respondí que no, ah pero entonces si crees en Dios, me preguntó, y yo le respondí que no sabía y que la verdad me daba igual. Cada vez que me preguntan respondo lo mismo. Y la reacción de la gente es realmente chistosa. Es la misma que cuando me preguntan qué estudié y digo que psicología, ah entonces me está analizando, me preguntan, y ya un buen día cansado de decir que no, que uno no hace esas cosas, opté por responder que sí, que estoy haciendo un minucioso análisis de su personalidad... pues bien, es la misma reacción sobre a mi respuesta de si creo en Dios.

Pero más allá de la existencia o no de Dios, y de lo que yo crea o no crea, nuestra forma occidental de vivir está cimentada en el cristianismo, y más que en el cristianismo en una deformación muy mal intencionada. Nuestra civilización es la civilización de la culpa. Vivimos atrapados por la culpa. Y por la culpa hacemos y dejamos de hacer. La culpa está sostenida por una moralidad fundamentada en el pecado. En lo que alguna vez nos dijeron que Dios prohibía y castigaba. Nos han educado desde el miedo, desde el miedo al castigo... la condena es el infierno donde arderemos por los siglos de los siglos, amén.

Montados sobre esa moralidad de la culpa, de lo bueno y lo malo según el cura, que dice que dios le dijo al papa, o a no sé quién qué es lo se debe hacer, nos controlan, rebelarse contra esos santos preceptos es pecado, herejía condena, sobre eso se ha cimentado nuestra cultura. La culpa la llevamos tan adentro, tan asumida, que se nos hace ya natural, tanto como esa estupidez del pecado original. Somos hijos del pecado dicen algunos, esos mismos que quiere perpetuar el miedo, y dominarnos desde la culpa.

En lo que a mí respecta estoy hasta los huevos de esta maldita cultura de la culpa, pero más todavía de ese montón de hipócritas moralistas que pretenden que vivamos la vida muriéndonos de culpa, temiendo al infierno, pero que están llenos de odio y de prejuicios. Estoy harto de que quieran decirnos cómo vivir, cómo disponer de nuestro tiempo, de nuestro cuerpo, nuestro sexo... Estoy harto de esa fe ciega que no les permite pensar y ver las cosas desde el sentido común y no desde su mundo de delirio religioso surrealista.

Se darán cuenta que no estoy harto de Dios, y en el fondo no reniego de Dios, no me interesa, reniego de sus fanáticos. Esos que desde su discurso de la culpa se la han montado, y han hecho que la vida sea una apelación para gastar, consumir y acumular, mientras se despilfarra lo único que tenemos en esta vida, que es nuestro tiempo, como diría Mujica. Es por eso que el presidente uruguayo considera que esta civilización cristiana occidental es un fracaso, y gigantesco. Yo le agregaría que es una estupidez, nuestra forma de vida es una verdadera estupidez. Si uno se detiene a pensar para qué vive uno, se dará cuenta de que no tiene sentido gastarse la vida entera produciendo y consumiendo, pero claro pensar en esto atenta contra lo que nos enseñaron. Porque pensar genera culpa, genera culpa el liberarse, fuimos educados para creer eternamente que Dios existe y que el capitalismo es natural. Para eso son las Iglesias, para eso es la escuela. Por eso uno de los ejes transversales de los programas de educación cívica es la internalización de la ley. Por eso es que no me gustan las iglesias, porque son tremendamente verticales, rígidas, no hay margen, porque incuban fanatismo, obediencia ciega. Porque si no, la cosa no les funciona. Las iglesias perpetúan la dominación.

Será tremendamente difícil que algún día pueda volver a una iglesia y no ver esa verticalidad, ese machismo, la moralina y las dosis enormes de culpa que se reparten. No puedo. Y me da mucho más coraje que algunos se crean superiores bajo toda su moral, que es tanta, que les da para tenerla doble y hasta triple. Que sean tan reprimidos y desde su represión digan que es lo bueno y lo malo, porque es lo único que comparten, su culpa. He visto a los más explotadores y cerdos con sus trabajadores creer que tienen una moral intachable, creyendo fielmente que escondidos bajo la sotana de un cura irán al cielo. He visto a los pastores forrándose de dinero con la fe de los pobres. Todo tipo de barbaridades se ven en las iglesias. Yo no quiero participar de eso, porque además no necesito de su culpa cristiana para vivir.

domingo, 18 de agosto de 2013

Domingo por la noche...

Quienes me conocen muy bien saben que odio los domingos. Sobre todo cuando se hace de noche y el lunes es una sombra que pesa tanto como la guillotina sobre la nuca del condenado (algo exagerado yo sé, pero de verdad que odio los domingos y así me pesan).

Comparto en su totalidad aquello que escribió Luis Chaves, y que fue publicado en el diario de Tibás, hace ya 10 años: "Nunca he disfrutado los domingos y todavía hoy no comprendo la generalizada alegría dominical. Ya desde niño era el día que amenazaba con el estreno de una nueva semana escolar. Nada que intentara como distracción lograba borrar aquella ominosa sensación que solemos ubicar en la boca del estómago. Allá al final del día me esperaban las obligaciones: limpiar los zapatos, preparar los útiles y el uniforme, programar el despertador. El lunes empezaba el domingo a las seis de la tarde. Ese padecimiento, una vez iniciado, nunca desaparece. Ni siquiera cuando, adultos, toca aportar nuestro granito de arena al índice de desempleo". Me pasaba justo eso que describe Chaves, lo de los zapatos y las tareas siempre fueron un tormento. Aunque hace 25 años no lo sabía.

Desde hace algunos años, los más recientes, los domingos por la noche experimento una especie de muerte lenta, pero a diferencia de aquella famosa canción de Sui Generis que decía "... solamente muero los domingos, y lunes ya me siento bien...", yo no me siento bien los lunes. Los lunes me siento peor, porque son un martirio para mí, nunca he logrado dormirme temprano un domingo, y eso hace que empiece la semana con todo el sueño y la pereza que un ser humano puede experimentar. Aclaro, me gusta mi trabajo, y que la verdad agradezco mucho trabajar en la U, en otro espacio no podría crecer lo que puedo crecer en al Universidad. Pero desearía que los fines de semana fueran más largos, que pudiéramos disfrutar más de nuestro tiempo, agradecería muchísimo que nuestra vida no estuviera, como lo está determinada por los ritmos de producción, que estuviera determinada más bien por el ritmo de la vida. Seriamos mejores personas si simplemente pudiéramos relajarnos un poquito.

Los lunes siempre han representado el inicio de la jornada escolar (como decía Chaves) - que nos prepara para el trabajo, nos moldea para el trabajo -; ahora es el inicio de la jornada laboral, que aunque muchos la ven con optimismo, yo la veo como el inicio de una nueva jornada rutinaria en la que se nos va la vida.

Pero el tema es que es domingo, y estoy terriblemente aburrido... quizá porque a veces la extraño, y siento nostalgia profunda (saudade se diría en portugués), por aquellos tiempos viejos buenos que ya no volverán (aunque vendrán otros muy buenos, de eso estoy seguro) en los que quería que no se acabara el domingo para abrazarla más, odiaba los lunes y el trabajo que me sacaban de la cama, y arrancaban de ella.

Esta sociedad de la producción de las cosas por encima de la vida, se reaviva los lunes, y nos recuerda con absoluta crueldad que no podemos quedarnos en la cama abrazados, queriéndonos; que tenemos que producir, porque el amor no es rentable al sistema, por eso es mejor para esta consumir sexo, vender sexo, el amor nos aleja de esta farsa, el amor da sentido a la vida, la producción de objetos nos aleja de la vida, nos acerca a la muerte, nos seca en el acto del trabajo, que debiera ser para el bien común no para el bien de unos pocos por encima del de muchos. Odio los domingos por la noche porque me recuerda que mañana será lunes, y que empezamos de nuevo a destruirnos en la producción, a alejarnos de nosotros mismos. Odio los domingos por la noche, porque no está ella que mata todos mis demonios, y con un suave beso me recordaba que a pesar de todo, la vida tiene sentido.

viernes, 16 de agosto de 2013

Fetichismo (parte III): El poder político

Con este apunte finalizo esta pequeña "serie" sobre fetichismo y religión (en realidad sobre la romería), para luego dedicarme a cosas mucho más terrenales.

La lógica argumentativa de mis anteriores apuntes iba dirigida a evidenciar que la romería, y ese culto irracional a "La Negrita" (una piedra) es como mínimo fetichista, digo como mínimo, porque a mí me parece idolátrico, ya argumenté por qué en la primera parte de estos apuntes. Pero además, sostengo que este fetichismo religioso, está en perfecta comunión con otro tipo de fetichismo: el de la mercancía. Y que la iglesia católica lejos de expulsar a los mercaderes del templo (como hiciera Jesús según el relato bíblico, libro - y sobre todo una serie de mandatos - que tanto defiende la Iglesia Católica), más bien es parte del negocio que se hace con la fe de los creyentes, ingenuos presos de la logica mercantil-religiosa del catolicismo oficial.

Desde el mero inicio de la romería todo pintaba mal, y se podía prever fácilmente que habría todo un circo y cierre de filas del poder político con esa rancia jerarquía católica. No más la Chinchilla anunció que haría de romera los medios de comunicación activaron el espectáculo, sobre todo REPRETEL con su típica arenga cavernaria que deviene en patetismo.

Y aunque REPRETEL se lleva el premio al medio más chupamedias y pro-élite, los medios de comunicación hicieron competencia para ver cuál tiene "más fe", cuál es más "fiel" a la "negrita"... el manejo mediático es el manejo de un espectáculo, la cobertura no se diferencia en nada a la cualquier evento de la farándula, sólo que mezclado con una patética cáscara religiosa... "camino de fe" titulaba uno de los medios, que por cierto va de muy crítico. Realmente hicieron su esfuerzo por mostrarse lo más conservador posible, y un poco más. Se fijan quiénes van en romería, cómo van y todo lo que uno se pueda imaginar. Esto es un circo, en medio de la fe de algunos, o sea es jugar con la fe de estos crédulos que van genuinamente a alabar a la "negrita", que insisto es una piedrita.

Y entre esos que iban con "fervor", estaba la Chinchilla. La hija predilecta de la virgen no podía faltar a la "cita de fe" a mostrar que tan conservadora es, y mostrarse de paso patética. Será su última vez como presidente (en minúscula y en masculino se comporta como macho), rodeada de sus más cercanos "chupamedias" la Chinchilla hizo el "camino de fe". Y nos dejó reservada la sorprecita para el final.

Este año la novedad fue Wagner Rojas, el "alpinista tico" (como le llaman en Canal 7), quien acompañó a la Chinchilla y la iba "aconsejando" (¿¿¿???¡¡¡!!!) mientras caminaban hacia Cartago. Claramente se trata de un golpe de efecto, lo que no tengo muy claro es si el "alpinista tico" iba de romero por un asunto de fe, o es parte del presupuesto de imagen de Laurita. Me pregunto si habrá sido una de las geniales ideas de Roverssi. Habrá que ver. Pero la otra pregunta que surge es ¿qué carajos aconsejaba Rojas a la Chinchilla? ¿Será que salieron media hora tarde, como señalan los medios de comunicación, porque el alpinista la estaba aconsejando? ¿o le estaba poniendo Cofal Fuerte (como manda la publicidad)? Seguro mientras la estaban "cofaleando" Rojas le decía: "Doña Laura así no, de arriba para abajo, y luego estire, y si se encuentra con algún vecino indeseable corra". Y cuando salieron, ¿Qué le habrá dicho?: "Doña Laura baje el ritmo", o "doña Laura me está dejando botado"... de verdad ¿qué carajos le podría decir el alpinista a la Chinchilla en medio de la caminada? ¿es que acaso iba para el Chirripó o qué? Ya en Cartago, ¿Chinchilla habrá pedido que se acabara rápido el gobierno? ¿O sólo que no se destape otro chorizo? ¿Habrá pedido perdón por todas las estupideces y chorizos de su gobierno? Seguro que no, sus adulares y ella deben creer que lo han hecho muy bien.

Pero esta es la parte anecdótica del asunto. Lo grueso sería al día siguienteh, cuando nos esteramos que sí pidió perdón. Ahora, que la Iglesia Católica, en especial esa rancia y medieval jerarquía, diga que la fecundación in vitro, el aborto y los gays son abominación... pues no es nada nuevo, es esperable, es lo que ha venido haciendo desde hace tiempo. Pero que los Presidentes de los Tres Poderes de la República leyeran ese comunicado escrito desde quién sabe cuál caverna de la iglesia, es grave. Como dice Ismael Serrano en una de sus canciones: "... confunden la Patria con la sordidez de sus cavernas...". Y eso es lo que le ocurrió a esos tres presidentes de los Poderes de la República, nunca había visto algo así. Nunca había visto tal acto público de sometimiento a la Iglesia Católica.

Grave porque pone de rodillas a los representantes del Estado, que de por sí habían entrado de rodillas.
La Iglesia Católica hizo pedir perdón los presidentes, pero no pide perdón por los crímenes de lesa humanidad cometidos y consentidos; no pide perdón por la violaciones de menores por parte de curas pedófilos; no pide perdón por la estafa permanente en su banco; pedir perdón no es sólo decirlo, es reparar de verdad, expulsando de la iglesia y llevando a la ley a quienes hayan cometido crímenes, lo demás son puras poses, a los criminales de este tipo se les entrega. La Iglesia Católica, en particular la costarricense, sostiene y defiende el Statu Quo, está del lado de los poderosos, comparten negocios, es intolerante y vocifera un discurso del odio, miente de forma descarada, manipula abiertamente a la gente para sacar provecho de la fe de la gente, un ejemplo de esto es el tal padre Varela, un manipulador de mucho cuidado, un demagogo. No quieren perder sus privilegios, es una muestra de la ansias de poder de la iglesia católica. De esas ganas de volver a los viejos tiempos en los que mandaban. Son los aleteos de quienes se sienten cada día más fuera del poder, porque saben que no podrán sostener por mucho tiempo este estado de cosas tan retrógrada  como lo es el catolicismo como religión oficial del Estado. El debate existe, se habla de esto, y no podrán sostener su influencia directa por mucho tiempo, la sociedad va cambiando, y el debate hoy día es cada vez más intenso, tarde o temprano tendremos un Estado Laico, habrá que tantas cuotas de poder estas ratas logran negociar con sus pares conservadores en los Poderes que pretenden someter.

Es precisamente actos como estos, los que dejan al desnudo al desnudo cómo se instrumentaliza la religión, cómo desde el lugar de la culpa y el miedo se construyen subjetividades que sostienen al poder, y de cómo el poder, en este caso me refiero a los Poderes de la República, está en función de la lógica de producción de mercancías y acumulación de capital. Eso es como la fe no se cuestiona, porque es natural es como Dios dice que debe ser. Pero lo que resulta natural, es más la forma en que lógicas de dominación se mezclan, se complementan... Estamos llegando a un punto en el que las formas ideológicas dejan de ser sutiles y se vuelven grotescas caricaturas, que darían mucha risa si no fuera porque implican sufrimiento de mucha gente, pero el punto es que la lucha de clases cada vez se hace más evidente, y por lo tanto las sutilezas pueden dejarse de lado, no quieren que las cosas cambien, pero van cambiando, y la fuerza se hace necesaria para sostener el estado de las cosas, la violencia se ejerce desde lo Simbólico con discursos del odio, pero cada vez más desde lo Real con violencia física.

La romería ha sido una puesta en acto, pero es una reacción, la cosa se mueve, y el debate avanza y se profundiza... como dije, llegaremos al Estado Laico, pero no será sin que la Iglesia Católica muerda, y sin que los conservadores brinquen... negociarán cuotas de poder. La lucha se tornará más violenta, ya veremos si tenemos la capacidad de desmontar, de desanudar, estas lógicas que se entrelazan y se alimentan mutuamente.

domingo, 11 de agosto de 2013

36

Hago una breve pausa, sólo por un momento, en los apuntes sobre el fetichismo, ya el tercero está en borrador.

Ya en serio, y dejando de lado toda esa joda de #seacabalajuventud, debo decir que me gusta cumplir años, creo que se nota, y además digo con toda honestidad, que no me siento para nada viejo, aunque a veces bromee con eso, a la mayoría del tiempo más de la cuenta. Pero lo cierto es que no siento que se haya acabado al juventud, todo lo contrario, siento que vivo un momento de plenitud, y me gusta mi vida, aunque a veces me queje tanto. La verdad es que tengo mucha suerte, por llamarlo de alguna manera.
1 de Agosto de 1980, a punto de cumplír 3 años

Lo de #seacabalajuventud tiene más que ver con los "múltiples beneficios" que me otorgaba la Ley 8261, la Ley de la Persona Joven, y que "he perdido" al cumplir los 36 y entrar definitivamente en la adultez. Lo pongo entre comillas porque esos supuestos beneficios, que la política pública de la Persona Joven debió concedernos, está sólo en el papel, como muchas leyes. Pero eso es lo que dice la ley, ¿y saben qué? Se pueden meter su pinche ley donde mejor les quepa. Porque la juventud no se acaba cuando lo diga una ley que ni siquiera se aplica, si al menos se aplicara le tendría un poco de respeto. Aún cuando los años corran la juventud se mantiene mientras uno tenga una actitud positiva frente a la vida, se mantenga crítico y no se trague el cuento, y no se lo trague a uno el sistema.

Enero de 1992, con catorce años y medio.
Debo decir además que hace mucho años encontré la fuente de la eterna juventud, me la enseñó un viejillo a sus 80 años, que lamentablemente ya murió, en todo caso su obra quedó para ser leída. De cuando en cuando leo alguno de sus poemas y cuentos para renovarme, para seguir adelante, para recordar la necesidad de seguir rebelde y no dejarse devorar...

Mi primera cédula, cuando cumplí por primera vez los 18, hoy fue la segunda.
Treinta y seis años no son nada, ahora me doy cuenta, hace doce años pensaba que eran muchos, pero en realidad no son nada, la vida está en lo mejor y quisiera, a pesar de todo, pensar que lo mejor está por venir... espero que así sea.

Saludos, y gracias a todas las personas que escribieron en el muro del feisbuc, me llamaron o me mandaron un mensajito, eso es lo que más me gusta de cumplir años, uno se encuentra con mucha gente... y pos nada, a celebrar...




viernes, 9 de agosto de 2013

Fetichismo (parte 2): La Mercancía

En el apunte anterior hacía referencia a un libro Paul-Laurent Assoun sobre el Fetichismo, y reflexionaba en torno a la romería del fin de semana, y de cómo, aunque los católicos lo niegan, todo su rito de peregrinación y cumplimiento de promesas es un acto de fetichismo tal y como lo describió De Brosses. Fetichismo, cuando no idolatría. Algunas de las reacciones al apunte me han parecido algo simpáticas, porque las personas que me han escrito dicen que son creyentes a su manera. Eso me han dicho varios amigos y amigas para marcar distancia con el rito idolátrico oficial de la Iglesia Católica.

Pero digamos que esto del fetichismo se trata de hacer como si las cosas tuvieran propiedades o poderes que no tienen, eso es lo que ocurre en muchas de las personas que hicieron la romería y que profesan devoción a "La Negrita".

Ahora, intentaré explicar el renuevo que Marx le dio al fetichismo, para llegar a cómo estas formas del fetichismo se sintetizaron de forma notable en la romería. Para ello haré una breve disertación sobre eso que Marx llamó el fetichismo de la mercancía, y que a mi juicio es central para comprender la constitución de la subjetividad en estos tiempos que corren.

Marx en El Capital parte del análisis de la forma más simple de la riqueza: la mercancía. Y no es casual que inicie por ahí, pues se trata del elemento básico de la riqueza en la sociedad capitalista. Marx ve en la mercancía una toda una lógica, una genealogía, y explica que la mercancía no es un objeto simple, juega un papel activo, y tiene dos factores que determinan su existencia: el valor de uso y el valor, que son dos cosas distintas pero inherentes a la mercancía.

Esto resulta de primordial importancia en la teoría marxista de acumulación de capital, porque precisamente su metodología de análisis permite ver en lo concreto de un objeto, en su forma de mercancía, la historia que éste contiene, como objeto, el proceso de su producción encierra todo un cúmulo de conocimientos. Pero además, con su visión de totalidad hace visible las relaciones sociales que posibilitan la conversión de un objeto en un valor de uso y en un valor de cambio a través del trabajo humano – concreto y abstracto a la vez –, en mercancía.

El análisis dialéctico de Marx pone en su real contexto las relaciones económicas y sociales de las sociedades en donde impera el modo de producción capitalista. Lo importante de la metodología utilizada por Marx, es que en su análisis explica que la acumulación de Capital es parte del desarrollo histórico de las relaciones sociales, económicas y políticas de las sociedades, y que en este sentido no se trata de una relación natural.

El fetichismo del dinero, como veremos, es el producto de esta forma relaciones de poner en el centro de las relaciones económicas al dinero, como fin, y no como el medio del intercambio (forma de equivalente) que es.

Antes detengámonos a puntualizar el análisis que Marx hizo de la mercancía, para con ello dilucidar lo que en el parágrafo 4 del primer capítulo de El capital, Marx llamó El fetichismo de la mercancía, y que a mi juicio resulta de fundamental importancia para comprender cómo es que el capitalismo, a pesar de que claramente es un sistema destructivo, sigue sosteniéndose más allá de sus límites objetivos (es decir materiales) y se ha instalado como único sistema posible en la subjetividad, a fuerza de una naturalización en las relaciones sociales.

Empecemos por señalar que para Marx, en la relación de cambio, la mercancía juega un papel activo, y es el dinero el que sirve para “medir” el valor de la mercancía. El conocimiento de la economía proviene de la relación de cambio, y Marx ve en la mercancía que se vende, el objeto como tal. El dinero, ya lo veremos, es una mercancía peculiar que hace de equivalente entre todas las mercancías. Cuando Marx nos indica que en el modo de producción capitalista, la riqueza es un enorme cúmulo de objetos útiles, no sólo historiza esta riqueza, sino que además nos dice que en el modo de producción capitalista la producción gira en torno a la generación y multiplicación de estos objetos, que finalmente devendrán en capital.

Ahora bien, ese objeto que se ha denominado mercancía, nos explica Marx, se trata de un objeto exterior, modificado en su forma original (es decir se trata de un hecho histórico en tanto modificado por la mano – trabajo – humana, para ser más claro, es un objeto de la cultura), y que satisface necesidades humanas, deseadas o necesitadas, no importa, lo que importa es propiamente que satisfaga una necesidad. Ese objeto, se mencionó al inicio, se compone de dos factores que determinan su existencia: el valor de uso y el valor de cambio.

Cuando Marx habla del valor de uso se refiere al cuerpo propiamente del objeto, el objeto como cosa útil, producto del trabajo humano, y que no está determinado por la cantidad de trabajo que contiene, no se refiere a una determinación de tipo cuantitativa, sino más bien cualitativa. No se debe perder de vista el valor de uso de los objetos porque debe considerarse la forma de producir y reproducir la vida.

Es decir, que con sólo el valor de uso los objetos no se convierten en mercancía, sino que además los objetos en tanto útiles pueden contener un otro valor, que se denomina valor de cambio. Pero a diferencia del valor de uso de los objetos, este valor de cambio no es natural de los objetos, no remite a la forma, se trata más bien de una convención social, una propiedad socialmente determinada, y esa determinación es cuantitativa. El valor de una mercancía sólo se puede expresar a través de otra mercancía, un objeto “a” se expresa en una cantidad determinada de un objeto “b”, se trata de una relación cuantitativa, porque en principio los objetos, aunque útiles, no son comparables. Se deduce con facilidad, que una condición necesaria para el intercambio es que los objetos sean diferentes. Cuando una persona se hace la pregunta por el valor de una mercancía “a” la respuesta se basa en el valor de “b”, y cuando se pregunta por el valor de “b” se tendrá que hacer referencia a la mercancía “a”. Y esto ocurre porque hay una suposición de que el objeto tiene un valor. Pero ese valor se expresa en el valor de uso de otra mercancía, el valor se hace visible a través de otra mercancía, por sí mismo el valor es invisible. No hay mercancía posible sin relación con otras mercancías, es ahí dónde se manifiesta el valor de cambio, una mercancía aislada es una ficción metodológica. Por tanto, no se trata de una propiedad natural inherente al objeto, en la relación de cambio da igual que su naturaleza sea distinta, son intercambiables siempre que tengan la misma proporción de valor. Y aunque cuando en lo cotidiano se hace abstracción del valor de uso y nos remitimos al valor de cambio (de forma irreflexiva, por puro uso común) sigue siendo condición necesaria para la posibilidad de cuantificación del valor el valor de uso.

Pero sí hay algo que es “igual” en estas mercancías, y es eso que llamamos valor: la magnitud del valor. No se igualan los valores de uso, sin embargo, como se mencionó, un objeto como cosa, es útil en tanto ha sido modificado de su estado natural (transformación de la naturaleza) por el trabajo humano, y que es lo que constituye la base para poder pensar el valor: la cantidad de trabajo. Es teniendo en cuenta el trabajo humano contenido en este objeto útil que se pueden igualar los objetos. Por tanto, la sustancia del objeto es el trabajo, mientras la magnitud del mismo es la cantidad de trabajo socialmente necesario que contiene, como unidad de medida. Es justamente (o más bien injustamente) el trabajo lo que no se ve en la mercancía, pero precisamente el trabajo humano es lo que hace que la mercancía pueda ser comparable con otra mercancía.

La mercancía, por tanto, es un producto del trabajo humano útil, concreto. Y este cúmulo de mercancía que componen la riqueza en el modo de producción capitalista es producto del trabajo social disponible, que se expresa como trabajo concreto (que produce objetos de forma particular) a través de la división social del trabajo – que se nos presenta como una red de productores privados autónomos e independientes –, y eso es lo que está de fondo en este cúmulo de mercancías.

Los productores privados se presentan al mercado a cambiar sus valores de uso (para otros, para el propietario se trata de un “no valor de uso”) en tanto son poseedores (dueños) de objetos, es en ese momento en que el valor de uso se transmuta en valor de cambio y “se igualan” los objetos, en tanto contienen la misma magnitud de valor, es decir, en tanto la sustancia misma del valor (el trabajo humano). El tiempo medio para producir un objeto es una imposición social. Y este trabajo medio es lo que se denomina trabajo abstracto.

El economista Hernán Alvarado en su libro Para descifrar el símbolo monetario y el fin del capital (1997), explica que “Es la mediación de un trabajo concreto lo que le imprime a la cosa una supranaturalidad, lo que la convierte en objeto, en una materialidad social, en un valor de uso; de la misma manera que es la medida de un “trabajo abstracto” lo que le imprime al objeto una supersociabilidad: un valor de cambio que lo convierte en mercancía”.

El valor es una relación social que busca el reconocimiento de la fracción del trabajo social, esto se establece a través de una relación con otra mercancía. Para ello es necesario una forma de equivalencia. En la forma equivalente el cuerpo de la mercancía “b” aparece como “alma” de la mercancía “a”, por tanto el valor se puede expresar a través de otros objetos que “prestan” su cuerpo. Y el trabajo concreto de “b” se expresa como trabajo abstracto en la mercancía “a”. Este trabajo concreto contenido en la mercancía “a”representa un trabajo privado que al enfrentarse a la mercancía “b” se presenta como trabajo social. Según Marx: “El cuerpo que presta servicios de equivalente, cuenta siempre como encarnación de trabajo abstractamente humano y en todos los casos es el producto de un trabajo útil, concreto. Esta trabajo concreto, pues, se convierte en expresión de trabajo abstractamente humano.”

Esto es lo que Marx denomina la Forma simple del valor: “La antítesis interna entre valor de uso y valor, oculta en la mercancía, se manifiesta pues a través de una antítesis externa, es decir a través de la relación entre dos mercancías, en la cual una de éstas, aquella cuyo valor se ha expresado, cuenta única y directamente como valor de uso, mientras que la otra mercancía, aquella en que se expresa valor, cuenta única y directamente como valor de cambio. La forma simple de valor de una mercancía es, pues, la forma simple en que se manifiesta la antítesis, contenida en ella, entre el valor de uso y el valor”. Otra forma de valor es la Forma desplegada o total del valor, en la que se puede establecer una relación con todos los objetos a través de una mercancía, es justo ahí cuando el valor muestra su naturaleza social.

En la Forma general del valor, los objetos establecen una relación con una mercancía que hará las de equivalente general:
“Una mercancía sólo alcanza la expresión general de valor porque, simultáneamente, todas las demás mercancías expresan su valor en el mismo equivalente, y cada nueva clase de mercancías que aparece en escena debe hacer otro tanto. Se vuelve así visible que la objetividad del valor de las mercancías por ser la mera “existencia social” de tales cosas, únicamente puede quedar expresada por la relación social omnilateral entre las mismas; la forma de valor de las mercancías, por consiguiente, tiene que ser una forma socialmente vigente”.
Todas las mercancías son comparables a través de una sola, el valor social está expresado a través de esta “tercera mercancía” para lograr calcular las magnitudes del valor de las mercancías. Esta “tercera mercancía” en su función de equivalente general, juega un papel exclusivo y excluyente para medir el valor de todas las demás mercancías, es un objeto simple, pero es un objeto común que las compara a todas y posibilita el intercambio, como medida de valor. En tanto es medio de intercambio permanece “invisible”, nadie pregunta por su valor, porque supone el valor de las otras mercancías, es un supuesto absoluto que no se expresa. Según Alvarado, la Forma dinero deriva de esta Forma general del valor:
“En cuanto valores los objetos se transforman en mercancías (...) se toman en cuenta dos características de esta forma del objeto: la primera, que en la relación mercantil los valores de uso equiparan sus magnitudes de valor, de esa equivalencia depende su vigencia histórica. Los objetos mercantiles se sujetan a la ley social con el rigor con que sus materiales se sujetan a la ley de la gravedad. La segunda, que el valor de cambio comporta, en la práctica, una realidad simbólica: su precio, o representación del valor en términos dinerarios. Sólo que aquí lo simbólico esta supeditado a la materialidad de equivalente: el precio se refiere al valor de la materialidad del oro, al dinero”.

Lo que Alvarado explica, es que lo simbólico queda supeditado a la materialidad del dinero, y que es precisamente esa supeditación lo que permite que considerar al dinero mercancía, puesto que hay un valor de uso que deviene en valor de cambio, y el objeto se manifiesta “sólo como una cantidad equivalente de otros valores de uso”. Y agrega: “La equivalencia es un caso de ambivalencia; dos magnitudes se sopesan y se equiparan, así se propicia el vínculo mercantil. La equivalencia es la ambivalencia en su punto de equilibrio, pues el valor de cambio supone la doble valencia de la mercancía y del dinero”. Para Marx, es la forma de dinero “... la que vela de hecho, en vez de revelar, el carácter social de los trabajos privados, y por tanto las relaciones sociales entre los trabajadores individuales.” Marx insiste en que se trata de un modo de pensar válido “... para las relaciones de producción que caracterizan ese modo de producción social históricamente determinado: la producción de mercancías”.

Es precisamente aquí cuando se produce un fenómeno con enormes consecuencias para el modo de producción capitalista, y que a mi juicio también tiene serias consecuencias en la subjetividad, y que de alguna forma viene a determinar la forma en que nos relacionamos, y determina en alguna medida el porqué hacemos lo que hacemos, y es lo que Marx denominó el Fetichismo de la mercancía. Es este momento en que el desarrollo de la producción capitalista se topó con la cuestión del fetichismo. Es justamente aquí cuando, según Paul-Laurent Assoun, el "rasgo fetíchico" se inscribe en el momento de la materia bruta de las cosas con su carácter de forma en el sistema de los intercambios, es decir, en donde la cosa parece animarse hasta llegar a la "autonomía" y se incorpora a la "danza de las mercancías". 

Es por esto que Assoun dice que Marx se torna en etnólogo del capitalismo moderno, porque en sus análisis de la mercancía señala que ésta es la forma visible e inasible de las relaciones sociales, porque en el intercambio las cosas pareciera que se relacionan entre sí, como si no se tratara de relaciones humanas. Esta forma de fetichismo expresa la ruptura entre el valor de uso y el valor de cambio, y la naturalización de las relaciones sociales, por lo que parece que son las cosas las que tienen un valor que no poseen, con una dinámica propia. Es como si los objetos tuvieran propiedades por ser mercancías, y olvidamos que se trata de productos del trabajo humano. Pero esto ocurre porque, las mercancías, al producirse de forma privada y de forma independiente, sus atributos sociales se manifiestan en el intercambio, ocultando las relaciones sociales que tiene de fondo, pareciera que las cosas se relacionan entre sí, como si no existiera historia dentro de las mercancías. Se trata del trabajo humano, y lo que determina la magnitud de valor es la cantidad del trabajo. 

Marx explica que cuando una persona trabaja para otra, ese trabajo adquiere también una forma social. En el intercambio, y nada más que ahí, nos dice Marx, es que los productos del trabajo adquieren una objetividad del valor, que es social, y que se separa de su “objetividad de uso”, se trata pues de una escisión del producto laboral devenido en cosa útil y cosa de valor, que se hace efectiva en la práctica y cuando las cosas se producen para el intercambio, porque ahí se tiene en cuenta el valor para que el intercambio sea posible. Marx agrega: “A partir de ese momento los trabajos privados de los productores adoptan de manera efectiva un doble carácter social”, y explica que los objetos satisfacen una necesidad socialmente determinada, con la que prueban la eficacia como partes del trabajo global, dentro de la división social del trabajo, pero además, esta producción de objetos útiles produce objetos dotados de valor susceptibles de ser intercambiados por otros objetos equivalentes en cuanto a su magnitud de valor: “La igualdad de trabajos toto cœlo [totalmente] diversos sólo puede consistir en una abstracción de su desigualdad real, en la reducción al carácter común que poseen en cuanto gasto de fuerza humana de trabajo, trabajo abstractamente humano”.

Como explica Alvarado:
“El objeto es naturaleza transformada por el trabajo humano, lo que quiere decir relación de poder, intencionalidad, finalidad colectiva. No obstante, a menudo se atribuye al objeto propiedades que en sí no tiene y se omite, sospechosamente, el trabajo y su determinación: se le atribuye una plusrealidad, una segunda capa de sentido que recubre la funcionalidad original. Si no se distingue entre un objeto y una cosa natural, aunque ambos sean igualmente útiles, no se ve la mano humana, por ende no se puede delimitar lo real de la relación histórica. (...) en alguna parte se pierde así lo real del objeto. Lo curioso es que no se pierde el objeto sino su realidad histórica; el objeto sigue fungiendo en la práctica, pero ya no como lo que es, sino como otra cosa; como si la utilidad fuera refuncionalizada y puesta al servicio de otro orden, del orden arbitrario del fetiche, en el que se pervierte la realidad inicial del objeto. No obstante, al omitirse la naturaleza, el objeto será una metafísica; al olvidarse el trabajo será una cosa mítica; se esfuma así la objetividad de la cultura que lo originó. Esta operación mental consiste en aniquilar la realidad social del objeto, en omitir así la relación humana. Esta última pervive petrificada, como si fuera una cosa y no una dialéctica.” 
Marx lo que dice es que, al producirse de forma privada objetos que son socialmente útiles, se revela el carácter social del trabajo que los produce, y que justamente eso es lo que tienen de común las mercancías, que son objetos producto del trabajo humano, y en el mercado esta relación de trabajo, que es la que en el fondo produce el valor, se da de forma inconsciente, “No lo saben, pero lo hacen”, dice Marx. El valor no lleva escrito en la frente lo que es. Por el contrario, transforma a todo producto del trabajo en jeroglífico social. La relación social de las personas es transformada en un comportamiento social de cosas. Pero además como lo señala acertadamente Alvarado, se trata de una “relación de poder, intencionalidad, finalidad colectiva”, de una relación de explotación, en la que el capitalista se apropia del plusvalor producido por el obrero. Como “sospechosamente” se omite u olvida el trabajo contenido en la mercancía, la cosa se vuelve mítica y se oculta completamente la cultura que lo origina, la cultura de la irracionalidad capitalista, y a la vez inaugura el síntoma de la sociedad capitalista contenido en la producción de mercancías. Para el productor lo que interesa es cuánto valor ajeno obtendrá por el producto propio. La magnitud de valor cambia de forma constante y de forma independiente de la voluntad de los sujetos del intercambio, según Marx, “su propio movimiento social posee para ellos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control se encuentran, en lugar de controlarlas”.

En ese sentido es que el método de análisis dialéctico de Marx permite ver que la sociedad burguesa genera en su modo de producción, el fetichismo, que se sostiene bajo una lógica perversa de explotación, y que se oculta bajo la figura de la mercancía. Pero además, pone de manifiesto que las actuales formas de relación social no son igualitarias, tal y como pretende la burguesía, y que no se trata del “Edén de los derechos humanos innatos”, sino que se trata de una sociedad en la que la desigualdad se disfraza de igualdad a través de la relación económica en la dialéctica del intercambio de mercancías. Esta ley de equivalencia del intercambio, según Alvarado, es una operación mental, donde lo distinto aparece como si fuera lo mismo, como si las cosas se cambiaran de forma proporcional (ya veremos cómo esto no es posible), que esta equivalencia “es una utopía mercantil”. En una nota al pie de página de El Capital, Marx lo explica de esta forma: “Lo que caracteriza, pues, a la época capitalista es que la fuerza de trabajo reviste para el obrero mismo la forma de una mercancía que le pertenece, y su trabajo la forma de trabajo asalariado…”. Alvarado sostiene que el trabajo en la sociedad capitalista se convierte en una actividad que desconoce lo subjetivo del sujeto que lo realiza, se trata de una ideología que no soporta lo específicamente humano, lo diferente, lo inconmensurable: “... Por eso cabe afirmar que el intercambio de objetos está fundado en una ficción que sostiene eficientemente un fetiche: la mercancía. Fetiche sobre el que pesa una mentira: la ley de equivalencia, o sea, la ley que toma lo diferente por lo mismo, que instaura la violencia simbólica de la medida, el totalitarismo del valor”.

Pero además de ocultar una relación de producción perversa, en donde se genera un sinrazón (el proletario y la exclusión), se impone como afirma Alvarado un totalitarismo del valor, que se instaura en la subjetividad, y que es finalmente lo que hace que el mismo sistema se mantenga a pesar de las contundentes pruebas de su propia disfuncionalidad:
“El intercambio que hace mercancía al objeto es, por otra parte, un proceso social que multiplica los usos y necesidades. Una instancia que acelera en progresión creciente la producción/consumo de objetos. La forma mercantil es un primer acelerador de ese proceso universal de objetivación o de transformación de la naturaleza en objeto, de la lógica general de cosificación, que termina siendo, para el sujeto, el mismo proceso de su enajenación.”
Tras esta extensa reflexión en torno al carácter fetichista de la mercancía, y en cómo efectivamente, ésta se convierte en síntoma del capitalismo, finalizo mencionando un detalle que me llamó poderosamente la atención de la romería pasada, y que no pasó inadvertida por mucha gente (y que demás dio origen a esta serie de apuntes sobre el fetichismo), es la foto de la Basílica por dentro:


Las marcas, según Naomi Klein en un interesantísimo libro titulado No Logo, han llegado a sustituir o al menos convertirse en algo similar a las mercancías, en algunos casos las mercancías "valen" por el simple hecho de tener un logo. Es decir, que "el capitalismo" ha dado un salto en las producción de fetiches, y las marcas pueden sustituir en alguna medida a los objetos (y su producción) al punto de que ya no es necesario el objeto como tal, sino su representación, que en este caso sería la marca. Es una inversión bastante interesante de lo que sucede con el fetiche religioso, que sí requiere del objeto. 

En todo caso, los fetiches a lo interno de la Basílica se sintetizan en el "pasillo de la fe", nótese el simbolismo de entrar de rodilla al santuario estando rodeado de marcas comerciales. No deja de ser una ironía que en el supuesto espacio sagrado se conjuguen tantos fetiches, primitivos y modernos. Pero lo que más me llama la atención es que la gente sea tan irreflexiva y no pueda ver a los mercaderes absolutamente metidos en el templo, por eso precisamente es que es tan importante el análisis Marxista de la mercancía, que devela el carácter social de la producción capitalista. Por eso es que Marx analiza el objeto básico de la producción, porque encierra y a la vez oculta todo el proceso de producción, es decir las relaciones de poder. Y esas relaciones de poder no es casual están presentes en ese acto religioso, la gente encandilada por el brillo de la mercancía no ve lo que ocurre frente a sus narices, este acto de fe, es precisamente lo que sostiene al fetiche religioso, este acto de fe también es lo que sostiene al capitalismo. La romería es un claro ejemplo de ello. 

El próximo apunte, analizará cómo efectivamente en este "acto de fe" el poder político también hizo su juego, aunque por supuesto como es la tónica en el gobierno de la Chinchilla, les salió un poco mal. Hasta aquí por hoy, que me extendí demasiado.

domingo, 4 de agosto de 2013

Fetichismo (parte I): La Negrita

Dice Paul-Laurent Assoun, en su libro El Fetichismo,  que la palabra "fetiche"  proviene del portugués feitiço, y que significa "artificial" y por extensión "sortilegio". Según entiendo feitiço es el que designa en la legua portuguesa el fetiche, el hechizo, el embrujamiento, y que fazer feitiço significa hechizar. Hay algunas ramificaciones del término feitar que significan "modelar", y feitura entonces designa a la hechura, por tanto artificial. El término fetichismo aparece en la lengua francesa en el Siglo XVIII, el de fetiche data del Siglo XVI.

El origen de la palabra fetiche, y del término feticihismo, tiene que ver con los viajeros europeos, y aparentemente es el francés De Brosses quien acuña el término fetichismo, y hace una relación directa entre el término fetiche y fetichismo cuando describe el cultos de los negros de la costa Occidental de África a algunas Divinidades que los europeos llamaban fetiches, concretamente fetisso, o sea, cosa hechizada, encantada, divina o que transmite oráculos. Los viajeros coincidían en una actitud general de relacionar fetiches con formas de creencia específica. De Brosses en 1760 en su Culto de los Dioses Fetiches, se refiere culto de ciertos objetos terrestres y materiales llamados Fetiches entre los negros africanos y es a esto lo que llamará fetichismo. En el texto advierte que aunque el concepto se circunscribe a los negros africanos, hará uso del término fetichismo para el culto de animales o "seres inanimados" a los que se diviniza. Aunque fue De Brosses quien acuñó el término, al parecer su construcción es una creación académica. No viene al caso para este apunte esa discusión, solo comprender de dónde viene eso del fetichismo.

Lo importante es que la primera definición del término fetichismo es esta: forma de religión en la cual los objetos del culto son animales o seres inanimados a los que se diviniza, transformados así en cosas dotadas de una virtud divina (oráculos, amuletos, talismanes). La variedad de objetos y animales a los que se diviniza es extensa y variará de acuerdo a la región y las creencias particulares de las tribus. Nótese que esta construcción del término fetichismo es tremendamente eurocéntrica.

Según Assoun, De Brosses lo que hace es confrontar la religión de objeto a las religiones de la Revelación y a todas las formas primitivas de religión, y es así como tuvo el cuidado de oponer fetichismo a la idolatría, destacando la preeminencia del primero, la zoolatría sería la transición entre ambos. La distinción concretamente esta en que el fetichismo es veneración y adoración del objeto mismo, mientras la idolatría el objeto tiene la función de re-presentación de un ser o una idea. Assoun agrega: "lo que debe pensarse, a través de este desconcertante objeto-signo que es el fetiche, es una confusión o una coalescencia del "representante" y lo "representado". En tanto que la religión "civilizada" construye la relación con Otro asumiendo su dimensión de ausencia, el fetichismo se dirige a un objeto omnipresente".

Según De Brosses entonces no hay Nación que no haya pasado por este estado, es decir que se trata de un desarrollo de la creencia religiosa. Ésto supone claramente una visión mecanicista, y como dije, eurocéntrica, muy típica de la época (¿y la actualidad?). Incluso De Brosses se refiere al fetichismo como una cosa absurda e irracional, por lo que se trata de un estado bruto y salvaje.

El fetichismo es un verdadero caballo de troya en el reino espiritualista y es para cumplir esa función que se lo "entroniza". De Brosses intenta esbozar una antropología del comportamiento fetichista en su móvil afectivo y motivación "cognitiva", según él en un primer momento se trata de temor (por lo inexplicable, por la fiereza de la naturaleza), ese sería el móvil afectivo; y el cognitivo estaría marcado por la ignorancia, la curiosidad, sobre algún acontecimiento nocivo o monstruoso que organizará la realidad.

Pero además hay otro movimiento muy importante que es el de concebir a esas potencias superiores como semejantes a las potencias humanas, es decir, que se personifican a esos seres. Se trata pues de otorgarle a los objetos cualidades humanas que no tiene.

Todo esto viene a cuenta, por la romería, obviamente. Y no dejo de pensar en varias cosas. Una de ellas en esa línea que De Brosses marcaba entre la idolatría y el fetichismo. Claro que era una mirada eurocéntrica, marcando una diferencia entre la religión moderna (¿y verdadera?) y las religiones primitivas. Y yo me pregunto si no será primitivo esto que vimos este fin de semana: miles de personas caminando hasta Cartago para ver a "La Negrita", es decir, para ver una piedrita a la que se le atribuyen poderes que no tiene, obviamente. ¿No es eso tan primitivo como adorar un tótem? Por supuesto que lo es. Pero cualquier católico lo negará, y no solo lo negará, sino que se pondrá agresivo con uno y pronosticará la eternidad de sufrimiento por semejante herejía.

En todo caso, si esto no es fetichismo en el sentido que le dio De Brosses al término, es claramente idolatría. Sólo basta ver cómo la gente cree en esa piedra, cómo le rezan, y hasta vestidos le hacen. Hasta le otorgan características netamente humanas, como la de madre santa, virgen santísima, madre amorosa, entre otras. Y por supuesto todo eso tiene un uso político. Basta ver las entrevistas en los medios de comunicación a la gente que asiste a la romería.

Es absurdo creer que esa piedrita, es la madre de dios, en todo caso podría representarla, pero entonces reconocer eso racionalmente llevaría a ver que no es la madre de dios y que por lo tanto no merecería todo este circo que se arma a su alrededor. Es decir, si se trata de tan solo una representación no tiene ningún sentido exhibirla como si se tratara de la madre de dios, pues es tan solo una representación, una piedra, una imagen. Eso, no tiene nada de moderno, es absolutamente primitivo e irracional, exactamente lo mismo que adorar un tótem, un animal, o creer que un objeto tiene poderes, no hay ninguna diferencia. Por eso todo ese razonamiento extraído del Libro de Assoun. Acá lo que ocurre es que pensamos que la fe, sólo porque se trata de la fe en Occidente, es verdadera y superior. Y éste es justo el principio de la intolerancia religiosa. Se trata de un dogma, y como tal incuestionable. Pero si se le analiza con detenimiento resulta vacío, irracional y absurdo.

Este apunte probablemente no vaya a caer bien entre la gente que tiene fe y cree en "La Negrita", porque cuestionar la fe nunca sienta bien, la fe es irracional y pensar los actos religiosos desde la racionalidad es sencillamente impensable. Y claro para ello siempre hay una salida, los designios del Señor no son comprensibles para la mente humana.

En todo caso, lo que me interesaba hacer ver, y pensar, era todo esto de cómo en pleno Siglo XXI, aquello que denominamos primitivo (porque aunque el razonamiento de De Brosses es tremendamente eurocéntrico y teñido por su época) no es tal, o, más bien nuestras formas religiosas son tan primitivas como las tribus y pueblos descritos en los libros de hace tiempo. La denominada modernidad aún contiene manifestaciones premodernas, y eso es la Iglesia Católica (en particular) una institución que conjuga ritos premodernos y hasta primitivos, que requiere de la irracionalidad y la ignorancia (consciente o no) de sus fieles para subsistir con todo su poder.

Lo que vimos este fin de semana es una clara muestra de ello. Pero además en el acto de la romería se conjuga, se sintetiza, además la evolución del concepto de fetichismo. Resulta tremendamente interesante cómo en el acto de la romería se sintetiza de forma tan singular y natural, esa definición original de fetichismo, con el fetichismo de la mercancía, enunciado por Marx. El poder de la Iglesia Católica se fundamenta en esto, necesita que todo esta irracionalidad exista para poder sostenerse.

En el próximo apunte, comentaré cómo es eso del fetichismo de la mercancía sintetizado en ese acto religioso. Por el momento, dejo hasta ahí la reflexión. Solamente decir una cosa. A mí sí me parece todo este culto a "la negrita" de lo más idolátrico que he visto, no sé cómo los católicos pueden decir que lo del becerro de oro sí era idolatría y entrar de rodillas a una iglesia a rezarle a una piedra no lo es.