“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

lunes, 13 de julio de 2015

Villoro sabe de fútbol...

Se acabó este semestre, al fin. En determinado momento, casi hacia el final, una de las profesoras de la maestría preguntó cómo nos iba con el semestre. Yo le contesté que me sentía como uno de esos jugadores de fútbol ya veteranos, en un partido que va por el minuto 70 y ya no quedan cambios, el partido es un intenso ida y vuelta, y miro a la banca únicamente para corroborar la angustia que también se vive desde ahí, pero con la diferencia que ellos saben que no pueden hacer más que alentar, o putear, a mí no me da, eso es lo más angustiante. Esa era la descripción más gráfica que podía hacer, así me sentía yo entrando al tercer tercio de mayo, como ese jugador veterano que sabía que no le quedaban muchos arrestos. Pues bien, aguanté todo el partido, pero a un costo altísimo. No viene al caso hacer el recuento ahora... ya habrá tiempo, de eso (del tiempo) ya escribiré.

Pero el tiempo también viene a cuenta. Hoy domingo, que de repente me encuentro con "mucho tiempo"... enviadas las notas de mi primer grupo, de mi primera vez como docente, terminados desde el viernes a las 11:50 p.m. todos los informes para mis cursos de maestría... estoy de repente con tiempo, solo, y sin saber qué hacer con mi tiempo y mi soledad.

Como la televisión está terriblemente aburrida, prendo humo blanco y me digo que la mejor forma de disfrutar de este tiempo, sin tareas y en solitario, es con un libro. Pedro Aznar y Jorge Drexler ponen el fondo musical. Ahora la cosa es cuál libro, y afortunadamente hay muchas opciones (perdón por rajar, pero sí hay muchas opciones).

Me encuentro dos sobre Benedetti que compré en Uruguay. Los pongo aparte, y de repente me sale uno de Juan Villoro y Martín Caparros: Ida y vuelta. Una
correspondencia sobre fútbol. Debo haberlo comprado en Buenos Aires, pero no recuerdo el momento, y es curioso recuerdo el momento y lugar en que he
comprado mis libros. Lo tomo y me dejo llevar por estos dos grandes. Un placer realmente. Ya había leído algún artículo de Villoro sobre fútbol, genial. Leí la columna diaria que Caparrós tuvo durante el pasado mundial en el País, luego decidieron cancelar su columna, y los putié todos los días como un mes .

El texto es una correspondencia que sostuvieron Villoro y Caparrós durante el Mundial del 2010. Empieza Juan Villoro, le contesta Martín Caparrós. Reflexiones agudas sobre el fútbol, la cultura. Le dice Caparrós, "el fútbol es uno de los temas menos prestigiosos de este mundo y, al mismo tiempo, hay pocas lenguas tan habladas como el fútbol...". Y Villoro luego le responderá "La vida es lo que sucede mientras hacemos otras cosas, ya lo sabemos. La discusión de goles y partidos fue el pretexto y el disfraz para aludir a lo que en verdad importa: la amistad, el viaje, el regreso a casa, el dolor, la pérdida. la identidad, las cosas que queremos y no sabemos decir".

Caparrós le tira un pelotazo a Villoro haciendo una brillante reflexión de porqué el fútbol es tan nuestro, está tan profundamente arraigado, entre otras muchas cosas porque cualquiera podría ser una de esos que está en el terreno de juego: "En el fútbol, además, cualquier chico puede ser un grande: Maradona, el mejor, era un gordito que la mayoría de los deportes habrían descartado antes de que se cambiara. Pero en el fútbol pueden jugar todos...", cualquiera podría ser, no todos.

Villoro, hace un pase a Caparrós. Y habla de la camiseta negra de México, y dice que esa camiseta negra tiene la misión oculta de emular al árbitro "... el máximo aficionado del fútbol. El hincha desorbitado...". Y comparto lo que señala, si el árbitro no se equivocara sería un juego muy aburrido, y todo depende de él: "un hombre que suda a diez metros del balón y tiene un segundo para decidir si lo que no alcanzó a ver bien fue un penalti o una caída teatral de escuela (...) los futbolistas juegan a ser dioses y el árbitro a ser hombre".

Villoro le dice a Caparrós que: "La administración del error humano ha sido un oficio bien llevado en nuestras canchas. Cuando el árbitro se equivoca en favor de México, una fanaticada que entiende de ilegalidades exclama: ¡Árbitro Justo!".

No sería mala idea que algún día alguien gritara en un estadio nacional algo similar. Cuando el árbitro se jale una cagada (que en nuestro futbolito es frecuente) le espete: ¡Árbitro Justo!... algún extranjero que presencie semejante acto, no comprenderá qué tanto sentido puede tener eso acá, porque cuando alguien grita así, en realidad está diciéndo desde lo más profundo de su ser: ¡Árbitro hijueputa!