“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

miércoles, 15 de junio de 2011

El oro de los tontos, de Pablo Ortega

Ayer martes 14 de junio se presentó el más reciente documental de Pablo Ortega titulado "El oro de los tontos" que hace un relato muy concreto de la maraña de intereses en torno a la cuestión minera en Crucitas (Zona norte de Costa Rica).

No voy a decir más en torno al video porque creo que efectivamente éste sintetiza el conflicto y cauce político que ha llevado la cosa. Sólo quiero agregar que este fin de semana (11 y 12 de junio) estuve de gira en la zona norte. Estuvimos en la entrada de la finca de la compañía minera, y resulta increíble la gran riqueza natural de la zona, como tampoco resulta impresionante cómo después de 18 años de estar en la zona la empresa no ha hecho nada por el "desarrollo" de estos lugares. Ni siquiera entendiendo desarrollo en el sentido capitalista de crecimiento económico. Todo lo contrario, la zona está totalmente deprimida económicamente, y ahora fracturada socialmente por el proyecto minero. La presencia del Estado es nula, y cuando no, es para apadrinar a una compañia transnacional con una de las actividades más destructivas del ambiente.

Ya ampliaré el comentario y agregaré algunas fotos, Crucitas, el pueblo que tiene como vecino a esta empresa minera es casi un pueblo fantasma.

Les dejo el video, espero comentarios.

El "valor" del dinero ... y la explotación minera en Crucitas (I)


¿Cuánto cuesta un colón*? La respuesta siempre refiere al dólar. Y cuando uno se pregunta cuánto cuesta un dólar... pues... ya no puede responder con toda propiedad que cierta cantidad de oro... como se solía hacer. Desde hace muchos años el "valor" del dinero se separó del patrón-oro, lo que ha dejado más en evidencia (no para todos he de decir) lo arbitrario del "valor" de la moneda.
Porque resulta que el dinero no tiene ningún valor en sí mismo, como tampoco lo tiene ninguna otra mercancía. El dinero sirve para hacer de equivalente entre dos objetos que en sí mismos no tienen tienen ningún "valor". 
Pero empecemos por señalar que en la relación de cambio la mercancía juega un papel activo, y es el dinero el que sirve para “medir” el valor de la mercancía, el conocimiento de la economía proviene de la relación de cambio, y Marx ve en la mercancía que se vende, el objeto como tal. El dinero, ya lo veremos, es una mercancía peculiar que hace de equivalente entre todas las mercancías.

Ahora bien, ese objeto que se ha denominado mercancía, se trata de un objeto exterior, modificado en su forma original (es decir se trata de un hecho histórico en tanto modificado por la mano – trabajo – humana, es decir, es un objeto de la cultura), que satisface necesidades humanas, deseadas o necesitadas, no importa, lo que importa es propiamente que satisfaga una necesidad. Ese objeto se compone de dos factores que determinan su existencia: el valor de uso y el valor de cambio.

El valor de uso se refiere al cuerpo propiamente del objeto, el objeto como cosa útil, producto del trabajo humano, y que no está determinado por la cantidad de trabajo que contiene, no se refiere a una determinación de tipo cuantitativa, sino más bien cualitativa. Ahora bien, con sólo el valor de uso los objetos no se convierten en mercancía, sino que además los objetos en tanto útiles contienen un otro valor, que se denomina valor de cambio.

Pero a diferencia del valor de uso de los objetos, este valor de cambio no es natural de los objetos, no remite a la forma, se trata más bien de una convención social, una propiedad socialmente determinada, y esa determinación es cuantitativa. El valor de una mercancía sólo se puede expresar a través de otra mercancía, un objeto “a” se expresa en una cantidad determinada de un objeto “b”, se trata de una relación cuantitativa, porque en principio los objetos, aunque útiles, no son comparables. Se deduce con facilidad que una condición necesaria para el intercambio es que los objetos sean diferentes. Cuando una persona se hace la pregunta por el valor de una mercancía “a” la respuesta se basa en el valor de “b”, y cuando se pregunta por el valor de “b” se tendrá que hacer referencia a la mercancía “a”. Y esto ocurre porque hay una suposición de que el objeto tiene un valor. Pero ese valor se expresa en el valor de uso de otra mercancía, el valor se hace visible a través de otra mercancía, por sí mismo el valor es invisible. No hay mercancía posible sin relación con otras mercancías, es ahí dónde se manifiesta el valor de cambio, una mercancía aislada es una ficción metodológica. Por tanto, no se trata de una propiedad natural inherente al objeto. En la relación de cambio da igual que su naturaleza sea distinta, son intercambiables siempre que tengan la misma proporción de valor. Y aunque, cuando en lo cotidiano, se hace abstracción del valor de uso y nos remitimos al valor de cambio (de forma irreflexiva, por puro uso común) el valor de uso sigue siendo condición necesaria para la posibilidad de cuantificación del valor.

Sin embargo, sí hay algo que es igual en estas mercancías, y es eso que llamamos valor: la magnitud del valor. No se igualan los valores de uso, pero, como se mencionó, un objeto como cosa, es útil en tanto ha sido modificado de su estado natural (transformación de la naturaleza) por el trabajo humano, y que es lo que constituye la base para poder pensar el valor: la cantidad de trabajo. Es, teniendo en cuenta el trabajo humano contenido en este objeto útil, que se pueden igualar los objetos. Por tanto, la sustancia del objeto es el trabajo, mientras la magnitud del mismo es la cantidad de trabajo socialmente necesario que contiene, como unidad de medida. Es justamente (o más bien injustamente) el trabajo lo que no se ve en la mercancía, pero precisamente el trabajo humano es lo que hace que la mercancía pueda ser comparable con otra mercancía.

La mercancía, por tanto, es un producto del trabajo humano útil, concreto. Y este cúmulo de mercancías que componen la riqueza en el modo de producción capitalista es producto del trabajo social disponible, que se expresa como trabajo concreto (que produce objetos de forma particular) a través de la división social del trabajo – que se nos presenta como una red de productores privados autónomos e independientes –, pero que es lo que está de fondo en este cúmulo de mercancías. Los productores privados se presentan al mercado a cambiar sus valores de uso (para otros, para el propietario se trata de un “no valor de uso”) en tanto son poseedores (dueños) de objetos, es en ese momento en que el valor de uso se transmuta en valor de cambio y “se igualan” los objetos, en tanto contienen la misma magnitud de valor, es decir, en tanto la sustancia misma del valor (el trabajo humano). El tiempo medio para producir un objeto es una imposición social. Y este trabajo medio es lo que se denomina trabajo abstracto.

Para el economista Hernán Alvarado “Es la mediación de un trabajo concreto lo que le imprime a la cosa una supranaturalidad, lo que la convierte en objeto, en una materialidad social, en un valor de uso; de la misma manera que es la medida de un “trabajo abstracto” lo que le imprime al objeto una supersociabilidad: un valor de cambio que lo convierte en mercancía”

Entonces, el valor es una relación social que busca el reconocimiento de la fracción del trabajo social, esto se establece a través de una relación con otra mercancía. Para ello es necesario una forma de equivalencia. En la forma equivalente el cuerpo de la mercancía “b” aparece como “alma” de la mercancía “a”, por tanto el valor se puede expresar a través de otros objetos que “prestan” su cuerpo. Y el trabajo concreto de “b” se expresa como trabajo abstracto en la mercancía “a”. Este trabajo concreto contenido en la mercancía “a”representa un trabajo privado que al enfrentarse a la mercancía “b” se presenta como trabajo social. Como explica Marx en El Capital: “El cuerpo que presta servicios de equivalente, cuenta siempre como encarnación de trabajo abstractamente humano y en todos los casos es el producto de un trabajo útil, concreto. Esta trabajo concreto, pues, se convierte en expresión de trabajo abstractamente humano.”

Esto es lo que Marx denomina la Forma simple del valor: “La antítesis interna entre valor de uso y valor, oculta en la mercancía, se manifiesta pues a través de una antítesis externa, es decir a través de la relación entre dos mercancías, en la cual una de éstas, aquella cuyo valor se ha expresado, cuenta única y directamente como valor de uso, mientras que la otra mercancía, aquella en que se expresa valor, cuenta única y directamente como valor de cambio. La forma simple de valor de una mercancía es, pues, la forma simple en que se manifiesta la antítesis, contenida en ella, entre el valor de uso y el valor”. Otra forma de valor es la Forma desplegada o total del valor, en la que se puede establecer una relación con todos los objetos a través de una mercancía, es justo ahí cuando el valor muestra su naturaleza social.

En la Forma general del valor, los objetos establecen una relación con una mercancía que hará las de equivalente general:

Una mercancía sólo alcanza la expresión general de valor porque, simultáneamente, todas las demás mercancías expresan su valor en el mismo equivalente, y cada nueva clase de mercancías que aparece en escena debe hacer otro tanto. Se vuelve así visible que la objetividad del valor de las mercancías por ser la mera “existencia social” de tales cosas, únicamente puede quedar expresada por la relación social omnilateral entre las mismas; la forma de valor de las mercancías, por consiguiente, tiene que se una forma socialmente vigente”

Todas las mercancías son comparables a través de una sola, el valor social está expresado a través de esta “tercera mercancía” para lograr calcular las magnitudes del valor de las mercancías. Esta “tercera mercancía” en su función de equivalente general, juega un papal exclusivo y excluyente para medir el valor de todas las demás mercancías, es un objeto simple, pero es un objeto común que las compara a todas y posibilita el intercambio, como medida de valor. En tanto es medio de intercambio permanece “invisible” nadie pregunta por su valor, porque supone el valor de las otras mercancías, es un supuesto absoluto que no se expresa.

La Forma dinero deriva de esta Forma general del valor, Hernán Alvarado lo explica de la siguiente manera:
En cuanto valores los objetos se transforman en mercancías (...) se toman en cuenta dos características de esta forma del objeto: la primera, que en la relación mercantil los valores de uso equiparan sus magnitudes de valor, de esa equivalencia depende su vigencia histórica. Los objetos mercantiles se sujetan a la ley social con el rigor con que sus materiales se sujetan a la ley de la gravedad. La segunda, que el valor de cambio comporta, en la práctica, una realidad simbólica: su precio, o representación del valor en términos dinerarios. Sólo que aquí lo simbólico esta supeditado a la materialidad de equivalente: el precio se refiere al valor de la materialidad del oro, al dinero.” (Alvarado, 1997, p. 46).

Según el mismo Alvarado, lo simbólico queda supeditado a la materialidad del dinero, y que es precisamente esa supeditación lo que permite que considerar al dinero mercancía, puesto que hay un valor de uso que deviene en valor de cambio, y el objeto se manifiesta “sólo como una cantidad equivalente de otros valores de uso”, y agrega: “La equivalencia es un caso de ambivalencia; dos magnitudes se sopesan y se equiparan, así se propicia el vínculo mercantil. La equivalencia es la ambivalencia en su punto de equilibrio, pues el valor de cambio supone la doble valencia de la mercancía y del dinero”. Es la forma de dinero “... la que vela de hecho, en vez de revelar, el carácter social de los trabajos privados, y por tanto las relaciones sociales entre los trabajadores individuales”, Marx insiste en que se trata de un modo de pensar válido “... para las relaciones de producción que caracterizan ese modo de producción social históricamente determinado: la producción de mercancías”.

Es precisamente aquí cuando se produce un fenómeno con enormes consecuencias para el modo de producción capitalista, y que a mi juicio también tiene serias consecuencias en la subjetividad, y que de alguna forma viene a determinar la forma en que nos relacionamos, y determina en alguna medida el porqué hacemos lo que hacemos, lo que Marx denominó el Fetichismo de la mercancía.

En palabras de Marx:

La primera peculiaridad que salta a la vista cuando se analiza la forma de equivalente es que el valor de uso se convierte en la forma en que se manifiesta su contrario, el valor.
La forma natural de la mercancía se convierte en forma de valor. Pero obsérvese que ese quid pro quo [tomar una cosa por otra] sólo ocurre, con respecto a una mercancía B (chaqueta o trigo o hierro, etc.) en el marco de la relación de valor que enfrenta con otra mercancía A cualquiera (lienzo, etc.); únicamente dentro de los límites de esa relación. Como ninguna mercancía puede referirse a sí misma como equivalente, y por tanto tampoco puede convertir a su propia corteza natural en expresión de su propio valor, tiene que referirse a otra mercancía como equivalente, o sea, hacer de la corteza natural de otra mercancía su propia forma de valor.”
En este párrafo Marx nos advierte la inversión que se opera en la mercancía equivalente, cuando el valor de uso se transforma en valor, que es su contrario. Hay una transmutación de una forma natural a otra forma opuesta, y eso sólo es posible en la relación entre mercancías, una mercancía por sí misma no puede efectuar esta operación de inversión, se trata pues de una relación social entre las cosas, un tomar una cosa por otra en la relación de los objetos. Dice Marx que las mercancías “... no bien entra entra en escena como mercancía, se transmuta en cosa sensorialmente suprasensible”. Pareciera entonces que en su forma de equivalente general, las mercancías tuvieran un carácter místico. Y este carácter místico de la mercancía no deriva, por tanto, de su valor de uso. Para Marx:

Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en que la misma refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en que también refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores. Es por medio de este quid pro quo [tomar una cosa por otra] como los productos del trabajo se convierten en mercancías, en cosas sensorialmente suprasensibles o sociales.”

La forma de mercancía y el valor no tienen nada que ver con la naturaleza física “... ni con las relaciones, propias de cosas, que se derivan de tal naturaleza. Lo que aquí adopta, para los hombres, la forma fantasmagórica de un elación entre cosas, es sólo la relación social determinada existente entre aquellos” (op. Cit.; p. 89). Este fetichismo, pues es inherente al modo de producción capitalista. Para Paul-Laurent Assoun “La fetichización se advierte por ese pasaje de las “relaciones humanas” a las “relaciones de las cosas entre sí” – “reificación” que justifica la analogía del mundo económico con “la región nebulosa del mundo religioso” –.”

En Palabras de Marx esa analogía con la religión, donde:

... los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre en el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana. A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancías, y que es inseparable de la producción mercantil.
Ese carácter fetichista del mundo de las mercancías se origina, como el análisis precedente lo ha demostrado, en la peculiar índole social del trabajo que produce mercancías.
Si lo objetos para el uso se convierten en mercancías, ello se debe únicamente a que son productos de trabajos privados ejercidos independientemente los unos de los otros. (...) Como los productores no entran en contacto social hasta que intercambian los productos de su trabajo, los atributos específicamente sociales de esos trabajos privados no se manifiestan sino en el marco de dicho intercambio (...) por ende, las relaciones sociales entre sus trabajos privados se les ponen de manifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones directamente sociales trabadas entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por el contrario como relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas”.

Luego de esta reflexión teórica (más extensa de lo que quisiera), vuelvo sobre la pregunta inicial, sobre el valor de la moneda. Y ya hemos visto que en sí mismo el dinero no tiene ningún valor, como tampoco lo tiene el oro, que durante muchos años ocupó el lugar de equivalente, y durante otros tantos, el de respaldo del dinero.

Esta reflexión puede parecer absolutamente ociosa, sino fuera porque en Costa Rica la compañía transnacional minera Infinito Gold y el Estado costarricense pretenden hacer un enorme hueco en la zona norte del país para extraer oro. Las ilegalidades en que ha incurrido la empresa, y el mismo gobierno, son muchas, tantas que el Tribunal Contencioso Administrativo se trajo abajo el contrato con esta empresa canadiense. Y lo que se puede apreciar a la luz de la reflexión sobre el valor de las mercancías, en especial de la mercancía dinero, es que el gobierno costarricense está encandilado con el brillo del oro.

Y en este sentido, la pregunta que cabe no es por el valor del dinero (que insisto no vale nada en sí mismo), sino la pregunta correcta es ¿qué vale más el oro o los ecosistemas del bosque primario de Crucitas? ¿vale más el oro que la vida de cientos de especies animales (algunas de ellas en peligro de extinción) y vegetales (algunas de ellas en peligro de extinción)? Para el gobierno antiecológico de Costa Rica la respuesta es clara: el oro que se llevará la empresa canadiense.

Volveré en un par de días sobre el tema de Crucitas y la explotación minera en Costa Rica, ya me extendí demasiado.


* Moneda de curso legal en Costa Rica

Textos citados en este apunte:
Alvarado, Hernán; Para descifrar el símbolo monetario y el fin del capital. Editorial Fundación UNA, Heredia, Costa Rica, 1997.

Assoun, Paul-Laurent; El fetichismo. Editorial Nueva Visión. Buenos Aires, 1997.

Marx, Karl; El Capital. Crítica de la economía política. Siglo XXI Editores, Argentina, 2006.