“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

domingo, 5 de abril de 2015

Galagarza

Este fin de semana que pasé a Puntarenas y visité a mi abuela recordé un par de cosas. Es lo que sucede cuando la abuela empieza a contar, con nostalgia, aquellos viejos tiempos.

No sé porqué me acordé que solamente he escuchado a mi papá madrear a alguien dos veces en toda mi vida. La primera vez fue en 1989, si no recuerdo mal. Fuimos al estadio en la van roja - éramos tantos que solo en una de esas cabíamos todos-. Jugaba la Liga contra el Olimpia de Honduras. Al llegar, parqueamos a un par de cuadras de la Catedral del Fútbol Costarricense, y un chavalo se acercó y le dijo a mi papá que le cuidaba el carro por mil colones -en aquel momento era un montón de plata-. Muy renuente, mi papá le dijo que le pagaba al final, y le preguntó varias veces si de verdad lo cuidaría; el chico respondió que sí, que no se preocupara. Desconfiado, mi papá accedió, y nos encaminamos al estadio. Iban mis dos hermanos, creo que mi primo y Erick, uno de los maes del barrio.

Fue uno de esos partidos típicos de dominio infructuoso, muchos centros al área controlados muy fácilmente por la defensa férrea de los hondureños. Mi papá se exasperaba conforme avanzaban los minutos; yo también. No se veía por dónde la Liga pudiera meter un gol, los avances de los hondureños eran pocos, pero peligrosos. Aún así, pensábamos que era cuestión de tiempo para que la Liga metiera el gol y nos hiciera avanzar en el torneo de la CONCACAF, aún estaba fresco el campeonato del 1986. Pero ocurrió que en el minuto 80 un tiro de esquina en apariencia inofensivo se clavó en el marco de Desiderio Calvo: Gol Olímpico. Estábamos justo detrás de ese marco, el norte. La molestia contra el equipo fue total, madrazos desde lo alto de la gradería de sol contra Calvo. La Liga perdió esa tarde uno a cero. Cabreo total, una Liga incapaz de meter una, inoperante el juego ofensivo.

Pero el madrazo no fue contra Desiderio Calvo. Resulta que el chaval que le juró a mi papá que iba cuidar la van roja durante el partido, estaba vendiendo gelatinas, papas, plátanos, y no sé qué otras cosas justo en la gradería norte del Morera Soto. Mi papá lo enjachó, y el maecillo le dijo que afuera estaba el tío. Lo peor fue que al terminar el partido, con la calentura de una derrota que no debió ser, el chaval estaba esperando al lado de la van roja para cobrar los mil colones. Fue entonces cuando mi papá profirió el madrazo, yo me hice pequeño pero compartía el sentimiento. Mi papá arrancó y no le dio ni medio cinco al chaval.

Ya antes había escuchado putear a mi papá. Fue en el campeonato de 1986 -aunque la final se jugó 17 y 20 de mayo de 1987-. El partido de ida había quedado dos a uno a favor del Municipal Puntarenas en la olla mágica un caluroso domingo por la mañana. Todos suponíamos que la vuelta en el Morera iba a ser una fiesta rojo y negra. Fue aquel año que Leoni Flores fue campeón goleador con 18 goles. Igual Puntarenas, con un equipazo había ganado la fase regular con 47 puntos, dos por encima de la Liga, Saprissa se clasificó quinto con más goles a favor que el Herediano. La pentagonal la ganó la Liga, el Puerto se mantuvo segundo.

Ese equipo estaba compuesto por Carlos (el Tiburón) Duarte, Jorge Arturo Hidalgo y ya asomaba Hermidio Barrantes. Esos eran los porteros. Además estaban Juan Carlos Aguirre, Alfredo (el Diablo) Contreras, Carlos Toppings, Ricardo García, Sergio Angulo, Rónald Agüero, Francisco Arias, Carlos (el Pistón) Velásquez, Rodolfo Ramírez, Juan C. Díaz, Roberto Stevanovich, Leonidas Flores, Gilberto Rhoden, Kleber Ponce, Jorge Badilla, Marvin Huertas, Carlos Morales, Luis E. Galagarza, Didier Morales, Marvin Bustos. Un equipazo.


La vuelta en el Morera no fue la fiesta que se esperaba y el tenso partido finalizó  uno a uno, toda una hazaña. Una jugada fue reclamada como penal, y el árbitro no la pitó. El estadio hizo un enorme coro madreando al árbitro, en el que mi papá participó. No nos quiso llevar esa noche al estadio -cosa que a pesar de la derrota aún no le perdono-. A la vuelta, lo recuerdo medio cabreado, pero con su excusa de siempre: "yo no soy fanático". Le pregunté por el penal y me dijo que había madreado al árbitro, lo dijo con naturalidad y con una calma que contrastaba con el cabreo, que era visible.



De ese equipo del 86 resaltaba, entre otros, Luis Enrique Galagarza, un rudo jugador que metía el pie como esos jugadores de contención de los ochenta. Galagarza, cuyo primer apellido era Víquez, jugó en las Olimpiadas del 84 con el equipo que le ganó a Italia. Recuerdo el gol de Enrique Rivers. Curiosamente Galagarza fue goleador de la selección juvenil en el 82. Debutó en primera división en diciembre de 1981 en un partido que el puerto perdió contra Limón, y se retiró en 1997.



Galagarza viene a cuento porque, además de ser uno de los grandes jugadores de la historia del Municipal Puntarenas, una vez mi abuela me llevó al estadio Lito Pérez a ver un partido entre el equipo local y el Saprissa. Podría ser el año 1983 ó 1984, no recuerdo bien. Tampoco recuerdo cómo quedó el partido. Sé que estaba mi hermano mayor y  mi primo y estábamos en la gradería de sol oeste. El caso es que uno de esos morados insoportables no dejaba de insultar a un joven Galagarza. Mi abuela, ya harta, como al vigésimo madrazo, se cuadró frente al individuo y de un derechazo lo acostó. La afición porteña alrededor aplaudió el acto de defensa del ídolo local y cuando el tipo intentó levantarse fue sacado entre abucheos y madrazos del estadio. Mi abuela dice que no se acuerda, pero es mentira, sí se acuerda, y yo me acuerdo.

Todo esto para contar que muchos años después, haciendo campaña contra el TLC, fuimos con la Casadora del Frente Cultura a Paquera. En ese viaje pasaron cosas muy divertidas que no vienen al caso ahora. La cuestión es que luego de hacer el trabajo informativo pasamos a Playa Órgano a meternos al mar. Habían unos tipos muy alegres que tenían una fogata, cantaban y bailaban, una fiesta. Y ahí estaba Galagarza echándose las birras (dicen que era bueno para el tapis). Parece que en esa expedición anti TLC yo era el más viejo, porque lo reconocí de inmediato. Le saludé y le conté que una vez mi abuela le había pegado un gancho derecho al mentón de un saprisista que lo insultaba. Se cagó de risa. Me invitó a una birra.