“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

martes, 24 de julio de 2007

La “unificación” del NO

Luis Paulino Vargas Solís

http://www.tribunademocratica.com/2007/07/la_unificacion_del_no.html#comments

Hablar de la presunta necesidad del Movimiento del No de unificarse, bien puede ser un pretexto para intentar introducir elementos de disenso. Sin duda esa es la intención detrás del reportaje del pasado martes 17 publicado en La Nación y la columna de opinión difundida al día siguiente. Ahí, y en especial en esta última, se dicen cosas que darían lástima de no estar cargadas de tanto odio patológico. Ésa es la intelectualidad del sí: una infinitud grisácea y neurótica. Pero incluso los despropósitos más rubicundos pueden ser aprovechados para sacar conclusiones interesantes que alimenten la reflexión al interior del propio Movimiento del No. Brevemente me referiré a dos de esas tonterías.

Primera tontería: “La unificación supone liderazgo”

Liderazgo” es, en esta acepción, algo como lo que está haciendo Oscar Arias: se pavonea como la figura visible más conspicua dentro del inmenso y oneroso aparato propagandístico del si, mientras despilfarra, con evidentes afanes de manipulación, los recursos públicos. Una acepción más general es aquella que entiende que “liderazgo” es lo que hace un señor que se cree la divina torta, se mercadea como refresco gaseoso y hace de “jefe” al comando de un ejército de sumisos descerebrados. Esta segunda era la idea detrás de la consigna publicitaria que hablaba del mismo señor Arias como “capitán” de la barca.

Tal es la visión oligárquica del mundo. El pueblo es visto como un conglomerado indiferenciado de peters-pan-siempre-infantes, desconocedores de sus propios deseos y necesidades e incapaces de formarse una opinión propia, decidir sobre sus vidas y resolver sus problemas. El “líder” decide por ese pueblo-niño, lo conduce de la mano y le resuelve su vida.

Esa es, asimismo, la visión de mundo que resulta de anteojeras enmohecidas y la densa humareda ideológica de categorías teóricas de los tiempos de las cavernas. Quien mira el mundo así mira la imagen en su retina de un mundo que ya no existe.

El Movimiento del No, no se unifica alrededor de ningún liderazgo autoritario; no se coordina de forma centralizada; no se guía a partir de directrices homogéneas. El Movimiento del No es, en realidad, una vasta red de movimientos en red, descentralizado en alto grado, dotado de una inmensa capacidad creativa, de una gran autonomía de decisión y de un tremendo poder para gestar liderazgos y modificarlos de forma dinámica. Es tan imaginativo, crítico y creativo como escaso en dinero y ambas características son consecuencia de su naturaleza básica como movimiento ciudadano de base, no plataforma oligárquica ni plutocrática.

El Movimiento del No se unifica en el diálogo, el debate, el intercambio, la cooperación, el acompañamiento. Y, por cierto, ningún cemento puede ser tan poderoso como el amor por Costa Rica y la inclusión respetuosa de lo diverso.

El Movimiento del No se lidera desde sí mismo, creando autónomamente sus propios liderazgos y retroalimentándose en la lucha conjunta, en las experiencias compartidas, en el debate abierto acerca de sus propios errores. El Movimiento del No repele las direcciones centralizadas y los liderazgos autocráticos.

En ese contexto, las figuras nacionales más visibles –desde el rector Eugenio Trejos hasta el dirigente partidario Ottón Solís–, así como las diversas instancias de coordinación o enlace, a lo sumo juegan el papel de referentes que sugieren, muy a grandes trazos, lineamientos y orientaciones. Pero el Movimiento mismo se crea y recrea de continuo, en ejercicio autónomo de iniciativas plurales y asumiendo formas de expresión multicolores.

Segunda tontería: el No “es un amasijo”

Quien esto dice, además se congratula de la homogeneidad del sí. Ello pone en evidencia dos detalles: el talante autoritario y antidemocrático, para el cual la virtud se encuentra en las formas sociales unidimensionales, cerradas y estáticas. Y, segundo, la total incapacidad para captar, o cuanto menos intentar interpretar, las complejidades de la realidad social en la Costa Rica actual. Y lo más paradójico es que luego de poner en evidencia su desfase de siglos frente al mundo que vivimos, quieran reclamar para sí el privilegio de ser quienes “miran hacia delante”. En realidad son prisioneros del pasado y viven aferrados al sueño oligárquico de una Costa Rica incapaz de romper ataduras oscurantistas y privilegios aberrantes.

Simplemente acontece que el Movimiento del No es tan complejo y heterogéneo como lo es la propia sociedad costarricense actual. Y, en proporción exacta, el del sí es tan tediosamente estándar y homogéneo como los son los discursos, las propuestas y la praxis social, política y económica de la globalización neoliberal, de la cual el TLC tan solo es uno entre tantos desafortunados retoños y, en sí mismo, un frondoso aparato de uniformidades compulsivas. Los reportajes y editoriales recientes de La Nación sobre la subvaluación del colón medida con base en la hamburguesa de McDonald, lo ilustran con todo el patetismo de una “ciencia” económica supremamente vulgarizada. Su mundo es un gris infinito y sin matices.

No entender la complejidad social subyacente al Movimiento del No hace que los monopolios mediáticos repitan mil tonterías sin fundamento. Una de éstas, es la atribución de liderazgos a figuras que poseen notoriedad pública pero que, dentro de este Movimiento, no tienen más autoridad que la que, por propia decisión, quieran reconocerle las organizaciones ciudadanas de base, en sí mismas espacios autónomos de construcción social. O bien, el grandísimo despropósito que intenta identificar el Movimiento con algún partido político, cosa que resulta un desatino solo comparable a la perpetua manipulación que ha intentado reducirlo a un movimiento de los sindicatos.

El Movimiento del No, no es ni sindical ni partidario. Tampoco es ambientalista, campesino, de género, artístico, cultural, académico, identitario, estudiantil, juvenil, comunal, barrial, artesanal, empresarial. No es ninguna de esas cosas en particular porque es todas esas cosas al mismo tiempo y en un mismo enorme proceso social. Cabecitas de escasas neuronas y muchas telarañas tan solo logran ver aquí un “amasijo”. Es su problema. Lo verdaderamente relevante es la realidad fundamental de que en ello no solo se hace manifiesta una Costa Rica plural, heterogénea y diversa, sino también, e igual de importante, una Costa Rica que es ciudadanía activa, crítica, informada y politizada.

En el proceso, esta ciudadanía ha dado lugar a frutos realmente notables. La historia del corazón del No –que con tal cinismo los del si quieren robarse– lo ilustra de forma simple pero elocuente. Una idea gestada por dos artistas –Julia Ardón y Mauricio Ordóñez– logra atrapar con especial sentimiento y sentido estético, un latido profundo en el alma de miles y miles de hombres y mujeres. Desde ahí crece y se diversifica y se vuelve patrimonio colectivo. Como patrimonio colectivo han pasado a ser las elaboraciones intelectuales gestadas en el ámbito académico. Ya luego la gente –no profesores universitarios– por sí misma analiza y critica. Y, por cierto, no tiene que hacerlo con rigor intelectual y científico ni elegancia literaria, que para eso están los debates en las universidades o la poesía de Ana Istarú. Ahí lo que importa –conviene enfatizarlo– es el espíritu ciudadano que se expresa crítico, libre, autónomo.

Unidad desde lo diverso

El Movimiento del No nació diverso y heterogéneo, como expresión visible de una realidad social más profunda, en sí misma muy compleja. Y diverso y heterogéneo este Movimiento ha crecido y se ha fortalecido. Ahí podría haber estado su gran debilidad, ya que no entender esa pluralidad y, sobre todo, no respetarla, podría haber conducido a la autodestrucción. Pero lo más notable es que, todo lo contrario, hemos aprendido no simplemente a convivir, pero sobre todo a respetar lo distinto, lo disidente, lo peculiar. Entonces el carácter heterogéneo del movimiento ha devenido su fortaleza principal. Porque ello le infunde creatividad, imaginación e iniciativa.

Ha sido un inmenso proceso de aprendizaje. Y seguimos aprendiendo. Pero posiblemente son los “líderes nacionales”, las figuras públicas más notorias, quienes más rezagados han quedado. Alguno por ahí, tan solo para citar un ejemplo desafortunado, liga su beligerancia dentro del Movimiento con una posible candidatura presidencial.

El movimiento ciudadano de base dejó rezagados a la mayoría de los “líderes” nacionales. Ello les plantea a éstos una exigencia urgente: la de una profunda revisión ética –ser mucho más generosos, humildes y respetuosos– y, respectivamente, un replanteamiento a fondo de su visión y praxis políticas. Sobre todo, deben aprender que a esta ciudadanía nadie le gira órdenes; que, en cambio, con esta ciudadanía se dialoga con respeto, cara a cara, en piso parejo y sin escalones.

Luis Paulino Vargas Solís | Julio 20, 2007

Calentamiento global e impactos económicos

Revista Globalización(Home page)

Marcel Claude

1 de Junio del 2007

Como se sabe, sin la barrera protectora de la atmósfera y sus constituyentes naturales como el vapor de agua, dióxido de carbono y otros gases del efecto invernadero, la temperatura promedio de la superficie terrestre sería de -19ºC y así, la mayor parte de las formas de vida no podrían prosperar. El efecto invernadero que ésta produce, permite que una parte de la radiación solar entrante sea absorbida evitando que se escape al espacio, lo que posibilita una temperatura promedio de 15ºC.

Desgraciadamente, una cantidad creciente de evidencia práctica y teórica indica que el estado climatológico global está siendo activamente perturbado por la sociedad. Esto, porque desde el comienzo del siglo XVIII la sociedad moderna comenzó el uso masivo de combustibles fósiles como carbón, petróleo y gas que poseen grandes cantidades de carbono que es lanzado a la atmósfera durante el proceso de combustión en forma de dióxido de carbono.

Ahora bien, la evidencia científica indica que la temperatura está aumentando, mostrando una tendencia al calentamiento de 0,6º C. Para los que crean que esto es poco, tienen que pensar nada más que, en el cuerpo humano, eso es ya un indicador de enfermedad. Al mismo tiempo hoy sabemos que desde 1750 la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado en un 31%. Lo anterior, gracias a los estudios de núcleos de hielo excavados en Groenlandia, la Antártica y los glaciares alpinos, que permiten encontrar restos atrapados de la atmósfera terrestre de hace miles de años.

Hoy sabemos que el nivel actual de gases invernadero en la atmósfera equivale a unas 430 partes por millón (ppm) de CO2, en comparación con las 280ppm que habían antes de la Revolución Industrial. También sabemos que el nivel está aumentando a más de 2ppm cada año y que una estabilización en este rango requeriría que las emisiones estuvieran por lo menos un 25% por debajo de los niveles actuales para el año 2050. De continuar con el ritmo actual, el nivel de carbono se podría triplicar para finales del presente siglo, con lo que existiría un alto riesgo de que, en las décadas siguientes, se produjera un cambio en la temperatura media global superior a 5ºC.

Efectivamente, tal como sostiene Büchi en su refutación a las preocupaciones por este fenómeno global, es extremadamente difícil encontrar una prueba científica que establezca una vinculación irrefutable entre el aumento de las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera y el aumento de la temperatura. No obstante, justo es reconocer que la ciencia si bien no es dogma y no hace profecías sino proyecciones sobre la base de la información presente y no futura, también es cierto que ésta ocupa un sitio relevante en la formación del conocimiento moderno y no parece atendible que sólo escuchemos sus juicios cuando éstos favorecen a nuestros intereses y sean desdeñados cuando nos perjudican. Por lo demás, también es cierto que estamos hablando de un problema mayor, de un cambio de la envergadura de la Revolución Industrial o la Globalización, por lo que los gritos de advertencia, al menos deben ser considerados adecuadamente. No debemos olvidar que la relación de causalidad existe: los gases de efecto invernadero determinan la temperatura media del planeta y si éstos aumentan de la forma que lo están haciendo, al menos debería movernos a tomar las precauciones necesarias.

Como bien dice Büchi, tanto Hansen como Lindzen, coinciden en que aún si nada se hiciera para restringir el efecto invernadero, la temperatura aumentaría cerca de 1º C en los próximos 50 a 100 años, a una taza de calentamiento de 0,1 ± 0,4º C por décadas durante los próximos 50 años. Sin embargo, lo que es válido para el IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático), también lo es para Hansen, Lindzen y Büchi, es decir, si no podemos probar la existencia de Dios, tampoco es posible negarla científicamente. Y en este caso, si el IPCC tiene razón, sería una verdadera insensatez no tomar las medidas precautorias obligadas.

Lo que la especulación ideológica no puede negar es que el incremento de las concentraciones de carbono en la atmósfera es el resultado de la espectacular expansión de la economía después de la Revolución Industrial, basada en el uso de combustibles fósiles, al mismo tiempo que se ha producido un importante impacto de esta expansión sobre el capital natural productivo de los ecosistemas vivos (peces, bosques, suelo vegetal, etcétera), lo que también ha contribuido al aumento del carbono, particularmente en lo que a deforestación se trata. Hoy podemos decir que, gracias a esta enorme expansión económica no hay sistema natural que no se encuentre tironeado por la ambición del oro y que hoy en día hay más capital financiero en la banca globalizada que especies marinas en los océanos, agua dulce en los ríos y bosques en la superficie terrestre.

Esta pérdida de riqueza vital al menos pone en entredicho el famoso "progreso de los últimos 200 años" que tanto gusta a los economistas del cluster * del desarrollo capitalista actual, como el ex ministro Hernán Büchi. No podemos cegarnos al hecho de que, a pesar del enorme incremento de la producción, aún 800 millones sufren el flagelo del hambre y que el 50% de la humanidad se las tiene que arreglar con menos de dos dólares diarios. Sin hablar del enorme crecimiento de la desigualdad entre el Norte y el Sur así como al interior de las hoy llamadas economías emergentes. Como nos lo recuerda Sábato, "la paradoja de los tiempos modernos radica en que el humanismo se ha vuelto en contra del hombre. Si en estos últimos siglos de historia hemos perdido una oportunidad, ésta ha sido la de construir una historia donde el hombre fuera protagonista en lugar de ser un nuevo condenado. Se habla de los logros de este sistema cuyo único milagro ha sido el de concentrar en una quinta parte de la población mundial el 80% de la riqueza mientras el resto, la mayor parte del planeta, muere de hambre en la más sórdida de las miserias". Las dudas sobre el famoso progreso vienen también del propio Papa Benedicto XVI cuando sostiene que "si antes no podíamos eludir la cuestión de si las religiones propiamente no eran una fuerza moral positiva, ahora no tenemos más remedio que plantearnos la duda acerca de la fiabilidad de la razón. Pues también la bomba atómica es un producto de la razón ¿No es, pues, ahora la razón la que, a la inversa, hay que poner bajo vigilancia?".

El planteamiento de Büchi acerca de que "la humanidad pasó de la miseria extendida a la afluencia de muchos" es categóricamente falso y lo será más aún en el futuro puesto que no hay indicio alguno que nos indique un cambio positivo en las condiciones de vida de las grandes mayorías, muy por el contrario, tanto el aumento de la pobreza como el incremento de los empleos indecentes y las condiciones laborales infrahumanas no paran de aumentar, por lo que para una inmensa mayoría el futuro es más precario aún que el presente y, entonces, la tasa de descuento para esa humanidad masiva y contundente –léase el mecanismo financiero con el cual intentamos valorar en el presente la riqueza futura- no sólo debería ser muy baja sino más bien negativa. Eso sería lo realista y honesto si queremos dar cuenta de la humanidad toda entera y no sólo del 10% más rico que con toda razón goza prendiéndole velas al progreso. Por lo demás, la tasa de descuento es un método del todo insuficiente y limitado para valorar el futuro cuando de calamidades ambientales se trata, puesto que no es lo mismo hablar de flujos monetarios que de vidas humanas.

No son pocas las voces de alerta respecto a los impactos económicos negativos del calentamiento global. La Comunidad Europea sostiene que la subida del nivel del mar a causa de la acelerada fusión de los glaciares impactará negativamente las costas del Mediterráneo, interrumpiendo el flujo de más de 100.000 millones de euros por año debido a la desaparición del turismo y los daños en infraestructura podrían llegar a los 42.500 millones anuales. Así también, estima que los rendimientos agrícolas podrían caer entre el 1,9% y el 22,4% en el horizonte del 2080 en los países del sur de Europa y pronostica también un aumento de 86.000 muertes anuales adicionales en el conjunto de la UE en el horizonte del 2080 a causa del calor.

En Wall Street también están preocupados, puesto que un huracán como el Andrew, de los que habrá muchos con el aumento de la temperatura, podría causar daños por 150.000 millones de dólares si hoy golpeara a Miami, lo que representaría un tercio del capital de la industria de los seguros contra accidentes.

Naciones Unidas estima que las sequías afectarán mayormente a la población mal nutrida del mundo, calculada en aproximadamente 830 millones de personas, pues se compone de pequeños agricultores, ganaderos y trabajadores de granjas. Las proyecciones para áreas del este de África que dependen de las lluvias, que ya están sufriendo sequías dañinas y hambrunas, indican pérdidas potenciales de productividad del 33 por ciento para el maíz. 200 millones de personas se verán permanentemente desplazadas como consecuencia del aumento experimentado en el nivel del mar y se estima la desaparición de un sexto de la población mundial, es decir, Mil Millones de personas. Así también podría desaparecer entre el 15 y el 40% de las especies y las poblaciones de peces se verían severamente amenazadas. Para los pobres del mundo el calentamiento global no es ninguna gracia pues serán los más afectados y constituye una seria amenaza respecto a la posibilidad de reducir la pobreza.

Y si algunos piensan que esto es futurología, bueno sería que revisaran los estudios del Instituto Alemán de Investigaciones Económicas que alerta sobre los costos que ya ha causado el cambio climático. Según éste, las catástrofes naturales durante los últimos diez años han tenido costos materiales equivalentes a más de 330.000 millones de dólares. Esta cifra es seis veces superior a los daños registrados hace 50 años y los costos para las aseguradoras se han multiplicado diez veces en ese lapso.

Por otra parte, el Informe Stern, realizado por este ex Economista Jefe del Banco Mundial, sostiene que el costo de la inacción para la economía mundial sería de entre un 5 y un 20% del Producto Interno Bruto. El calentamiento climático podría significarle a la economía mundial siete billones de dólares si los gobiernos no toman medidas radicales durante los próximos diez años. Sería más dañino que la Primera o la Segunda Guerra Mundial, o podría despertar una crisis equivalente a la gran depresión de 1930.

Según Stern, cuatro son las formas de bajar las emisiones de gases de efecto invernadero: reducción de la demanda de bienes y servicios intensivos en emisiones; aumentar la eficiencia; evitar la despoblación forestal; y usar tecnologías más bajas en emisiones de carbono. Esto podría crear nuevas e importantes oportunidades en una amplia gama de industrias y servicios ya que, para el año 2050, es probable que los mercados de productos energéticos bajos en carbono tengan un valor mínimo de 500 mil millones de dólares anuales y más.

Cuando Hernán Büchi sostiene que los pobres serían los más perjudicados con las políticas correctivas para evitar el calentamiento global, no sólo se olvida que los pobres serían los más perjudicados a ciencia cierta con este problema, sino también descarta el crecimiento de oportunidades de empleo que las nuevas políticas podrían inducir. Él sólo se limita a dar cuenta de las eventuales y tanto o más especulativas pérdidas de empleo que acarrearía la adopción del Protocolo de Kyoto.

Por otra parte, la erradicación de las ineficiencias energéticas permitiría oportunidades de ahorro para las empresas, eliminaría los subsidios energéticos que producen señales económicas equívocas y que cuestan anualmente a los gobiernos del mundo unos 250.000 millones de dólares, además de reducir el costo por enfermedades y la mortalidad debidas a la contaminación del aire. La eficiencia energética y la diversificación de las fuentes y suministros de energía también fomentarían la seguridad energética.

Uno de los principales instrumentos económicos que propone Stern es el establecimiento de un precio para el carbono, mediante la imposición de impuestos, comercio o regulaciones de política. Esto porque, en términos económicos, los gases invernadero son una externalidad, es decir, quienes producen emisiones de gases invernadero están contribuyendo al cambio climático y, en consecuencia, imponiendo un costo no menor al mundo y a las futuras generaciones, sin que por ello tengan que hacer frente plenamente a las consecuencias de sus acciones. La asignación de un precio apropiado al carbono –a través de un impuesto, por ejemplo- significaría hacer pagar a los emisores de CO2 el costo que le traspasan al mundo. Esto motivará a individuos y compañías a abandonar bienes y servicios altos en carbono e invertir en alternativas bajas en CO2.

Otras medidas que propone dicen relación con políticas que apoyen el desarrollo de una gama de tecnologías altamente eficientes y bajas en carbono, así como el desarrollo de políticas orientadas a eliminar las barreras al cambio de prácticas y costumbres, como por ejemplo, aquellas que impiden el uso masivo de energías renovables.

Lo interesante es que, a pesar de los enormes costos que estima Stern, no hay una mirada catastrofista y sostiene que reducir las emisiones de CO2 ahora, representaría un costo de sólo un 1% del PIB.

El futuro siempre será impredecible y la ciencia sólo nos posibilita una ayuda y una orientación respecto a lo que podemos y debemos hacer. El calentamiento global es un problema grave, pero también, nos abre oportunidades para inducir los cambios necesarios en pos de un orden mejor y más seguro no sólo para el 10 por ciento más rico sino también para los pobres del mundo, los cuales, en las actuales circunstancias, con o sin cambio climático son los perdedores del mañana.

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* Se refiere a todas las actividades ligadas a ese desarrollo, como por ejemplo las consultorías y conferencias que estos dichosos economistas ofrecen ante el gran empresariado multinacional.

Las aportaciones de José Carlos Mariátegui al Pensamiento Latinoamericano

por
Ictzel Maldonado Ledezma

El gran reto del pensamiento latinoamericano ha sido, y continúa siendo, su capacidad para explicar nuestra realidad desde una perspectiva original y creadora, que no se limite a la reiterada importación de modelos teóricos exógenos, como ha sido frecuente en el curso de la historia de América Latina. Tal reto no se limita a superar la adopción de modelos políticos y económicos de marca liberal-occidental; para el caso que nos atañe, es necesario afirmar que ni el marxismo (en tanto pensamiento crítico que puso de manifiesto las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista y advirtió del carácter transitorio de éste), podía ser aplicado a rajatabla en la realidad latinoamericana. En ese tenor se inscriben las aportaciones de José Carlos Mariátegui al Pensamiento Latinoamericano.

Así, es de resaltarse la capacidad de Mariátegui para analizar la realidad peruana, interpretarla a partir de sus especificidades, y elaborar todo un pensamiento marxista acorde a ello. La necesidad de creación y originalidad del pensamiento latinoamericano, se cumple en Mariátegui con sus consideraciones sobre los procesos históricos peruanos que habrían llevado al país, a partir de su dominación colonial e inserción en el mercado mundial en calidad de simple proveedor de guano y salitre, a poseer una formación económico social de carácter “híbrido”, en donde coexisten en un mismo espacio y tiempo tres modos de producción, a saber: comunismo incaico, que pese a todo habría sobrevivido al colonialismo; feudalismo, herencia funesta de la dominación colonial que dificultaría el desarrollo del capitalismo peruano, o llevaría a su circunscripción a las costas del país en calidad de dependiente.[1]

Dada su vasta y diversa formación teórica, Mariátegui no se limitó a la recepción de elementos teóricos de corte marxista, antes bien, su formación personal fue abierta a múltiples corrientes y formulaciones, por lo cual pudo hacer una lectura no ortodoxa del marxismo que le permitió considerar la especificidad de la realidad peruana. De esta concepción abierta del mismo se deriva la cuestión del socialismo en el Perú y del sujeto revolucionario que debía llevar a cabo la transformación de esa realidad, pues Mariátegui, siguiendo la arenga clásica del marxismo sobre la necesidad de interpretar la realidad, para después transformarla, reconocía de éste “[…] su calidad de marco y punto de partida para investigar, conocer, explicar, interpretar y cambiar una realidad histórica concreta, desde dentro de ella misma; en lugar de ceñirse a la aplicación del aparato conceptual marxista como una plantilla clasificatoria y nominadora, adobada de retórica ideológica, sobre una realidad social determinada […]”.[2]

De este modo, según la caracterización que Mariátegui hace de la formación económico social peruana, donde coexistrían tres modos de producción, el sujeto revolucionario del marxismo clásico no se hallaría presente (esto es, la clase obrera), no obstante, ello “[…] no hace a Mariátegui concluir por la imposibilidad de una acción clasista y autónoma de la clase obrera: en las condiciones en que se encuentra, ésta puede generar un proyecto revolucionario en el cual juegue el papel protagónico y debe actuar conforme a él, sin esperar a que las condiciones materiales para su realización estén dadas, más bien debe crearlas […]” [3]. Igualmente, no habría en el Perú una clase social burguesa que liderara el proceso de implantación y consolidación del capitalismo –paso previo a la instauración del socialismo, según los planteamientos marxistas ortodoxos y etapistas- ya que en la sociedad peruana quedarían graves resabios de la etapa colonial, expresados en la pervivencia de estructuras de carácter feudal y, con ello, en la existencia de latifundios y prácticas de servidumbre y gamonalismo, los cuales están ligados a los problemas del indio y de la tierra (que dan título a dos de los siete ensayos mariateguianos). Como afirma el propio autor: “El problema agrario se presenta, ante todo, como el problema de la liquidación de la feudalidad en el Perú. Esta liquidación debía haber sido realizada ya por el régimen demo-burgués formalmente establecido por la revolución de la independencia. Pero en el Perú no hemos tenido en cien años de república, una verdadera clase burguesa, una verdadera clase capitalista. La antigua clase feudal -camuflada o disfrazada de burguesía republicana- ha conservado sus posiciones […]”.[4]

Así, en línea con su concepción abierta del marxismo, según la especificidad de la realidad peruana, Mariátegui rechazaba cualquier determinismo histórico que condenara a su país a transitar por una serie de etapas preestablecidas y, hasta entonces, proceder a la transformación social necesaria que llevaría al socialismo peruano como proyecto nacional. Según apunta Melis sobre Mariátegui: “su propósito de situar los rasgos específicos de una formación económico-social en un modo de desarrollo histórico, lo cual es lo único que confiere un valor auténticamente científico al marxismo, más allá de toda interpretación deformadora en el sentido del historicismo idealista”[5]

Respecto al interés de Mariátegui por el factor religioso, es importante mencionar que éste proviene de la amplitud de su formación personal, como se mencionó, abierta a la aportación de elementos no marxistas, y a su inclinación filosófica por corrientes en cierto modo contrarias al materialismo (George Sorel, Henri Bergson)[6], de lo cual resultaría una consideración de los aspectos superestructurales de la sociedad peruana (las religiones incaica y católica) e incluso, su estimación sobre el papel del mito social como fundamento de la acción revolucionaria (herencia de su formación soreliana), no como un “socialismo religioso”, sino apuntando a la necesidad del mito social “[…] como instrumento para movilizar a las masas indias, que no estaban en condiciones de acceder a un plano más elaborado del conocimiento de la teoría revolucionaria”[7].

Así, en la búsqueda por aplicar las formulaciones teóricas marxistas considerando la especificidad de la realidad peruana, José Carlos Mariátegui fundó el marxismo latinoamericano; si bien se circunscribió al ámbito peruano, es importante su esfuerzo, por cuanto ejemplificó la necesidad de conocer y estudiar una realidad social concreta para, sobre esa base, proceder a su análisis y explicación con determinados esquemas teóricos, y en última instancia, a su transformación; ello puede –y debe ser, de hecho- aplicado a otros casos específicos donde se quieran implantar modelos teóricos ajenos a nuestra realidad latinoamericana, con sus diversos escenarios particulares. El imperativo creador y original de nuestro pensamiento latinoamericano tiene así, en él, a un referente fundamental.

FUENTES CONSULTADAS

  • Aricó, José. “Mariátegui, ¿soreliano o marxista?”, en: Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, 60 Cuadernos del Pasado y presente, México, 1978.
  • Escárcega, Fabiola, “Los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariétegui”, en: La teoría social latinoamericana. Los orígenes. Tomo I., Marini, Ruy Mauro y Márgara Millán (Coordinadores), Ediciones El Caballito, México, 1994, pp. 47-65.
  • Mariátegui, José Carlos. “El Problema de a Tierra”, en: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Ediciones Era, 2002.
  • Quijano, Aníbal. Introducción a Mariátegui, Serie Popular Era, México, 1981.


[1] Cfr. Escárzaga, Fabiola, “Los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariétegui”, en: La teoría social latinoamericana. Los orígenes. Tomo I., Marini, Ruy Mauro y Márgara Millán (Coordinadores), Ediciones El Caballito, México, 1994.
[2] Quijano, Aníbal. Introducción a Mariátegui, Serie Popular Era, México, 1981, p. 61.
[3] Escárzaga, Fabiola. Op.Cit, p. 65.
[4] Mariátegui, José Carlos. “El Problema de a Tierra”, en: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, p. 2.
[5]Melis, Antonio. “Mariátegui, primer marxista de América”, en Mariátegui; tres estudios. Biblioteca Amauta, Lima, 1971, p. 30. Citado en Aníbal Quijano, Op. Cit, p. 60.
[6] Cfr. Aricó, José. “Mariátegui, ¿soreliano o marxista?”, en: Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, 60 Cuadernos del Pasado y presente, México, 1978.
[7] Quijano, Aníbal, Op. Cit., p. 76