“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

martes, 23 de julio de 2013

Tolerancia...

Para ser absolutamente honesto, detesto ese concepto de "tolerancia". Sobre todo detesto a quienes lo instrumentalizan, a quienes lo convierten en un mandato, y por ello vacío en sus intenciones que pretenden de respeto, pero que en realidad esconden de un severo autoritarismo. Sí, en nuestro país eso de "tolerancia" es un mandato egocéntrico, políticamente correcto y muy propio de esta "forma de ser de los ticos", es decir, de la doble moral, de ser muy correcto, muy superiores. A mí eso de "tener que" ser tolerante me tiene podrido. Como también me tiene podrido el concepto mismo de "tolerancia". Lo peor es que esa gente que va de superior, de correcta, de objetiva, por encima de las ideologías o de la política, de la moral y por tanto del bien o el mal (solo por debajo de Dios, porque claro suelen ser muy creyentes), me lo pasa diciendo... "mae usted sí que es intolerante...", y claro, es que eso de "ser tolerante" viene mezclado con una pizca de pasividad, medias tintas, superioridad, y claro de que quien sostenga una posición divergente es considerado un "intolerante". Tolerancia es el mejor arma contra una buena discusión, o para discutir y simplemente no escuchar, porque uno es muy tolerante, te oigo pero no cambiaré de opinión, te tolero; o la típica, "sí es homosexual, pobrecito, pero hay que tolerarlo".

Es decir, la palabra tolerancia es nuestro contexto es utilizada para todo lo contrario de lo que la gente pretende, y ni siquiera se para a pensarlo, simplemente la usa. Por lo que su uso deviene tremendamente autoritario, y sirve como forma de censura  y condena moral. Este un uso autoritario destruye la disidencia, la diferencia y busca homogeneizar. Lo hace en nombre de lo diferente, pero solo en su nombre, porque su trasfondo es violento. Es decir, que su "inverso" (intolerancia) es el perfecto reverso de tolerancia, es su complemento. Ahora, tampoco estoy haciendo una defensa de la intolerancia, es tan sólo una arenga contra la hipocresía tolerante y sus fans, sobretodo sus fans. 

Eduardo Haro Tecglen en su "Diccionario de Política" (1997) explica que tolerar “... en sus acepciones castellanas es “sufrir con paciencia”, es “disimular algo que no es lícito sin consentirlo expresamente”; es “soportar, aguantar”; todo ello está presente en la tolerancia política, es decir, que el tolerado es soportado y sufrido por el que tolera, que por consiguiente está en un nivel superior, paternal y autoritario; sus actos resultan disimulados, pero resultan ilícitos, de manera su forma de vida es siempre marginal, y está pendiente de la represión que en cualquier momento pueda ejercerse.” (p. 408). La tolerancia, entonces, lleva implícita una cierta represión moral, y representa una ambigüedad sobre lo que se tolera, porque los márgenes sobre lo que se tolera, y cuánto, no están escritos ni tipificados, en muchos casos además podría tener ver con asuntos meramente económicos. 

En nuestro país la "tolerancia" es considerada una virtud dentro de la cultura democrática, y se pretende que implique el respeto a la diferencia de los otros y a las ideologías también de los otros. Pero como dice Haro Tecglen “Hay que desconfiar de quienes, de palabra o por escrito, lanzan el interdicto: “es intolerancia que...: son intolerantes”.