“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

lunes, 19 de agosto de 2013

La culpa...

Un día de estos alguien me preguntó si soy ateo, le respondí que no, ah pero entonces si crees en Dios, me preguntó, y yo le respondí que no sabía y que la verdad me daba igual. Cada vez que me preguntan respondo lo mismo. Y la reacción de la gente es realmente chistosa. Es la misma que cuando me preguntan qué estudié y digo que psicología, ah entonces me está analizando, me preguntan, y ya un buen día cansado de decir que no, que uno no hace esas cosas, opté por responder que sí, que estoy haciendo un minucioso análisis de su personalidad... pues bien, es la misma reacción sobre a mi respuesta de si creo en Dios.

Pero más allá de la existencia o no de Dios, y de lo que yo crea o no crea, nuestra forma occidental de vivir está cimentada en el cristianismo, y más que en el cristianismo en una deformación muy mal intencionada. Nuestra civilización es la civilización de la culpa. Vivimos atrapados por la culpa. Y por la culpa hacemos y dejamos de hacer. La culpa está sostenida por una moralidad fundamentada en el pecado. En lo que alguna vez nos dijeron que Dios prohibía y castigaba. Nos han educado desde el miedo, desde el miedo al castigo... la condena es el infierno donde arderemos por los siglos de los siglos, amén.

Montados sobre esa moralidad de la culpa, de lo bueno y lo malo según el cura, que dice que dios le dijo al papa, o a no sé quién qué es lo se debe hacer, nos controlan, rebelarse contra esos santos preceptos es pecado, herejía condena, sobre eso se ha cimentado nuestra cultura. La culpa la llevamos tan adentro, tan asumida, que se nos hace ya natural, tanto como esa estupidez del pecado original. Somos hijos del pecado dicen algunos, esos mismos que quiere perpetuar el miedo, y dominarnos desde la culpa.

En lo que a mí respecta estoy hasta los huevos de esta maldita cultura de la culpa, pero más todavía de ese montón de hipócritas moralistas que pretenden que vivamos la vida muriéndonos de culpa, temiendo al infierno, pero que están llenos de odio y de prejuicios. Estoy harto de que quieran decirnos cómo vivir, cómo disponer de nuestro tiempo, de nuestro cuerpo, nuestro sexo... Estoy harto de esa fe ciega que no les permite pensar y ver las cosas desde el sentido común y no desde su mundo de delirio religioso surrealista.

Se darán cuenta que no estoy harto de Dios, y en el fondo no reniego de Dios, no me interesa, reniego de sus fanáticos. Esos que desde su discurso de la culpa se la han montado, y han hecho que la vida sea una apelación para gastar, consumir y acumular, mientras se despilfarra lo único que tenemos en esta vida, que es nuestro tiempo, como diría Mujica. Es por eso que el presidente uruguayo considera que esta civilización cristiana occidental es un fracaso, y gigantesco. Yo le agregaría que es una estupidez, nuestra forma de vida es una verdadera estupidez. Si uno se detiene a pensar para qué vive uno, se dará cuenta de que no tiene sentido gastarse la vida entera produciendo y consumiendo, pero claro pensar en esto atenta contra lo que nos enseñaron. Porque pensar genera culpa, genera culpa el liberarse, fuimos educados para creer eternamente que Dios existe y que el capitalismo es natural. Para eso son las Iglesias, para eso es la escuela. Por eso uno de los ejes transversales de los programas de educación cívica es la internalización de la ley. Por eso es que no me gustan las iglesias, porque son tremendamente verticales, rígidas, no hay margen, porque incuban fanatismo, obediencia ciega. Porque si no, la cosa no les funciona. Las iglesias perpetúan la dominación.

Será tremendamente difícil que algún día pueda volver a una iglesia y no ver esa verticalidad, ese machismo, la moralina y las dosis enormes de culpa que se reparten. No puedo. Y me da mucho más coraje que algunos se crean superiores bajo toda su moral, que es tanta, que les da para tenerla doble y hasta triple. Que sean tan reprimidos y desde su represión digan que es lo bueno y lo malo, porque es lo único que comparten, su culpa. He visto a los más explotadores y cerdos con sus trabajadores creer que tienen una moral intachable, creyendo fielmente que escondidos bajo la sotana de un cura irán al cielo. He visto a los pastores forrándose de dinero con la fe de los pobres. Todo tipo de barbaridades se ven en las iglesias. Yo no quiero participar de eso, porque además no necesito de su culpa cristiana para vivir.