“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

martes, 13 de marzo de 2012

Entrevista a Alessandro Soares

Alessandro Soares: “Una cosa es la utopía de un mundo mejor. Otra cosa es la posibilidad real de salir del capitalismo"*

Entrevista: Héctor Solano-Chavarría.
Fotografía: Josué Arévalo-Villalobos.


Profesor e investigador de la Universidad de San Pablo, Brasil, Alessandro Soares da Silva es un intelectual comprometido con los procesos de cambio y las luchas sociales. Recientemente, ha estado en el Costa Rica desarrollando trabajo académico en la UCR.

PUEBLO conversó con Alessandro sobre el proceso de cambios que se vive en Brasil, así como de las perspectivas de la izquierda latinoamericana. Acá reproducimos la entrevista.


Háblenos un poco sobre la relación entre gobierno, partido de izquierda y movimientos sociales en Brasil

En el caso de Brasil hay que hablar de un proceso histórico.

Pasamos de una etapa de dictadura, a otra etapa de 20 años de dictadura con una cara democrática. Cada 4 años se cambiaba el dictador de plantón.

Al principio del proceso, las izquierdas se organizaron en un plano institucional: el Movimiento Democrático Brasileño (MRB), que hoy es el segundo partido más grande del país, al que pertenece el Vice-Presidente de la República.

Como se suele decir en Brasil, era un partido autobús: todos entran (risas). No importa si eres de izquierda, de derecha, “facha”; era el partido donde estaba toda la gente que estaba contra la dictadura. Era un frente de resistencia.

Cuando en 1982, aún durante la dictadura, comienza a haber apertura al multipartidismo, el MRB se fragmenta, mientras que otros partidos que estaban en la clandestinidad, vuelven a la legalidad. El Partido Comunista do Brasil, el Partido Comunista Brasilero, el Partido, el Partido Democratico Trabalhista, el Partido Trabalhista Brasileiro: una gran gama de partidos de izquierdas dejaron de estar proscritos y volvieron a la escena.

En ese contexto, nace el Partido de los Trabajadores (PT).

¿Se crea como resultado de la articulación de esos partidos?

No, es un proceso anterior.

Gente que estaba en guerrillas, académicos, intelectuales, trabajadores que estaban en sindicatos, gente que estaba en el MRB pero que tenían una cosmovisión más marxista, más de izquierda o más obrera.

Era un partido muy radical, pero que con el paso del tiempo ha venido cambiando. Como dice la canción, “todo cambia” (risas).

Para pensar la relación entre partidos, movimientos sociales y gobierno, hay que precisar un poco en qué momento, en qué coyuntura, en qué contexto, en qué situación te colocas.

Lula participó 4 elecciones antes de ser presidente en 2002. Había perdido en tres ocasiones y su techo era del 30%. Entonces, hizo una alianza con partido “nanico” (chico), pero con una figura muy importante: José Silva, candidato a la vice-presidencia. Silva era un industrial textil que se mete a la política por amistad con Lula.

Cuando Lula y el partido comenzaron a decir que no iban a destrozar la economía, que no iban a deshacer las privatizaciones, que iban a garantizar el marco legal de lo que ya está hecho, obtiene el apoyo del sector industrial, y cambia. En fin, hay toda una transformación.


En el pasado, la disputa era solamente contra Fernando Henrique Cardozo o contra Collor de Melo. Ellos eran vistos cómo políticos jóvenes, “inteligentes”, provenientes de una clase “vastada”, estudiados y “exitosos”; mientras que Lula era un obrero que trabajaba en la industria metalúrgica que no tenía estudios, pero que había desempañado un liderazgo importante contra la dictadura. Tenía mucho capital político, más, ese capital político solo acumulaba entre los que ya estaban en la izquierda.

Estar en la oposición te permite hacer y decir cosas que uno cuando se está en el gobierno, no puede hacer más. No porque uno no quiera, sino porque no puedes. Por ejemplo, hoy tenemos más de 30 partidos en el Congreso. ¡Imagínense hacer un arco de alianzas!

En Brasil no es como en España, donde a lo mucho hay dos o tres partidos.

Parte de la discusión sobre los gobiernos de izquierda en América Latina, tiene que ver el tema de si dichos procesos han avanzado en la perspectiva de cambios en relación con el modelo neoliberal, o si, por el contrario, han implicado una continuación de prácticas o políticas propias de la hegemonía neoliberal. ¿Cuál es su valoración para el caso de Brasil?

Eso lo han hecho tanto gobiernos como los del PT, el de los Kirchner, Tabaré Vázquez o el propio Evo Morales. Venezuela hace lo mismo cuando negocia el petróleo.

El tema es: una cosa es que tengamos la utopía de un mundo mejor, más justo socialmente. Otra cosa, es que tengamos la posibilidad real y efectiva de salir del capitalismo, de abandonar los presupuestos neoliberales, a fin de avanzar hacia el modelo de sociedad con el que soñamos.

Es muy importante que tengamos eso como un objetivo a seguir, pero para eso necesitamos cosas concretas para avanzar en el momento presente. A mí me gustaría que todo cambiara radicalmente, pero me satisface ver el solo hecho que avancen políticas que impliquen más justicia social.

En el caso de Brasil, por ejemplo, Lula fue históricamente un “nacionalista” y un “desarrollista”. Entonces, si bien mantuvo la política económica y apostó por un desarrollo industrial, económico y de pujanza en el país, también quería que el país fuera suyo, de los brasileños, y no de otros.

Por ejemplo, Brasil se niega a comprar aviones para el ejército a países que no le trasmitan la tecnología. Si no lo hacen, no les compramos los aviones. Esa es una medida que apunta a desarrollarnos como nosotros queremos, lo cual expresa una visión de país. Sin embargo, eso no necesariamente implica dejar el capitalismo al margen.



Mi impresión es que los gobiernos de izquierda han hecho de la socialdemocracia, algo más real. Los partidos socialdemócratas están siempre más a la derecha de lo que sus discursos ideológicos plantean. Tienen un aparente plan ideológico, pero las alianzas que hacen y su forma de hacer las cosas, los ubica siempre en la derecha. No en la izquierda. Uno esperaría ver a la socialdemocracia haciendo alianzas con los comunistas y los socialistas, pero eso no pasa.

Esa combinación de cambios y continuidades que expresan los gobiernos de izquierda en relación con el neoliberalismo, presupondría distanciamientos por parte de los movimientos sociales que históricamente al PT. ¿Ha sucedido eso?

Eso ha tendido a pasar. Uno que peleó para tomar el poder, tomar el Estado, como parte de tus expectativas de izquierda, esperas que el Estado cumpla con todas las cosas que se habían prometido.

Entonces, una vez que descubres que todo lo que se esperaba no es posible hacerlo, te preguntas: ¿Qué hago? ¿Pelearme con el gobierno? ¿Permitir que los que estaban antes en el poder tengan argumentos, instrumentalizando mi pelea, para pelearse ellos con el gobierno y eventualmente volver al poder?

¿Qué hago? ¿Insertarme por dentro de las estructuras? ¿Construir espacios de contra-hegemonía a lo interno del partido? Bueno, son estrategias que se hace uno.

Lo que pasa es que hay un techo para la posibilidad de acciones en el Estado. Eso pone a los movimientos sociales, a los partidos políticos y a los sectores más progresistas en una situación un poco de jaque mate. Ha tendido a pasar en Brasil, pero también pasa en Argentina o en Uruguay, cuando Tabaré Vázquez no sancionó la ley de caducidad ni la ley del aborto.

Dado eso, ¿cuáles serían las claves para superar ese tipo de discontinuidades entre las expectativas de los movimientos sociales y las limitaciones reales que tiene el gobierno?

Lo que pasa es que para hacer un cambio definitivo, no veo muchas posibilidades a través de una perspectiva que no sea la acción totalitaria. Sin embargo, la fuerza, las armas y la imposición radical, no garantizan una noción de justicia que sea necesariamente la mejor, o una justicia que sea satisfactoria para la gente.

El cambio soñado, es un sueño. Un sueño a ser perseguido. Estoy más preocupado por ver cómo avanzamos en relación con los cambios a nivel de la educación política. La educación para el poder.



Si las cosas se hacen desde arriba, si se impone por la fuerza, sin promover condiciones para el diálogo, no se avanza en la producción-transformación de la consciencia. La consciencia no es una cosa que yo te regalo, o que te impongo. Es un proceso de producción. Construir sentidos.

Es un trabajo de hormiga, y para eso necesitamos muchos hormigueros trabajando articuladamente. No cada uno en su hormiguero. El problema con las izquierdas es que cada uno tiene su hormiguero.

Eso me parece un desafío muy gordo, porque eso impide que se avance más. La derecha consigue pelearse, pero al final decide cuál es la estrategia. Nosotros más bien decidimos una estrategia y nos peleamos después. Eso contribuye a una imagen de que la izquierda no tiene articulación suficiente para gobernar.

La izquierda necesita cambiar su manera de relacionarse con la población y de relacionarse con compañeros que tienen planteamientos diferentes.

Eso no es traicionar valores ideológicos. Eso es tener claridad para construir cambios en la cultura política, en la subjetividad y en las prácticas colectivas de la izquierda.

Así llegaremos a construir el otro mundo que es posible.








* Entrevista publicada en el Periódico Pueblo en su edición del mes de Marzo, la versión digital de esta entrevista también se puede encontrar aquí:
https://www.facebook.com/notes/peri%C3%B3dico-pueblo/alessandro-soares-una-cosa-es-la-utop%C3%ADa-de-un-mundo-mejor-otra-cosa-es-la-posibi/261364933948407