“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

sábado, 30 de junio de 2012

"Desampa"

Hoy tuve que ir a desampa,y me toco chuparme toda la presa, que aún a las siete y media de la noche había. Una total desgracia. Viví diez años en Desamparados. Por necesidad, si hubiese podido escoger jamás lo habría escogido, así es la vida. Nunca me gustó, y nunca me gustará.

En lo que a mí respecta, detesto Desamparados. Comprendo que a mucha gente le guste ese lugar (ahí crecieron), pero a mí no, para nada. Demasiada gente, demasiado desorden (y eso que yo no soy precisamente un amante del orden), desorden de todo tipo, sobre todo urbano.

Las calles de Desampa son un desastre y las arreglan cada diez sólo para cuando va a haber Juegos Nacionales, y tienen que mostrar lo eficiente que es "la muni", y por cierto sólo arreglan las calles por donde deben pasar los periodistas, a su centro de comunicación (que queda al puro frente de la casa de mis papás). Esa Municipalidad es una desgracia absoluta, manejada por el PLN y una alcaldesa mañosa, que prefiere el negocio a los ciudadanos, es decir, una digna representante de esa maquinaria corrupta que nos gobierna.

Llegar a Desamparados es realmente una odisea, las presas son interminables, recomendable llevar siempre un libro o algo que hacer, seguro que de camino lo termina, o si no duerme un buen rato. Sucede a veces lo típico, alguien con una bolsa de pollo, ojalá lloviendo. Y pasar por el centro de Desamparados es lo peor debe tener la densidad de buses más alta del país, muchas veces todos pitando al mismo tiempo.

Pero además, Desamparados es demasiado lejos de todo. Si al menos las interlíneas no hubieran sido ese gran chorizo, pero ni eso, para llegar hay chuparse todas las presas de San José, y como ya dije las del centro del pueblo. 

No busco ofender a ningún  desamparadeño, simplemente desahogarme de la desgracia que me significa ir a Desamparados. Y no comprendo como los desamparadeños lo consideran sucursal del cielo. El lugar donde nació Laura Chinchilla no puede ser sucursal del cielo, ni siquiera Purgatorio.

Comprendo que todo lo que he dicho aplica para cualquier cantón de este país: presas, malas calles, políticos corruptos, pésima planificación urbana (más bien inexistente), pero el cantón de Desamparados me produce esa aversión que describo, lo lamento.  Pero no lo logro.

Nunca lo logré. Y es que efectivamente Desamparados es como ese rótulo que estaba a la entrada del cantón: "Ámelo o déjelo", posiblemente este sea el único sitio en el mundo en el que esta sentencia tan absoluta sea tan verdadera, es así tal cual. Por eso opté por lo segundo, y sin posibilidad de lo primero.

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