“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

sábado, 10 de marzo de 2012

No puedo callarme

 Les dejo acá un aporte del compañero Diego Zárate.

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NO PUEDO CALLARME


Así inicia un discurso de Tolstoi en contra de la opresión abierta que genera el sistema capitalista en la Rusia Zarista del siglo diez y nueve y así quiero iniciar yo un discurso en contra la opresión abierta que genera el sistema capitalista en la Costa Rica democrática del siglo veinte y uno.

Digito angustia en el buscador de youtube y entre los resultados generados sobresale un video que tiene como etiqueta el control de la ansiedad, el estrés y el pánico. El autor, un tipo audaz y con una voz poco agradable, inicia su trabajo diciendo que en el fondo el problema es el miedo; el miedo es lo que nos genera sistemáticamente angustia, pero, ¿de dónde proviene el miedo?

No hay que ser un intelectual de primer mundo para sentir el ambiente inseguro y opresivo que sirve de entorno para la producción de riqueza capitalista; la sociedad de consumo y el régimen de propiedad se encargan de convencer a las personas de que viven en un mundo desagradable e injusto, sistemáticamente nos es mostrada la desproporción social como una virtud: pobreza y riqueza son exaltados como el discurso dominante. La riqueza es el paraíso en la tierra y es la tierra prometida del individuo, el dinero es poder que se ejerce en el presente y en el futuro y es el instrumento técnico de la opresión capitalista, porque, al final de cuentas, ¿qué es un pobre, sino un desposeído de riqueza y por en ende de poder?


Las personas somos animales, independientemente de lo que quiera afirmar animal planet y la televisión en su conjunto. Los animales se comportan de forma previsible ante fenómenos como el miedo: se enojan e inician una lucha a muerte, la vida o la muerte, pero el miedo no es una opción para ellos o se someten involuntariamente ante la autoridad y la seguridad que puede
prodigar un discurso de poder.

Un discurso de poder es una ideología en todo el sentido de la palabra: un discurso de poder dice cómo comportarse en cualquier situación, un discurso de poder prentende dar las soluciones a todos los problemas y está contundentemente convencido de que dice la verdad y que cualquier
forma de negación es un crimen y acto merecedor de castigo y reprobación. La religión es un discurso de poder, por ejemplo, porque se atribuye la verdad y la promulga como única y como hegemónica. Sin embargo este ejemplo no se refiere al tipo de discurso de poder que en este momento nos atañe, a nosotros nos importa el discurso de poder tácito, aquel que no se reconoce a
si mismo como un discurso ordenado y coherente de significados opresivos.

Un discurso de poder tácito, subyace en las prácticas y solo ahí muestra todo el alcance de sus axiomas. El sistema capitalista tiene dos formas de ejercicio de poder: de forma tácita y de forma abierta; los precios son un ejemplo de opresión abierta, porque excluyen y oprimen a los desposeídos sin ninguna mediación. El pobre entiende que no le alcanza y se aleja, como la zorra con las moras, y en este acto de alejarse y comprender que no le alcanza se muestra con toda claridad la autoridad y la represión característicos de un sistema de mercado fundamentado en los precios.


La forma tácita de ejercicio del poder del sistema capitalista también puede ser aproximado desde el sistema de precios: el dinero consigue o alcanza lo que el precio aleja o prohibe, en el fondo solo se trata de que el dinero lo puede todo. Las personas comprenden, mediante la exclusión y el hambre(y por hambre me refiero a necesidad insatisfecha), que deben integrarse al sistema capitalista de producción de riqueza si quieren integrarse a la vida humana. Por vida humana me refiero a la satisfacción de un conjunto de necesidades tales como la ropa, el alimento, el afecto, el deporte, el arte, la educación, la salud, etc.

Esta forma tácita de ejercicio de poder es, sin embargo, la forma característica de nuestra época: en ella estriba el funcionamiento y reproducción del status quo, porque la mediación del dinero permite e introduce una lógica externa a la satisfacción de las necesidades. La ganancia, entendida como el beneficio que es apropiado por el dueño de los medios de producción, se cuela en medio del intercambio y se impone como el único sentido posible; los negocios se convierten en el norte de la acción humana y el trabajo asalariado se naturaliza. El dinero, como instrumento técnico de opresión, solo ocupa de la educación como el medio para la consecución de su fin, la opresión. El sistema educativo, que se funda con la palabra y se disuelve con la violencia, opera en las mentes
de las personas eficazmente. Un niño educado sabe cómo comportarse, sin embargo la educación genera un malestar que solo puede denominarse miedo.


Las personas aprendemos a comportarnos mediante una educación fundada en el miedo, una educación que responde a los intereses de la ganancia y que por lo tanto, coloca al dinero como el ideal social por alcanzar; la ética, como el conjunto de actividades y prácticas que nos permiten alcanzar la felicidad, modifica su esquema y se convierte el conjunto de actividades y prácticas que
nos permiten alcanzar el dinero. La educación es en todo momento un discurso que busca fundar una ética en las personas, pero esto es aprovechado por los detentores del dinero y la autoridad para que esa educación sirva a sus intereses represivos. Se educa para respetar la propiedad privada.

Pero las personas no nacimos para soportar esos cuadros represivos extremos, las cárceles están abarrotadas por personas que no entendieron el mensaje, o lo entendieron mal o que simplemente no quieren respetarlo. Esas personas tienen una doble función en el discurso tácito de la opresión: sirven como ejemplo para los otros, para que quienes dudan de la autoridad del dinero conozcan las consecuencias de no someterse y para que los que ya han pecado experimenten en carne propia el dolor correspondiente a no comportarse debidamente. Los antisociales son aquellos que no se comportan debidamente, como les ordena el discurso abierto del dinero.

El miedo se impone como negación: el dinero lo oculta pero lo promueve sistemáticamente. Nadie puede imaginarse a un consumidor aterrado por la indecisión y la inseguridad al elegir un cereal en el supermercado, precisamente ese proceso es negado, la decisión del consumidor lo coloca en el escalafón social y por lo tanto no puede generarle angustia, pero, ¿con qué criterios
decide el consumidor el cereal que desea? Con los criterios de la publicidad, la educación del dinero por excelencia.

La opresión del dinero se impone limitando el acceso de las personas a la riqueza social, una persona que quiera practicar deporte tiene necesariamente que adquirir los implementos en el mercado e introducirse a la lógica del precio. Lo restringe y lo priva: somos privados de libertad por el dinero. Si no tenemos dinero, no podemos ejercer nuestra voluntad, pero con dinero tenemos que
cumplir con la voluntad de la ganancia.

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