“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Apunte desde el fin del mundo...

Valparaíso, Chile.

Este será un apunte breve.

Santiago de Chile me sigue pareciendo una ciudad fría, es decir, con gente fría, que no lo mira a uno a los ojos, y que si pueden le pasan a uno por encima. Es como si Santiago fuera la sociedad neoliberal, lo es de hecho, lo que quiero decir es que si hubiese personificaciones de eso que llamamos neoliberalismo, sería la gente de Santiago. Ahora, eso es meramente una percepción superficial, porque habría que estar más tiempo. Pero es la impresión que por el momento tengo de Santiago. Cuando regresé de Mendoza, y luego de un tortuoso viaje de doce horas, estaba que me iba a comer las cortinas del bus, así que fui a comer algo en la misma estación, un pollo horroroso que me supo a gloria. una vez comido el susodicho pollo, busqué un taxi que me llevara a la calle Matilda Salamanca. Tomé uno que estaba fuera de la estación y le dije a dónde iba, cuando estaba subiendo la maleta a la cajuela, el taxista me dice que ya estaba comprometido. Y claro lo que ocurría era que otra persona requería que lo llevaran al aeropuerto, lo que le supondría unos 14.000 pesos más de lo que yo iba a pagar (6.000 pesos), así que el tipo simplemente me dejó jeteando, encima el muy cabrón me habla en inglés... eso ya fue mucho (recuérdese que venía llegando a Santiago tras doce horas de viaje), así que simplemente exploté y lo cargué de insultos, a lo tico, seguramente entendió la mitad, de por sí no parece haberle importado. Llegado a mi destino, simplemente caí.

Ayer martes me levanté muy temprano para venirme para Valparaíso, y como no tenía pesos debía cambiar un poco de dólares. Así que hice lo lógico, pregunté donde había un banco y fui. Pregunto en el banco a cómo está el cambio, y e dicen que no me pueden cambiar porque no soy cliente del banco (¡¡¡¡¡!!!!!). Pueden imaginarse la cara que hice porque la chica me dijo que eran normas de los bancos. Lo único que atiné a decir fue: "este país sí que es raro", y salí del banco, la casa de cambio estaba cerrada así que tuve que acudir a un cajero que me cobró tres dólares y nuevamente me sentí estafado en Chile.

Tomé el metro, que no es en nada parecido al de México. Éste es frío, la gente no se mira a los ojos, cada quién va en lo suyo sin ver a nadie. El metro de Chile es impecablemente limpio, y no hay vendedores de cualquier cosa como en el DF. El precio del pasaje es sencillamente un abuso, 600 pesos (el dólar vale exactamente lo mismo que en Costa Rica), es por esa razón que los estudiantes en su momento se tiraron a la calle por el precio del pasaje, y tienen razón es un absoluto abuso. en Santiago es brutalmente evidente la división de clase.

Llegado a la estación abordé el bus a Valparaíso, y se sentó una señora a la par mía que parecía le dio asco tener que sentarse ahí... Su problema. Tal vez sería porque iba leyendo Le Monde Diplomatique que es una edición conmemorativa a años del Golpe de Estado.

En Valparaíso la cosa es bien distinta, esta ciudad parece latinoamericana, tal vez por ser puerto, o por no ser la capital. Santiago tiene un ritmo frenético. Acá la vida es más acompasada, la gente saluda, te mira a los ojos... Me gusta Valparaíso.

Ya le dedicaré un apunte completo a este lugar tan bello y lleno de vida.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario