Es muy común que me pregunten a qué hora me voy a leer esa cantidad de libros que he ido acumulando, y que poco a poco ya no caben en los libreros, la otra pregunta común es qué porcentaje de libros son los que me he leído. Ambas preguntas, sin que sea la intención a veces parecen de censura, puede ser tal vez me pongo algo a la defensiva. Pero la cosa es que mis respuestas se han vuelto casi un machote, para la primera pregunta suelo decir "tengo el resto de mi vida para leerlos", y para la segunda suelo contestar "eso no se pregunta, porque no tiene ninguna importancia, los voy leyendo conforme lo voy necesitando". También me preguntan si no me voy a deshacer de algunos, y siempre respondo lo mismo: "No".
Juan Tallón en su columna Libros ¿Para qué? en el Diario El Progreso escribía:
"... después de su lectura se guardan, pero la sola idea tiene algo de escalofriante. Porque lo que viene a continuación de esa lectura efímera son años, quizá siglos de abandono físico. La mayor parte de las obras se leen una sola vez, y en algunos casos ni eso. A veces compras libros para el futuro, confiando en que habrá para ellos un momento perfecto, y te equivocas. Así que el sentido de la vida del libro también es permanecer cerrado la mayor parte del tiempo. Digamos que es una función no expresada (...) Los libros también se atesoran para no leer. De lo contrario, tras la lectura sentirías a menudo la tentación de cederlos, ganando espacio, porque ya no sirven para nada más. Pero sí sirven (...) Los libros permanecen con nosotros porque "son" nosotros. También te los quedas porque cabe la posibilidad de que quieras leerlos una segunda vez, y porque, aun acabados y guardados, te parece que cumplen una función relevante: ser expuestos, ser mirados y en ese momento quizá ser recordados".
Es muy probable que el comprar libros a un ritmo mucho más acelerado de lo que puedo leerlos en realidad se trate de un problema serio de consumismo, y que sea una justificación el decir que en algún momento los voy a necesitar; en todo caso si se tratara de eso debo agradecer que lo que compro son libros y no otras cosas, si fuera, pongamos el caso cocaína o alguna otra droga, ya estaría desde hace mucho tiempo acompañando a algunos cantantes famosos.
Tengo además otra una afición, no digamos vicio porque muy feo, la lectura de revistas. Me he suscrito a varias, el salario escolar me permite este pequeño placer. La mayoría son revistas españolas sobre cultura y política, aún no me animo a suscribirme a alguna sobre fútbol, como la Panenka, aunque ganas no me faltan. Es una maravillosa sorpresa llegar a la oficina y que la secretaria me diga "te llegó esto", o encontrar en el escritorio un sobre con alguna de las revistas. Porque además me gusta el papel. En eso soy todo un señor antiguo. Disfruto de las ediciones impresas, aunque leo también revistas digitales, lo primero que hago al abrir el sobre es oler el papel: amo el olor de la tinta. Me encanta abrir la revista y mirar el índice, echarle una ojeada completa a la revista y empezar a leer algo que me llame la atención, y luego darle desde el principio. Por supuesto, me llegan más revistas de las que puedo leer en un mes, así que irremediablemente se van acumulando. Alguien alguna vez dijo sobre mi antiguo apartamento en Vargas Araya que era "La casa tomada".
La ventaja que tienen las revistas es que se pueden ir leyendo de a poquitos, en el bus, mientras estoy comiendo, antes de dormirme, mientras cago, o simplemente cuando estoy aburrido. Últimamente me he aficionado a las entrevistas que se publican en la revista cultural Jot Down, muchas veces personajes conocidos del deporte, el arte, la cultura o la política, pero la mayoría del tiempo personas que no tenía idea que existían, y mucho menos su obra. Ha pasado que en algunas ocasiones eso me ha animado a comprar algún libro o averiguar más sobre algún personaje.
Pero también ocurre que esas muy interesantes entrevistas me dejan pensando cosas puntuales. Por ejemplo en el número 34 de la revista Jot Jown Smart de Julio 2018 me encontré una entrevista que el periodista Enric González le hizo a Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923 - Baracaldo, 2014) en 2012. No tenía la más mínima idea de quién era Pinilla, se trata de un escritor vasco. Y según él mismo dice publicó varias novelas en editoriales pequeñas del País Vasco sin prácticamente difusión, "... me da mucha rabia que ahora se estén publicando poco a poco en Tusquets como reediciones, cuando en el fondo no son reediciones porque nadie conocía esas novelas".
Me ha intrigado este escritor, y me han dado ganas de conseguir alguno de sus libros. Pero lo que realmente me llamó la atención es la última pregunta de González: "¿Sigues ajeno al mundillo literario?", bueno, no tanto la pregunta sino la respuesta:
"Se me llama alguna vez, pero de tertulias y eso, nada. Estoy seguro —y digo que estoy seguro, no que sea una teoría que hay que demostrar— de que estamos en el mundo para contarnos. El individuo que no pinta y que no escribe es porque, desgraciadamente para él, tiene facilidad de expresión, es simpático, es aceptado en sociedad y habla mucho… ese es el genio de las tertulias. Y generalmente no hace nada serio luego. Todos necesitamos contarnos de alguna forma. Los que no hablamos, los que no vamos a tertulias, luego en casa tenemos que meternos a escribir para contarnos cómo somos. Ese es uno de los secretos de la vida".Me ha quedado dando vuelta en la cabeza eso de "Estamos en el mundo para contarnos", es una necesidad, somos eso que contamos. Y ahora que lo pienso estos Apuntes nacieron como eso, como la necesidad de decir, no necesariamente con la consciencia de estarme contando, pero sí con la necesidad de decir cosas. Ya casi son doce años y medio, y aunque los últimos años no han sido los más constantes, aquí sigo, opinando, contando cosas, algunas íntimas, sobre todo los dos últimos años atravesado por el dolor. Y entonces, como siempre, después de hablar alguna cosa (esta vez hablar de libros y revistas) en realidad lo que quería era simplemente preguntarme si será de verdad que este acto de escritura, este contar cómo somos, es realmente uno de los secretos de la vida. Porque desde hace un tiempo me pregunto ¿para qué este blog? ¿para qué mantenerlo? y sobretodo si habrá llegado ya el momento de dejarlo.
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