Lunes. No sólo de vuelta al trabajo, sino de joyitas en un marzo atípicamente frío. Empecemos por la primera que nos regaló este lunes, en otro apunte comentaré otras joyitas "lunáticas".
Jacques Sagot. Flamante embajador de Costa Rica en la UNESCO, por lo menos eso dice La Nación S.A., periódico en el que se publicó su más reciente "obra". Me parece sencillamente asombroso que en apenas un párrafo alguien pueda hacer una síntesis de estupidez, clasismo barato y pedantería, como la que ha hecho Sagot.
Este intelectual de pacotilla, egocéntrico y misógino intenta hacer una crítica al consumo, pero como se cree aristócrata, le sale nuevamente mamarracho. Sagot arremete contra los jeans, y asegura que quienes los usamos somos víctimas de la mercadotecnia y este es el símbolo de "La era del nuevo plebeyismo. Ropa de palanquines, de vaquerillos urbanos, de cow-boys, de paletos à la mode." (en francés, que ese sí es un idioma digno de alguien como él).
Afirma Sagot: "Desconfío de cualquier cosa que
sea usada o consumida por más de mil personas en el mundo..." ¿será que el señor Sagot usa calzoncillos exclusivos y hechos a la medida? Sus pantalones han de ser de finas telas de alguna tribu perdida de Australia o la Amazonia brasileña, sus zapatos del algún lagarto criado en casa, y sus camisas de una tela tejida a mano en Guatemala. Sus corbatas de finas sedas egipcias que son tejidas para él, y digamos Carlos Slim y Bill Gates. Debe serle muy difícil a este tipo ir al súper o comprar un libro, me pregunto: ¿usará condones?
Digamos que podríamos pensar que su molestia tiene que ver con la sociedad de consumo, y que su acusación al llamarnos "plebeyos" y "prisioneros" por usar jeans (por cierto que los que ando hoy son bien cómodos) proviene de la irritación del consumo desenfrenado. Pero no. Su molestia es de clase. Su irritación es aristocrática. Sagot, que gracias a su gran inteligencia descubrió el truco, se indigna: "Execro que
me tomen el pelo llamándome libre cuando en realidad no soy más que un
galeote...", luego pasa a la ira, y nos muestra el origen de su molestia: " A veces me dan ganas de dinamitarlo todo. Hemos sustituido a
los reyes por los dictadores, a los aristócratas por los oligarcas, al
pueblo por la canalla. ¡Lindos trueques!". El señor Sagot, pareciera que le encantaría volver a la eṕoca de los reyes, aristócratas y al pueblo (ese que reyes y aristócratas, que al igual que él, llamaban canalla). Sus motivaciones por tanto no tienen ninguna crítica a la sociedad de consumo, todo lo contrario, tienen un tufo ultraconservador, el que vive metido en la caverna es él, y no precisamente la platónica.
Si el señor Sagot quiere dinamitarlo todo, le sugiero empiece por algún organismo financiero internacional o la sede de algún banco transnacional, eso sí, que se amarre la dinamita al dorso... ¡y haga la obra completa!
“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró
Ignacio Martín-Baró