"Cuando uno analiza en este momento el conjunto la totalidad de delitos observará que los delitos que más inciden sobre la vida de las personas que son los delitos contra la propiedad vienen en una disminución. Tuvimos en el 2023 una reducción significativa en comparación al 2022 e incluso estamos iniciando el año todavía con una reducción mayor. Eso demuestra que el esfuerzo que se está haciendo desde el conjunto de las autoridades del Poder Ejecutivo está dando resultados y que tenemos un enorme pendiente como país en materia de criminalidad homicida...."
Ignacio Martín-Baró
martes, 26 de marzo de 2024
Percepciones
lunes, 25 de marzo de 2024
"La oración Dios oyó y mandó esta grande bendición..."
Crecí en un hogar con valores cristianos, no evangélicos (no es lo mismo), aunque sí fui a un colegio evangélico. Ahí estuve desde 1984 hasta 1994 aprendiendo "... las ciencias estudiantes / juntamente los dichos del Señor ...", eso rezaba el himno del colegio, y luego agregaba: "Adelante con esos dos propósitos, / triunfaremos con ciencia y con amor". Obviamente el amor al que se refiere el himno, es el "amor al prójimo", no el amor carnal, por supuesto. Este "amor al prójimo" vendría a ser uno de los pilares de la educación que se pretendía brindar al estudiantado. El otro pilar, la ciencia. Podemos inferir que no se trataba, al menos en aquellas épocas, de una institución negacionista, religiosa sí, pero reconociendo que la ciencia debía ser era uno de esos pilares en nuestra educación. Ya es otra discusión si en la práctica había de verdad una fuerte formación científica, aunque yo podría decir que no.
La segunda estrofa del himno decía: "... y en tus aulas nos instruyen a un ambiente / de moral, más con lealtad, sin más pasión" (¡!). Un mandato superyoico. El himno se cantaba cada lunes, en cada acto cívico que terminaba con la oración de rigor. O sea, el acto cívico era en realidad un acto "cívico-religioso": Dios y Patria. El himno, en su última estrofa, contenía un juramento: "Hoy juremos dar prestigio / al colegio que el gran Dios nos dio. / La oración Dios oyó y mandó / esta grande bendición". Debíamos estar agradecidos y comprometidos con ese gran Dios que por allá de 1956 escuchó las oraciones, y nos dio un gran colegio.
Toda la prédica que recibí durante esos diez años se basó en esa idea del amor, que insisto no era carnal, sí heteronormativa, muy heteronormativa (muy propia de la época es necesario decir). Esto llegaba a absurdos. No recuerdo si fue en 1991 en medio de las elecciones estudiantiles. En una de las "plazas públicas" uno de los grupos armó una especie de comparsa, iban con pelucas de colores. Esto fue considerado una falta, pararon la cosa, y sancionaron a los atrevidos que llevaban pelucas de colores. Seguro les pareció un acto contra la moral cristiana y las buenas costumbres. Una pena, la estábamos pasando muy bien.
En nuestro colegio era prohibido, sí prohibido, que nos tomáramos de las manos con nuestras parejas, más prohibido que nos besáramos, los bailes también proscritos (excepto si danzábamos para el señor, porque eso es diferente claro), existía todo un aparato represivo en caso de que nos descubrieran intercambiando fluidos bucales. Alguna vez suspendieron a una pareja que fue descubierta en pleno beso atrás de las aulas de sétimo año. Intentamos armar una pequeña protesta, y nos agrupamos en la entrada del edificio de secundaria, hasta que salió don Ruffers, el director, medía más de metro noventa con una voz gruesa que imponía autoridad, y miedo, mucho miedo. Ahí se acabó el conato de protesta. Pero yo creo que esta gente estaba más obsesionados con el sexo que nosotros mismos, que apenas estábamos descubriendo las potencialidades del "placer carnal". Y la verdad es que ese férreo control era inútil, porque igual siempre había espacio para explorarnos, obvio, "afuera" había vida, una vida que no podían controlar, aunque lo intentaran, y claro que lo intentaban, a punta de agigantar nuestro superyó, y con la siempre inestimable colaboración parental, que en algunos casos podía llegar a ser hasta más estricta que el mismo colegio, sobre todo en esas familias que estaban en sintonía religiosa con "la bendición que el gran Dios nos dio". Y otra obviedad, cero educación sexual, sí "educación para el hogar".
Desde pequeño a mí se me hacía un corto circuito esa particular prédica del amor, porque la hallaba algo contradictoria. En parte, porque mi papá siempre me dijo que nosotros éramos otra cosa, o sea, no éramos evangélicos, entonces nunca me sentí parte de todo aquello. Y había algo, insisto, que no me cuadraba del todo. En mi cabeza se había formado una especie de pureza religiosa, y no porque yo fuera muy religioso o aspirara a ser un cristiano ejemplar, no, estaba lejos de serlo, yo no buscaba esa pureza, la buscaba en los otros, pero contradictoriamente, entre más cerca estuviera alguien de esa "pureza" más me repugnaba. Porque pasaba que quienes más se acercaban a esa "pureza" imaginaria que se había dibujado en mi cabeza, eran los que predicaban el "amor al prójimo", y eran esos precisamente los guardianes de la moral, y tenían un comportamiento casi policial, eran capaces de delatar al resto ante cualquier "falta", eran capataces de sí mismos y de los otros. Su amor al prójimo consistía en censurar al resto, a no soportar el deseo de los otros, en resumen en imponernos sus concepciones morales. No entendía cómo se podía vivir así. Esto reñía con otras cosa que siempre me dijo mi papá: "nunca delatar a nadie", "no ser un sapo", y siempre defenderse. Seguro tenía que ver con nuestro origen de clase, con nuestro barrio. Ahora, tampoco es que mi papá me lo puso muy fácil. Pero a principios de los noventa sus contradicciones salían por todo lado, pero no me voy a adentrar en rollos edípicos, solo voy a decir eso, que todas sus contradicciones salieron a flote. Esa era la ensalada mental de mi adolescencia, contra lo que me rebelaba, contra lo que peleaba, aún sin tenerlo muy claro. Es con los años que he logrado entenderlo, y seguramente resignificarlo.
Pero, dicho todo esto, lo que en realidad quería decir es que cuando veo a algunos "cristianos" transfigurados en políticos, se me activan todas esas viejas alarmas, esa primitiva repugnancia. Porque me resulta muy complicado oírles hablar de "amor al prójimo", a la vez que defienden como si fueran un derecho las terapias de conversión, como si hubiera que "curar" a homosexuales, trágico además es que haya psicólogos que se presten para esto. Pero es que además mienten, descaradamente, cuando dicen que con la prohibición de la terapias de conversión se les quiere cerrar las iglesias, o prohibir que den servicios de salud metal a la población. Mienten y manipulan, eso no me parece muy cristiano. Tampoco me parece muy cristiano, que el partido evangélico interponga decenas de mociones a un proyecto que prohibirá la explotación de petróleo en nuestro país, una industria contaminante. No sé qué clase de cristianismo es ese que pone encima el benecifio mercantil sobre el cuido de la naturaleza, y por tanto de las personas. Me suena un poco retorcida esa concepción de cristianismo. Y me hace recordar todos esos lunes en que el acto cívico terminaba con una de aquellas moralejas en que nos decían cómo Jesús echó a los mercaderes del tempo, o aquello de que es más fácil que un camello pase por el ojo de un aguja a que un rico entre en el reino de los cielos.
Tampoco cuadra en mi cabeza, que estos autodeclarados cristianos, se rodeen de personajes que reinvidican dictaduras, que niegan genocidios, o que abiertamente llaman a vulnerar derechos de más de la mitad de la población. Pero bueno, seguramente es que yo tengo una concepción rara del cristianismo, contaminada por lecturas trasnochadas y la formación humanista de una Universidad Pública. Eso debe ser, soy yo el problema, y estos tipos, son la luz que nos guiarán hacia al amor eterno de ese gran Dios, que hasta un gran colegio nos dio. Amén.
viernes, 1 de marzo de 2024
Alive
Soy un fan irremediable de Pearl Jam, como ya lo era a los 14 años cuando los escuché por primera vez. Eso ocurrió a principios de 1992. Los escuché en la radio, no puedo precisar el momento, no lo recuerdo bien. Es curioso que no lo recuerde, porque sí recuerdo con absoluta certeza cuándo fue que escuché por pimera vez a Nirvana. Fue en una calle de Tegucigalpa una tarde de enero de ese 1992. Pero no nos desviemos con Nirvana. Como dije me parece raro no recordar ese momento cuando escuché Pearl Jam por primera vez, sí puedo recordar la sensación con los primeros acordes de Alive. Tampoco puedo recordar si fue Palma o Leo Rodríguez quien me prestó Ten.
Ronen Ginovy, en Not for you. Pearl Jam and the presente tense, cuenta que en 1990 Jeff Ament (bajista) y Stone Gossard (guitarrista) se encontraron con Eddie Vedder en Los Ángeles, y que le dieron un casette con tres canciones instrumentales. Es muy raro, pero parece que ninguno recuerda quién le entregó el casette a Vedder. Pero eso es tan solo un detalle. Una de las tres canciones es Alive. Veddeer se fue a su trabajo, era guarda nocturno, escuchó la cinta, y a la mañana siguiente se fue directamente a surfear. Vedder relata:
La falta de sueño tuvo su efecto. Cuando llevas días sin dormir, estás tan sensible que sientes los nervios a flor de piel. Ves a una madre por la calle con su hijo y lees un artículo de prensa, y te pones a llorar.
Me fui a hacer surf sin haber dormido y empecé sacarme cosas que todavía tenía dentro. No quería pensar en nada más y tenía todo el rato esa música en la cabeza. Me puse literalmente a componer las canciones mientras me metía en las olas. Salí del agua y me fui derecho a casa a grabar tres canciones. Ni siquiera escribí las letras, me limité a anotar un esquema y canté directamente. Lo escuché ya cuando estaba mezclando las cuatro pistas. Vi que quedaba bien, lo escuché de nuevo y lo terminé. No le di muchas vueltas. Cuando lo pienso, es muy raro, porque era como una mini-ópera de tres canciones, con una historia muy intensa. Más o menos la mitad era real, prolongaciones de la realidad.
La primera canción de Pearl Jam ya como grupo es Alive, esa que por razones del azar escuché por primera vez, porque el disco abre con Once. Pero Ginovy dice que Alive "... es un triunfo de la paradoja entre la autobiografía y la ficción especulativa, entre una historia privada y un monumento público, entre un ajuste de cuentas en primera persona y un complejo de Edipo. Una historia de incesto, engaños y traumas. Constituye un primer intento de Eddie [Vedder], como Orwell, de vengarse de los adultos que le hicieron daño en la infancia (...) en la letra de "Alive" el dolor está permanentemente fresco. Al mismo tiempo, su tema invoca simbóliamente las hisotrias más antiguas de la literatura: Edipo, Telémaco, Hamlet y varios personajes bíblicos". Tantas cosas se pueden decir sobre una canción.
Hace poco me encontré un programa de VH1 que se llama Storytellers, el formato es interesante, actuaciones en vivo con un público reducido, que conversa y hace preguntas a los artitas invitados. En 2006 Pearl Jam fue el grupo invitado. Es muy curioso lo que Vedder contó en esa ocasión sobre Alive. Vedder la llamó "la maldición", seguro un poco pensando en lo que registra Ginovy en su libro, pero también en lo que él mismo contará a continuación. Esta es una canción que con toda certeza han tocado cientos de veces en los últimos 30 años. Según Vedder la canción se ha transformado no tanto por cómo la tocan o por sus arreglos, sino por la interpretación que, nosotros, los fans hemos hecho de ella, y esto es lo interesante.
Cuenta Vedder: "... la historia original de la canción es la de un joven que se entera de unas verdades sorprendentes, el hombre que creía que era su padre no lo es, su verdadero padre está muerto desde hace algunos años" - Vedder agrega - "como si la adolescencia no fuera suficientemente dura". Cuando la madre revela la información sobre la muerte del verdadero padre, el joven no era muy estable en ese momento, y queda totalmente confundido, y dice: "Y lo sé porque lo conozo..." - hace un guiño al público, con una sonrisa cómplice - "... no tanto, pero lo conozco, porque ese joven soy yo, pero casi no me conocía en esa época..." - otra sonrisa cómplice, la cámara enfoca a la gente que sonríe también con complicidad y aplaude -. Vedder dice que al enterarse de esos secretos tomó esa información como una maldición, "... y debo perdonar, y debo encontrar la forms de vivir con esto, mi padre está muerto, pero yo estoy aún vivo, y debo lidiar con eso, era una maldición, y yo aún estoy vivo". ("I´m still alive", dice el coro de la canción).
Vedder sigue, "... unos años después empezamos a tocar para audiencias cada vez más grandes, que respondían al estribillo de una manera inimaginable. Había personas que saltaban y usaban sus cuerpos para expresarse, cantaban sin parar "I'm still alive..." que revolucionaba las masas. Entonces todas las noches al ver esta avalancha de gente que reaccionaba con su propia interpretación positiva, era increíble, el público cambió el significado de estas palabras, y cuando cantan "I'm still alive...", están celebrando. Y el asunto es que cuando cambiaron el significado de esas palabras rompieron la maldición". Aplausos. Y suena la guitarra de Stone Gossard, empieza Alive.
Y esto es lo que me parece increíble, porque es realmente así, uno le da significado a las canciones independiente a la intención original de los músicos. Esa canción en mi adolescencia fue eso, fue una especie de grito de superviviencia, literalmente era "I´m still alive...", en medio de la bronca, del enojo, el resentimiento, de las contradicciones con mi papá y sus errores, que marcaron aquel inicio de los noventa e hicieron que la adolescencia fuera terriblemente dura, intensa, aunque mucha de la gente que tenía alrededor no lo notó (o tal vez sí). Alive se convirtió en un grito furioso para aferrarse a la vida.
Más de treinta años después escucho Alive y me sigue pareciendo poderosa, me sigue recordando toda aquella época dura, y debo decir que a la vez maravillosa por toda esa intensidad. Pearl Jam me ayudó a llevarlo mejor, supongo que por ese tipo de cosas es que uno se hace fan de un grupo, porque uno se apropia de muchas formas de esas canciones que le mueven a uno el alma.