Hace días que no ando por acá, no porque no haya encontrado nada que contar o algo así por el estilo. Simplemente que me he sentido abrumado y terriblemente agotado este fin de año, posiblemente como ninguno otro, ha sido un año difícil y raro este 2011.
También sucede que las navidades me enferman un poco. Me explico.
Por supuesto que celebro que lleguen las vacaciones (que tanta falta hacen). Me encanta este clima frío que lo obliga a uno a ponerse un suéter y una bufandilla, y en mi caso algo para cubrirme la cabeza ya sin pelo. Claro que me encanta encontrarme con los amigos y enfiestarnos. Y aunque me gustan las fiestas de estos días, me enferma que la gente
conduzca borracha, que simplemente no puedan dejar el carrito guardado
si saben que van a tomar, una irresponsabilidad absoluta. También me gusta encontrarme con mi familia. En general me gusta el ambiente festivo. Pero hasta ahí.
Porque realmente odio la exigencia de que a uno le guste la navidad, y
que le hagan malas caras porque simplemente cree ridículo el rollo del
"niñito", las misas, la decoración con santa, renos, muñecos de nieve y todas esas pendejadas
ajenas a nosotros. No lo soporto.
Me pone mal entrar al súper y escuchar
los malditos villancicos, los mismos de siempre con versiones
diferentes, la misma estupidez de los peces que beben en el río. Me disgusta que haya gente
que cree que regalando algo a un niño pobre en navidad ya es buena
persona y merece el cielo.
Me da mucha chicha que en diciembre mientras estamos "celebrando", los políticos nos meten todos los goles y nos aumentan (más aún) el precio de las cosas básicas, y nadie se entera. En diciembre las preocupaciones son el aguinaldo y que no alcanza para comprar chunches, y nunca alcanzará, sobre todo en este país tan caro y con salarios tan miserables. En éstas épocas la gente suele endeudarse buscando cumplir con tener el objeto soñado, o sea, el objeto que nos dicen que debemos desear.
Odio al festival de la luz, que en realidad es un desfile de marcas, que
denota nuestra pobreza cultural y espiritual, es una oda al fetichismo. Me parece que el tope es una polada, y que hay en él un montón de ridículos montados a caballo. Detesto las corridas a la tica, y sobre todo las transmisiones de canal 6 y 7. El Chinamo me parece un insulto a la inteligencia.
Realmente detesto la obligación de los regalos. Detesto además esos regalos que no sirven para un carajo y que lo único que harán es acumular polvo en una esquina de la casa.
Rechazo toda esta hipocresía mercantil, y los ya de por sí altísimos precios de cualquier cosa en estas épocas. Odio esta orgía de consumo, porque en eso se ha transformado la navidad. Pero en todo caso tampoco pretendo que celebremos el nacimiento del "niño dios", sería peor si esto fuera una celebración netamente religiosa (católica o evangélica, me da igual) porque cada vez creo en eso de que la religión es el opio de los pueblos (como también lo son hoy muchas otras cosas).
Pero a pesar de todo esto, debo decir que me gusta diciembre, que lo disfruto, a pesar de la navidad.
PD. Olvidé mencionar que por estas épocas mi mamá hace unos deliciosos
tamales, posiblemente los mejores de todos... esos tamalitos me hacen
muy feliz en diciembre... y muy triste en enero con los kilitos de más
jejeje
“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró
Ignacio Martín-Baró