“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

sábado, 19 de diciembre de 2020

ROMPAN TODO

Tengo conmigo mismo uno de esos debates que son absolutamente insulsos e inútiles, que no aportan nada, ni a mí ni a nadie: soy o no soy un tipo nostálgico. Esta es la rosca mental (que por supuesto no lleva a ningún lado) que tengo desde hace un par de días luego de ver ROMPAN TODO (serie documental de Netflix sobre la Historia del Rock Latinoamericano). 



He tratado de imaginarme cómo sería ver este documental siendo un joven veinteañero, supongo que debe ser lo mismo que uno siente cuando ve documentales sobre Pink Floyd. Pero aunque trato no puedo, porque ROMPAN TODO me ha emocionado mucho, porque toda esa música es parte de mi vida, y como muchos de mis amigos y amigas, viví toda esa explosión rockera de los ochenta y los noventa. Inevitablemente ROMPAN TODO me traslada a esa época, a esos tiempos duros, pero felices. 

Crecí escuchando lo que se escuchaba en mi casa: la música pop romántica en inglés (todo eso que ahora se escucha BestFM) y la música romántica en español (con José José a la cabeza). Mi papá tenía varios de esos discos, y yo solía poner el tocadiscos para escucharlos, por ahí de repente había un disco de Serrat. Pero mi infancia fue escuchar eso, no había "música tropical", era todo bastante uniforme. Hasta que crecí un poco y con mis hermanos empezamos a escuchar HOLA JUVENTUD, y se nos abrió un poco el mundo. Esto fue a mediados de los ochenta, empezamos a oír rock en inglés, y por esos años también apareció Soda Stereo, y nos dimos cuenta que también había rock en español. Luego descubrimos que había rock costarricense, y eso ocurrió en el parqueo del Centro Comercial de Guadalupe cuando José Capmany y Café con Leche, dieron un concierto teniendo como público casi únicamente a la barra del barrio. Y así fue como empecé a tener mi propia "identidad musical". 

Digamos que no era fácil accesar a toda es música, no tenía dinero y no podía comprar discos, además nunca se me ocurrió pedirle a mi papá que me los comprara, supongo que estaba más interesado en otras cosas, entonces había que esperar a que sonaran en la radio. Y tampoco me ayudaba mucho el ambiente represor de un colegio evangélico que consideraba que el rock era "satánico". Tres perlas para ejemplificar. Uno. Un compañero de la escuela fue objeto de acoso de la profesora de artes plásticas, una evangélica fanática, que consideraba Iron Maiden era satánico, Diego se tuvo que ir del colegio. Dos. Ya en sétimo año (1990), la profesora de matemática en una de sus típicas arengas conservadoras al inicio de su clase, se refirió a Soda Stereo como "esos homosexuales" que corrompían a los jóvenes. Tres. Teníamos una "clase" que se llamaba "Capilla", más de una vez (el clásico truco de los panderetas) nos pusieron ANOTHER ONE BITES THE DUST de Queen "al revés", para demostrar que había contenido subliminal satánico y que incitaba al consumo de marihuana en las canciones de las bandas de Rock. Son unos enfermos, están obsesionados con lo diferente, no lo soportan. Pero no voy a hacer muy largo el cuento, porque podría contar muchísimas cosas de mis recuerdos infanto-juveniles. 

Así que, a lo que voy, es que en la década de los noventa experimentamos un explosión maravillosa de música latinoamericana, el rock mezclado con todas esos ritmos que le daban sabor a cada región.  Mi infancia había sido de pop romántico en inglés y español, y en mi adolescencia ya estaba abrazando profundamente al Grunge, y creía que si uno escuchaba rock no podía, o debía, escuchar por ejemplo, salsa. Reconozco con mucho pesar, y hasta vergüenza, que se trataba de un dogmatismo estúpido (inexplicable) que había excluido muchas cosas de mi gusto musical. Y esa es la importancia (en mi vida) de lo que hicieron todos estos grupos, me abrieron la cabeza, me di cuenta que no había antagonismos en la música. Pero además me politizaron, porque todo eso coincidió con mi adolescencia, con el enojo contra el mundo, con el descubrir que las cosas no eran como se decían, mi rebeldía encontró eco en toda esa música, encontré una identidad. Y me volví fanático de la música, me dediqué a investigarla, a escucharla en todo momento, y fui incorporando entre mis gustos cada vez más ritmos, más artistas, fui apreciando más las mezclas, y eso me ayudó a intentar comprender en qué contextos se desarrollaba toda esa música. La música latinoamericana fue la puerta de entrada a leer historia, a interesarme por lo que pasaba: música, política e historia entraron al mismo tiempo que estudiaba psicología. Fue la época en que me metí en política, fue la época en que devoré libros. Fue la época dura que vivíamos una situación económica dura en la casa, fue la época del caos, de mucho dolor y enojo. Pero también fue la época hermosa de compartir música con mis hermanas, tirados en un sillón, en la cama, de especulaciones sobre los significados de las letras, fue la época de esa felicidad juvenil. 

Y entonces, volviendo al inicio, ROMPAN TODO me llenó de nostalgia, sentí mucha emoción recordando toda esa época, todo ese asombro por la música nueva. Pero también me hizo sentir toda la tristeza por no poder comentar el documental y compartir todos esos recuerdos con mis hermanas, todos juntos, porque nos falta una, y con ella está enterrada también esa época. 

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