Me gusta esto de
cumplir años. Me gusta sumarle un palito más a la cuenta. Me gustan
mi canas aunque me recuerdan que ya no soy capaz de tomar la pelota y
desbordar por izquierda para luego hacer el quiebre y poner un buen
centro o pase mortal con la pierna derecha, ya no me da la velocidad,
ya no tengo esa habilidad (ni muchas otras), claramente es la edad,
el físico simplemente no da, aunque uno quiera. Así pasa, hay que
aceptarlo y punto, y tratar de hacer una buena jugada la otra semana,
“hay que seguir trabajando”, como diría cualquier jugador de
fútbol con un micrófono al frente. Lo bueno es que todavía se
puede seguir mejengueando y dolerse por el gol de último minuto que
nos clavan de contragolpe tras una pérdida de balón en el
mediocampo. Eso está bien, esas mejengas, que son sólo eso,
mejengas, son importantes para sentirse joven un rato, y
desconectarse un rato. Hay quienes no lo entienden, y no voy a tratar
de explicarles, me da pereza, solo les voy a es simplemente
divertido, y ya.
Me gusta cumplir
años, y mirar hacia atrás, me gusta acordarme de cosas que pensaba
cuando era niño, de cosas que sentía hace como treinta años. Me
gusta acordarme de la vez que lloré amargamente cuando aquella
carajilla me terminó, hoy me río mucho de ello y extraño aquella
inocencia, aquella timidez extrema que me impidió seguir hablándole
cuando me respondió sí a aquel papelito que le dejé en su pupitre
(algunos atrás del mío) en el que le preguntaba si quería ser mi
novia. Suena hoy ridículo – y en aquel momento más, porque mis
amigos se burlaron mucho de mí –, pero en realidad es trágico,
porque me gustaba mucho, y todavía hoy me pregunto que habrá sido
de ella, cómo será, quién será. Porque salvo algunos pocos, no sé
en realidad quiénes son hoy aquellos con los que compartí infancia
y parte de la adolescencia.
Me gusta pensar en
esas cosas cuando cumplo años, cuando me doy cuenta que pasa el
tiempo… me gusta la nostalgia, pero sin abandonarme a ella y
perderme. Me gusta recordar, me esfuerzo por hacerlo. Me gusta a
veces leer algunos de estos apuntes y recordar qué pensaba, y
preguntarme si sigo pensando lo mismo, me gusta ver cómo me sentía
en un momento determinado, aún cuando estos apuntes no le revele a
quien lo lee muchas cosas, porque hay muchas cosas que no sabría
cómo decir, o porque simplemente creo que serían absolutamente
irrelevantes. Pero cuando leo apuntes de tiempo atrás, sí recuerdo
por qué escribía algo en particular, qué estaba sintiendo. Me
gusta hacer eso, por todo eso es que me encantan los anuarios y los
resúmenes de fin de año, por ejemplo el anuario del diario
argentino Página 12 me parece formidable.
Creo que esta será
la quinta vez que escribo un apunte cumpleañero. Leí los otros
cuatro hace un rato y me divertí un poco la verdad. Tras leer los
apuntes de los últimos dos cumpleaños me alegra mucho haber
superado todo eso que estaba sintiendo. Me alegro haber terminado los
cursos de la maestría porque vuelvo poco a poco a sentirme dueño de
mi vida, o sea de mi tiempo, suena exagerado yo sé, pero me estaba
consumiendo ese ritmo, una locura.
Desde hace un tiempo
para acá estoy algo obsesionado con el tiempo, con esto de pensar
que nuestro ritmo de vida es el ritmo de la producción. Que el
trabajo nos condiciona y nos consume, y me da mucha tristeza que
tanta gente desperdicie su vida trabajando en la forma en la que lo
hace, porque es jodido, es lo terrible, que se nos vaya la vida
produciendo para que Otro goce del fruto de nuestro esfuerzo.
Puede ser algo
tonto, pero desde hace años decidí no trabajar el día de mi
cumpleaños, me reservo siempre vacaciones para disfrutar este día,
y lo hago para sentirme dueño de mi tiempo, para no tener horarios,
para parar, para hacer lo que me dé la gana, para leer, comer rico,
para ser dueño de mi vida aunque sea un día, lo hago para celebrar
que estoy vivo, para recordarlo. Quiero pensar que puedo recuperar el
tiempo, mi tiempo, no se trata de pensar remendar cosas, sino de
sentir que el tiempo es mío, romper que con estos horarios
deprimentes de ocho diarias de trabajo. Hablo de tener otro ritmo. Y
desearía poder tenerlo y dedicarme a cosas que me parezcan más
interesantes y estimulantes y sensatas, pero bueno así es por el
momento la cosa, tampoco es que me va mal tampoco. Supero el
pesimismo y la pesadez de hace un año y ahora me rodea un paisaje
verde, deliciosamente frío, y buena compañía, así que lo que
queda es hacer una buena tesis, que sí es algo que me terminará de
liberar para hacer otras cosas.
Llegué a los
treintas y todos, y ahora sí, me acerco peligrosamente a los
cuarenta. Es raro eso de llegar a los cuarenta, porque me siento
joven y no es cómo me lo imaginaba, es mejor. Recuerdo que hace unos
15 años nos burlábamos de la juventud del Partido Comunista cubano
y su dirigencia cuarentona, y bueno estamos aún jóvenes, enteros
que llaman.
Así que pos nada,
y como dijo Guima “¡A celebrar Carajo!”
Salú!!!
Pd. Les dejo a Paul
McCartney, una de esas canciones que por estos días me dan vueltas y
vueltas en la cabeza. Me gusta esa voz de viejo en esta canción.
Y esta otra de
Cerati, que también nació un 11 de agosto…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario